A pesar de la negrura que espera al ser humano al final de su camino vital, o como diría Joseph Campbell “de la tumba del vientre al vientre de la tumba” (véase el Héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito), también se puede adquirir el bálsamo del consuelo vitalista que nos hará amar a nuestra propia muerte, ya sea elegida como un final épico propio de los militares más aguerridos y valientes, verdaderos novios de la muerte en el caso particular de la brava legión, o en un tranquilo y sereno contexto intelectual desde donde se pueda abrazar el final por haber superado algunas etapas importantes.
La infelicidad se palpa a nuestro alrededor y es precisamente por el miedo que nos provoca el final negro de la muerte, después de haber existido sin sentir el pálpito necesario de la renovación de la vida en nuestro interior. No exponerse con valentía a las pruebas que inexorablemente nos pone la vida en nuestro planeta equivale a sellar un pacto con el más rufián de los demonios que promete una vida regalada pero ausente de las esencias que perfumarán el camino de nuestra existencia mortal; sin la satisfacción inigualable que nos proporciona haber salido victoriosos del inexorable camino de dificultades después del periodo de iniciación que todo ser humano debe recorrer en alguna medida. Todos los que pertenecemos a la especie humana somos seres sociales en mayor o menor medida y pocas satisfacciones son iguales a aquellas que contribuyen a mejorar el bien común de una forma pura y desinteresada.
Aquellos que no cumplen las distintas etapas requeridas por la tribu quedan desterrados y condenados a una existencia pueril y sin sustancia, ni personal ni social, conviertiendo su vida en algo tremendamente superficial y lleno de vacuidad hasta la negrura final. Es por este motivo que tantos y tantas se entregan con afición a la fiesta continua y a la superficialidad como medio para aplacar los fantasmas de la mente, que reaparecen con inusitada constancia a través de los sueños y de los pensamientos continuos a los que hasta el más estúpido está sometido. El inconsciente froidiano es el poso del que nacen los sueños que nos atormentan y que proviene del fondo de nuestra mente, de los albores del hombre y de la todavía incompleta evolución cultural. No podemos olvidar que nuestra psique es antigua como la de muchos otros mamíferos y proviene de acumular distintas etapas en el desarrollo orgánico del cerebro además de experiencias ancestrales que parecen haber marcado una evolución paralela de la mente humana a lo largo y ancho del planeta. Al igual que la genética une a los seres humanos en un estrecho margen de códigos genéticos emparentados, no parecen existir muchas dudas sobre la unidad de las respuestas étnicas de la mente del ser humano en todo el mundo; a esto se refiere Carl Jung en su exposición de los arquetipos o imágenes puras que solo pueden ser captadas por mentes privilegiadas y transmitidas a través de los necesarios ritos de iniciación en las distintas culturas. De esta manera, un héroe es la persona que alcanza la normalidad de la clarividencia al apartarse del mundo e iniciarse estoicamente durante un periodo para volver a presentarse ante los demás como un ser capaz de contribuir al bienestar común. Realmente no hace falta batallar con un minotauro o levantar de la nada una institución cultural o científica para ser un héroe pues no desestimemos la constancia, perseverancia y la actitud sacrificada de una persona que saca adelante a su familia sin pedir nada a cambio salvo la satisfacción del deber cumplido; este alma sin duda pertenece a una heroína o a un héroe. Al fin y al cabo el sabio Campbell expone que el héroe o heroína es el ser humano que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones y ha conseguido alcanzar formas humanas generales, válidas y normales dentro del amplio espectro de la psique humana. El héroe o heroína es quien se atreve a cambiar transformándose en algo mejor.
En los mitos antiguos y muchos de los modernos, el mundo natural tiene unas repercusiones tremendas en el devenir del ser humano y por ello se nutren de explicaciones fantásticas que lo homenajean y sirven de aleccionamiento para los iniciados en el sendero de la transformación hacia la renovación de la vida. Sin irnos muy lejos, Ceuta y su entorno constituyen un punto de concentración de energía, donde se sitúan escenarios de acontecimientos mágicos y misteriosos que son tan reales como necesarios, rituales de iniciación para la tranquilidad de nuestra psique y por consiguiente para la plenitud vital. Muy cerca de Ceuta, hay unos bosques sagrados y bendecidos por aquellos musulmanes que veneran a Moulay Abdeselam del que se dijo que introdujo el sufismo en Marruecos y constituye un eje del mundo místico y su entorno natural una fuente inagotable de inspiración y dicha.
Demasiado tiempo han estado los mitos más modernos, egocéntricos y sobretodo malentendidos, gobernándonos y dirigiendo la mente del ser humano hacia el mecanicismo y alejándonos a todos del verdadero significado del mito que persigue, ante todo, la paz con el universo y por lo tanto con sus creaciones. Muchos han tenido que presentar incluso argumentos infantiles y superficiales acerca de la naturaleza, duramente combatidos y ridiculizados por los voceros a sueldo del implacable capital, para tratar de frenar la vorágine asesina del mecanicismo inmoral en contra de los ecosistemas. El mecanicismo muy bien representado por falsos profetas como el antiguo vicepresidente norteamericano en la era Clinton ha sido capaz de crear mitos tan poderosos como la “cortina de humo” del cambio climático en lugar de poner en cuestión el enorme impacto del cambio global que todo lo altera o destruye, nuestra infamante demografía y toda la destrucción de ecosistemas y recursos que estamos provocando. Primero vendieron el mito con voceros científicos que se han adherido con pasión interesada clamando por la subida del nivel de los océanos (algo que ha estado sucediendo a lo largo de la mayor parte de la historia de nuestro planeta) y luego, cuando sea al momento propicio, venderán a las masas aleladas, gracias a otros voceros, que ha sido cosa del planeta y no de la industria para continuar con sus falacias engañosas. Cuando la verdad es que el clima a gran escala es impredecible pero, sin embargo, la sexta extinción la hemos provocado nosotros por la destrucción de los ecosistemas y de multitud de especies. Con esta exaltación de la destrucción hemos aniquilado una parte significativa de los lugares sagrados de los mitos antiguos del hombre primitivo. Detesto el pensamiento mecanicista por muchos motivos largamente expuestos a lo largo de varias colaboraciones pero también porque es lo contrario al mito antiguo paleolítico, más puro y acorde con nuestra mente, pues se basa en un profundo respeto por el universo y sus creaciones y por lo tanto pertenecen al patrimonio de la preservación de todo lo más preciado que tenemos en nuestro planeta.
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