Categorías: Opinión

El fraude

La administración está llevando a cabo una campaña contra el fraude, en la que la búsqueda de cualquier irregularidad se ha terminado convirtiendo en una obsesión. Eso es bueno, que se termine con muchos estilos de vida que se habían convertido en tradición. Ya saben ustedes: el tema de la doble moral... y todo lo que le rodea que tantos beneficios genera a una ciudad capaz de protestar por la permeabilidad de la frontera exigiendo mayor seguridad, hasta que ‘la muchacha’ le llega cinco minutos tarde... y entonces el mundo se derrumba. Somos así. Ahora ha llegado el momento de meterle mano y empezamos una carrera a la desesperada. Hay que terminar con los vicios del padrón, con los pisos patera y esa marroquinización silenciosa que está desdibujando las barriadas. Hay que terminar con el pirateo a gran escala, con las mafias de menores, con las de preñadas... hay que atacar la economía sumergida y ese empleo clandestino que no termina de regularizarse. En esas está la administración, intentando sanear una serie de corruptelas que han terminado por constituir parte de los cimientos de la sociedad. ¿Pedir responsabilidades? No seamos necios, en esta ciudad eso no se estila, a lo sumo se termina con la polémica cambiando de sitio a los que permitían que el cajón de sastre siguiera activo.
De estos movimientos de ficha espero resultados en todos los ámbitos. Y me estoy refiriendo sin tapujos a la necesaria actuación contra aquellos que también cometen fraudes pero viven protegidos por el gran poder: son los intocables bien por su posición o bien porque forman parte de colectivos fuertes, implantados, a los que se les ha permitido un montón de parabienes y ahora, para quitárselos, se necesita algo más que propósitos.
Si vamos a eliminar el fraude, hagámoslo golpeando en todos los frentes, no en cuatro pisos patera y unas anunciadas demoliciones mientras siguen intocables las grandes obras clandestinas y las residencias ficticias de las que se beneficia no el Mohamed de Castillejos sino el señorito con conocidos en todas las áreas que se lleva beneficios fiscales a cambio de no generar más que un arraigo interesado.
Asumiendo que la exigencia de responsabilidades va a dormir el sueño de los justos, espero, cuando menos, que el golpe al fraude se aseste por todos lados, terminando con un modo de vida de república bananera, que, en el fondo es lo que seguimos siendo.

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