Categorías: Opinión

El Festival de Flamenco

Me hubiera gustado escribir esta columna después de asistir al Festival de Flamenco de anteanoche, pero una  inoportuna indisposición me lo impidió. 40 certámenes le contemplan. Una privilegiada muestra anual que jamás deberíamos perder. Y así creo, será, al menos mientras la entusiasta Tertulia Flamenca siga en pie, por más tiempos difíciles que corran para el flamenco en estado puro y la afición por este género en Ceuta. Como la Feria, el Carnaval, la Cruz de Mayo, la Semana Santa o nuestro propio acento, ese certamen es una muestra más de nuestra identidad andaluza y española. De ahí que jamás falte el apoyo institucional a esa tradicional cita artística de primeros de julio.
Sin desmerecer los carteles de los últimos tiempos, cabe reconocer que hay diferencias en cuanto al pasado, cuando nuestro Festival prácticamente se codeaba con los mejores de Andalucía. Es evidente que la afición por este arte era muy superior a la actual, no digamos ya si nos remontamos a aquellos memorables concursos en teatros o ante los micrófonos de ‘Radio Ceuta’, cuando nuestros rasgos andaluces eran tan vigorosos.
Ya fuera por el desaparecido Teatro al Aire Libre de San Amaro o por las Murallas Reales, los llenos eran evidentes en un festival que tantas veces se prolongaba, fuera ya de programa, hasta que despuntaban las primeras luces del alba, ante el delirio de los espectadores y de quienes lo seguían en directo por la emisora decana. Faceta profesional inolvidable para el columnista, en tantas ocasiones compartiendo micrófono con Teo Marfil, Beatriz Palomo o José Luís Díaz.
El Festival de Flamenco de Ceuta fue grande porque así quiso que lo fuera aquel genio de la Tertulia y gran promotor del mismo, Francisco Vallecillo, una de las figuras referenciales del flamenco de la segunda mitad del pasado siglo. Tal era el prestigio de este ceutí de adopción y corazón, que la Junta de Andalucía decidió llevárselo a Sevilla como flamencólogo y asesor cultural, hasta su fallecimiento en 1990, cuando, sabiéndose ya en los últimos días de su existencia, quiso que se le trasladara a Ceuta para morir y descansar para siempre en ella.
La Tertulia, a la que le honra su incansable trabajo por el flamenco en Ceuta, sabe ser agradecida con quienes se distinguieron en esa labor.
Es el caso, precisamente, en 1993, cuando dedicó a Paco Vallecillo un gran memorial, como el año pasado homenajeando a Carlos García Bernardo o en el festival de anoche a ese popular y gran maestro de la guitarra que fue Pepe Benítez.
Artistas de primer nivel, anteayer, en el escenario del Auditorio de la Marina. No son, evidentemente, figuras como las que, por ejemplo, cita ese cartel de hace 33 años con El Lebrijano, Mairena, Naranjito de Triana, José de la Tomasa, La Paquera, Juanito Villar, Curro Malena… Pero, aunque más modesto,  lo importante es que el festival prosiga vivo y fiel a su cita. Como lo tienen también tantas otras provincias andaluzas: los 28 de la de Cádiz, los 21 de Málaga o los 28 de la de Sevilla.
Tampoco el flamenco es el mismo con la aparición de nuevas tendencias de mestizaje con otros estilos musicales de la mano de numerosos artistas. Es la polémica entre los defensores de la ortodoxia del género y los más interesados en su permeabilidad y evolución. Los cantaores más jóvenes tienden a hacer un género distinto reinventado ritmos, lo que a algunos les parece positivo. No en mi caso.
Me temo que el flamenco, flamenco, se nos está apagando, falto de  empuje y de un mayor número de cantaores nuevos. Coyunturalmente asistimos a un vacío de creación. Sus innovaciones, abiertas a las tendencias globales a nivel mundial, bien pueden ser reflejo de los procesos de mestizaje que, desde hace tres décadas, se observa en proporción creciente en la música. Valgan los ejemplos de Pata Negra y su fusión del flamenco con blues, o la inspiración caribeña y pop de Ketama.
Insisto. Me quedo con el flamenco puro, el de siempre, el del que sabe hacer cátedra La Tertulia y quienes la integran. Aquel con el que me deleito sintonizando ‘Canal Flamenco Radio’. El flamenco, vaya, del inolvidable Paco Vallecillo, al que, ya de madrugada, en una retransmisión, le preguntaba yo que a qué hora, calculaba, podría concluir el festival y canturreando me respondía:
“…y a las tres de la mañana,
las seguiriyas gitanas.
¡Ya empieza el cante de veras!”
¡Qué festivales aquellos y qué afición la de entonces!

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