Asuntos de distribución hacen llegar a los cines españoles con casi año y medio de retraso y en una época bastante intempestiva (casi podrían haber esperado un mes más y tener las navidades en puertas) esta maravilla audiovisual del dibujante y animador Sylvain Chomet, nominada el año pasado al Oscar (se topó con Toy Story 3) y al Globo de Oro, además de ganadora del César y el Premio del Cine Europeo en la categoría de animación.
Con exquisita estética de escenarios sacados del cómic europeo y personajes protagonistas que transmiten humanidad, lejos de las figuras animadas que son en realidad, el alma de esta historia tierna y amarga logra la complicidad del público a poco que se deje llevar. Con guión hasta ahora inédito del recordado Jacques Tati, la película, con un aspecto deliberadamente retro y ambientada en 1959, recorre de forma portentosa paisajes naturales y urbanos de Francia, Inglaterra y, sobre todo, Escocia (dan ganas de visitar cada lugar retratado en las composiciones escénicas); la conducción argumental, con el escaso diálogo característico del cine de un Tati al que se homenajea en la persona del protagonista y en algún cameo especial, se encomienda a las retinas de un viejo ilusionista en un mundo del espectáculo que se rinde a la modernidad de las nuevas tendencias musicales y que se va quedando obsoleto porque la inocencia ya no está de moda. En una áspera aventura en busca de un rincón donde su oficio siga siendo un medio de vida, su camino se entrecruzará con el de una muchacha escocesa excesivamente cándida (o necesitada de atención) que le acompañará durante una etapa de sus vidas que recordarán siempre.
Resulta llamativo asegurar en una cinta de este género que los personajes gozan de tres dimensiones, pero no nos referimos a lo estrictamente físico y tangible, sino a una personalidad de los caracteres unida a una enorme sensibilidad en el retrato del interior humano en carne viva.
Detalles cuidados al máximo y una banda sonora maravillosa del propio realizador de la obra redondean esta delicatessen francobritánica que, desgraciadamente, de ahí el retraso de su estreno, pasará mucho más desapercibida de lo que su brillante manufactura y concepción de idea merecen. Esencia de cine del de verdad, sentimientos y artesanía fina sin pirotecnias en un gran trabajo que nos alegra recomendar desde este balconcito. Si alguien que no sabía de la existencia de El ilusionista se anima a verla tras leer estas líneas, habrá merecido la pena escribirlas.
Puntuación: 8
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