Siempre he admirado profundamente a las personas que se crecen ante las adversidades, propias y ajenas, y que lejos de achicarse deciden erigirse día a día en protagonistas de sus vidas. De hecho es la única actitud inteligente ante los problemas: afrontarlos y enfrentarlos. Darles la espalda o mirar para otro lado nunca dio resultados positivos.
Esas personas tienen una actitud activa ante los inconvenientes y las dificultades que las circunstancias les plantean. Reconozco que especialmente admiro a determinados perfiles de mujeres como los de quienes destilan coraje por los cuatro costados. Mujeres que muchas veces tienen escasos y limitadísimos recursos económicos, con familias a su cargo que salen todos los días a buscar sustento, que se preocupan porque a los suyos no les falte de nada, olvidándose muchas veces incluso de ellas mismas. Mujeres cuyo máximo objetivo y prioridad es que a los suyos no les falten los bienes más básicos. Es indescriptible la capacidad de sacrificio que se puede llegar a tener cuando la necesidad apremia. Capaces de hacer malabares con trescientos euros, y a veces hasta menos, al mes. Y que además, no son egoístas. Comparten con quienes saben que tienen menos y están siempre dispuestas a ayudar. Es curioso observar que la generosidad del ser humano no tiene que ser proporcional a su capacidad adquisitiva. De hecho muchas veces es una relación totalmente inversa.
Sin duda son todo un referente.
Aunque también creo que muchas veces no son conscientes de toda su capacidad, especialmente cuando actúan unidas por alguna causa en común, al igual que creo que muchas veces son subestimadas e infravaloradas. A ello hay que sumarle que los poderes públicos no invierten todo lo necesario en asistencia social, especialmente en la actualidad. Un área como la destinada a la asistencia social debería ser como un gran brazo que se extiende para dar cobertura en esa materia a todas las personas que lo necesitan. Algo que no es así. Actualmente ese gran brazo se extiende muchas veces para apretar como una soga las ya maltrechas economías de muchas familias. Poner pegas en forma de papeleo excesivo para que muchas familias puedan beneficiarse de ayudas para obtener la asistencia más básica que de cobertura a las necesidades primarias de cualquier ser humano no es en absoluto solidario. Ni justo. Ni inteligente.
Sin embargo es lo que se hace muchas veces en nuestra ciudad retrasando hasta tres y cuatro meses una resolución administrativa cuyo objetivo es la provisión de ayudas asistenciales. Hasta tal extremo que lo que realmente está teniendo impacto social en ese sentido son las asociaciones sin ánimo de lucro y los grupos de personas que se organizan, que gestionan y forman muchas veces íntegramente mujeres para dar cobertura a unas necesidades primarias que políticamente, con el actual gobierno, no están teniendo la respuesta que se necesita.
Fundamentalmente porque las prioridades son otras distintas y que olvidan y obvian que la pobreza está tan arraigada en nuestra ciudad que sólo un cambio en el planteamiento podrían modificarlas.
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