Esto no es un libelo en contra de Juan Vivas sino una representación, creemos que respetuosa con la persona, pero cómica con el personaje político, que aspira a hacer reflexionar sobre algunas realidades que acompañan al presidente a lo largo de su fulgurante carrera política. Es bien sabido que nosotros anhelamos una mayor participación ciudadana y defendemos ideas y posiciones propias de las democracias avanzadas, somos partidarios de otras formas de hacer política y generar desarrollo económico que son, en general, discordantes con los partidos políticos tradicionales, así que nuestra posición sobre la gestión política del actual presidente es previsible pero independiente. Es justo indicar que hemos contado, para esta contribución, con la inspiración del genio de Eça de Queirós a través de su cuento fantástico El mandarín.
Realmente, se podría pensar que la irrupción del actual presidente en el Gobierno de la ciudad ha supuesto que la propia política pase a un segundo plano de la realidad. Que sea una persona con interés evidente por su ciudad y con capacidad de trabajo y experiencia de gestión burocrática-económica no significa que tenga la energía, una gran preparación, ni la fuerza interior para transformar las realidades sociales, las cuales, entendemos sin idealismos delirantes, deberían ser la prioridad del reformista político. La legítima aspiración de Juan Vivas por la política local tiene sus motivos y cabría plantearse algunas opciones: ¿Es la rebelión de un fiel y dócil burócrata con ansias de poder que siempre ha estado detrás de los políticos en ejercicio? ¿Ha sido una operación estratégica de las oligarquías económicas ceutíes para asegurar su margen de maniobra? ¿Simplemente una operación de electoralismo oportunista que se fue de las manos? ¿Es finalmente la sed del absoluto trascendente lo que le ha llevado al señor Vivas a escalar los peldaños aparentes del poder o más bien todo unido solidariamente ha conspirado para dar a luz al gran mandarín de Ceuta? El alto funcionario de la ciudad, el conocedor de tantas y tantas delicias burocráticas y administrativas, convertido en el político más popular y populista de Ceuta.
El simple hecho de tener una Administración sobredimensionada, como comentábamos en el anterior artículo, produce situaciones tan surrealistas como inconcebibles para un territorio tan pequeño. Al presidente tampoco se le puede exigir que solucione todos los problemas de falta de profesionalidad y ausencia de responsabilidad de algunos funcionarios, no obstante sí que podría moderar su actitud de inquebrantable corporativismo hacia todo el corpus burocrático y dejar que algunos de sus compañeros de viaje político con fuerte personalidad resuelvan ciertas papeletas de personas claramente improductivas y negligentes.
Juan Vivas es un magnífico producto de sí mismo y un ejemplo de libro de cómo la tecnocracia asalta el poder municipal apartando a la política. Hay que visualizar que el gran funcionario ha estado pegado muchos años a la estructura del poder municipal observando lo mal o mediocremente que la política de partidos ha estado gestionando el ayuntamiento. En ese medio de cultivo, algo asfixiante por la cercanía con los políticos tradicionales, se coció la ambición política del actual presidente, ¡si yo fuera el alcalde las cosas marcharían de otra forma! No obstante, siempre prefirió estar y hacerlo todo por su pueblo desde la sombra pero con bastantes compensaciones que elevaron su carrera profesional en la administración de la dulce, pequeñita y marinera ciudad. De hecho, fue la irrupción de un nuevo poder económico venido de la Costa del Sol la que desató todas las alarmas y provocó que el siempre hombre en la sombra saltara a formar parte de un Gobierno frentista al invasor y al gran competidor electoral de aquel momento. No queremos decir con esto que la pobrecita política está defenestrada por la imposición tecnocrática sino que simplemente se ha convertido en gestión municipal por méritos propios del resto de partidos políticos y la dimisión casi generalizada del corpus social de los problemas de la gobernanza en democracia. Vamos, que a muchos españoles les daría igual vivir en una dictadura blanda y sin sangre liderada por la tecnocracia con derecho a referéndum. Y finalmente por el poder se hace prácticamente lo que haya que hacer y por ello la opción Juan Vivas la ha defendido el partido que gobierna para establecerse hegemónicamente utilizando el conformismo español y ceutí en la dirección conveniente a los intereses de partido.
Ahora bien, se están encontrando con un alto funcionario en el poder con una mentalidad provinciana, aleccionado por los gobiernos y desgobiernos que ha visto cuando ocupaba su puesto económico y que, a lo largo de su amplia singladura política, ha desarrollado unas dosis importantes de cinismo, entendemos que en parte por tener que enfrentarse a tanto pedigüeño de favores para él o sus hijos o familiares. Esto último deriva doblemente de su situación de poder político pero también de su condición algo megalómana, como no podía ser de otra forma con tantos años en el poder, de querer hacerse pasar por un santo y mártir de la política por el bien de su pueblo. Las horrendas torres del Sarchal son un elocuente ejemplo de su anclaje a lo municipal y de su aparentemente falta de recursos para enfrentar realidades administrativas tras-municipales.
Inclinarse ante el ciudadano o cruzar la calle para saludar a cualquier vecino de la ciudad despierta un inapelable sentimiento de simpatía por el poder, es un gesto fácil, ejecutado por una persona amable y cercana que dista mucho de los clásicos prepotentes y déspotas que se enquistan en la política. Simplemente, hace lo que siempre le ha dado resultado y lo que en cierta manera, favorecido por las circunstancias, ha propiciado su conversión al tecno-populismo que nada tiene que ver evidentemente con un movimiento musical pop. En fin, nadie es perfecto y el pasado vive en el presente y se proyecta en el futuro si se quiere tener una visión circular del tiempo, la historia y de los seres humanos. Es en definitiva, el éxito electoral de alguien que hace gestión municipal pero no política, o al menos no de la que transforma las realidades, y que ha salido de los despachos administrativos con la intención de ordenar el caos provocado por políticos profesionales sin méritos acreditados. De esta forma, como un pequeño Confucio cansado de buscar al gobernante perfecto que siguiera la tradición (orden, disciplina, respeto, etc..) en una Ceuta políticamente desmadrada tomó las riendas del poder (de todo el que puede tener con permiso de los señores del dinero, de la burocracia europea y de la propia cúpula del PP, claro está) y con el dinero de todos, pero sin pedirnos permiso, se ha propuesto mantener o incrementar todos los puestos de trabajo del Ayuntamiento y sus empresas con tal de que termine beatificado por los agradecidos y por los incautos que se acercan al gran mandarían a pedir esto o aquello, “para mi niño, don Juan, que es muy listo y fíjese está en paro el pobrecito”, “lo tuyo va bien encaminado y le veo futuro, persevera que ya vendrá tu momento”, cifrado en tiempo geológico claro está. Realmente el gran mandarín sabe bien cómo sacar lo mejor de las mentes de sus conciudadanos a base de una pócima compuesta de cinismo complaciente y amable para la víctima que cae en sus redes de agasajos.
De esta forma se convirtió en un ser sobrenatural por mandato popular y comenzó su pacífica andadura por la ancha escalinata de la política oficial. Por otra parte, ¿quiénes somos nosotros para cuestionar una práctica tan antigua como la misma burocracia y que ofrece tan excelentes resultados electorales? Definitivamente somos unos aguafiestas resignados que no podemos estar contentos nunca, ¡con lo bonita que está Ceuta, hombre!
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