El futuro siempre debe ser contemplado con respeto y precaución, pues contiene muchas incógnitas que no llegan a ser conocidas, en su totalidad, antes que el futuro se convierta en presente. Es más; algunas de ellas siguen siendo incógnitas más allá de esa frontera del tiempo y se enganchan a otros supuestos más o menos lejanos. Queramos o no, las obras de los seres humanos son siempre imperfectas - en mayor o menor grado - y, por ello, siempre se ha de estar buscando la forma de mejorar aquello que se está haciendo.
El futuro es - en definitiva - un producto del presente; de esa labor diaria que a todos nos corresponde y, a poco que nos descuidemos, aparecerá algo que no deseábamos. O algo que no tiene el vigor ni la orientación necesaria, porque unos nos hemos dedicado a deshacer la labor de otros, o porque hemos seguido líneas de futuro distintas entre sí y hasta totalmente opuestas.
Hoy estamos preocupados porque vemos que el futuro no proporciona señales de optimismo. Por todas partes aparecen señales de alarma y las mentes se dedican al análisis de las posibles repercusiones de esas señales, tanto para el futuro inmediato como a medio plazo y hasta en el más lejano que sea posible estimar.
En cuanto al sentir de los corazones aparece un abanico de sensaciones; desde las de aquellos que ya se han acostumbrado a que todo les vaya mal en la vida hasta la de los luchadores contra toda calamidad, pasando por los que se acomodan a cualquier circunstancia tratando de vivir lo mejor posible.
Hoy tenemos a la vista un futuro que preocupa, que no alegra el ánimo, que obliga a pensar en posibles acciones para tratar de mejorar esa triste percepción, pero no parece que se haya dado con la orientación necesaria para ello.
Se busca por aquí y por esos otros sitios que parecen más adecuados pero, por ahora - hasta hoy mismo - no se puede decir que se haya dado con lo necesario. Tal vez siga dominando ese empeño humano de creer que los demás están equivocados y que sólo uno mismo tiene razón.
Y no es que sólo se piense así, sino que, además, se les combate con verdadera saña, intentando que desaparezcan; como si con esa desaparición el futuro tendría otro carácter más amable y fructífero.
Se olvida, así, que la solución está en otra dimensión; en la de la comprensión mutua, en la del trabajo guiado por un mismo ideal general, el de servir a todos por igual y, con ello, alcanzar una sociedad justa en la que las necesidades de los demás sean tan importantes como las que se desean satisfacer para uno mismo.
Hay quienes creen que eso es inalcanzable. Sin duda es difícil el camino a seguir, lleno de dificultades y posibilidades de tropezar, una y otra vez; pero es el camino y ese camino se hace al andar; con todas dificultades que puedan presentarse y con todos los desfallecimientos que puedan ocurrir. No es labor de un día sino de la voluntad constante de la humanidad.
El futuro es el resultado de esa labor común, de ese quehacer del ser humano en el que pone el empeño de vencer para lograr lo que necesita. Esa es la invitación que todos tenemos para poder contemplar, juntos y con alegría, el futuro de hoy y de siempre.