El presupuesto es el espejo del alma. Decrepitud y decadencia. El documento que cifra las intenciones del Gobierno para el próximo ejercicio es el certificado de conclusión de un ciclo marcado por la frivolidad y la superficialidad. La perspectiva del tiempo explicará la gestión del Presidente Vivas como un modélico canto a la futilidad. Es inconcebible que tras una década en la que se ha invertido el mayor volumen de fondos públicos de la historia, no se haya corregido ninguno de los desequilibrios estructurales que sumen a nuestra Ciudad en una preocupante crisis de identidad.
El PP de Vivas eligió deslumbrar en lugar de alumbrar. La inmensa fortuna enviada desde la Unión Europea, cuya finalidad era promover la cohesión social y el desarrollo económico, se ha utilizado fraudulentamente para financiar una gigantesca campaña de imagen sin parangón presente ni futuro. Una diabólica espiral de intereses espurios, alimentada por el propio electorado, legitimaba el despilfarro más ruin y estéril. Cada nueva capa de maquillaje urbano, y cada reparto indiscriminado de dinero público, era saludado y refrendado por una mayoría absoluta, que incitaba a incrementar el esfuerzo en fachada, apariencia y oropel. Todo parecía bien. Todo parecía poco. En esta carrera infernal y alocada, sin planificación ni prioridades sociales razonables, se malgastaba irresponsablemente todo lo que llegaba. Y lo que no se tenía. Ceuta es actualmente la Ciudad más endeudada de España. Debemos más de trescientos millones de euros. Nuestra deuda por habitante dobla a la segunda en tan deshonrosa clasificación. Porque el problema no es la deuda en sí misma (bien utilizada es buena), sino el hecho de que se haya generado con el mayor índice de paro, fracaso escolar, pobreza, infravivienda, déficit de equipamientos y desequilibrios territoriales de todo el país; y estas mismas magnitudes permanezcan inalterables o hayan empeorado notoriamente.
Estamos en el final de este trayecto irrepetible caracterizado por la opulencia. El dinero procedente de los fondos de cohesión se ha acabado. Las abundantes transferencias del estado se ralentizan (o menguan) inevitablemente. La escalofriante escasez, desnuda la verdad de una política inmoralmente alegre y manirrota, que ha hipotecado a las generaciones venideras por mucho tiempo.
Tuvimos una excelente oportunidad para cimentar las bases de una nueva Ceuta, y no la quisimos aprovechar. Ya no hay medios para financiar más coartadas. Por eso el presupuesto de la Ciudad mira al pasado en lugar de abordar el futuro. Un elevadísimo porcentaje del margen de maniobra del gasto público se destina al pago deudas de ejercicios precedentes. Vivas, para sortear los tribunales de justicia, pretende sanear los pozos negros provocados por tantos años de desafuero. Las facturas sin consignación proliferan por doquier tiñendo de irregularidad la opaca gestión del régimen. Los acreedores, nerviosos, ya no callan. Pero nadie asume el descalabro.
Ahora nos enfrentamos a una cruel paradoja. En una coyuntura de profunda crisis, cuando es más necesaria la intervención del sector público, es precisamente cuando carecemos de los instrumentos económicos y financieros que éste nos debía proporcionar. El ejemplo más claro es el presupuesto de inversiones para el año dos mil doce. Se podría utilizar para dinamizar la actividad económica, y sin embargo se dedica, casi en su integridad (financiado con nuevos préstamos), a pagar obras ya ejecutadas.
Ninguno de los gravísimos problemas que nos sobrecogen encuentra una respuesta en más de doscientos setenta millones de gasto público. Empleo, vivienda, educación, cohesión social e inversión, son los grandes ausentes de la voluntad política de un Gobierno en retirada. El único objetivo perseguido, obsesivamente, es salvar la figura de un Presidente sin ambición, que se siente al final de la escapada. Sólo aspira a vivir del recuerdo, pagar las trampas, adjudicar el contrato de la basura y dejar que el tiempo pase, ayudado por los medios subvencionados para ocultar su responsabilidad. El inquietante porvenir heredado es cosa de otros.
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