El fenómeno de las captaciones

Cuando uno de los detenidos en la operación sin nombre desarrollada el pasado viernes por la Benemérita y la Policía Nacional fue arrestado, hace un par de años, por la Guardia Civil al verse implicado en un brutal apedreamiento a sus unidades en el Príncipe, ya alardeaba, sin vergüenza alguna, de un discurso radicalizado.

Tanto alardeaba que incluso en los calabozos de la Comandancia de Hadú, intentaba inculcar sus extremos pensamientos a los sufridos números de la Benemérita a los que, aquel día, les tocaba controlar a los detenidos.
En el Príncipe tampoco se escondía, haciendo la yihad, entendida a su manera, en los cafetines y en el entorno de determinadas mezquitas. Su mensaje calaba solo entre algunos, puesto que también se enfrentó a varios desplantes de vecinos y a expulsiones de determinados centros de rezo en los que no se le dejó ni asomarse.
Su forma de entender la yihad sí que caló, en cambio, entre algunos de los jóvenes que han marchado a Siria en el último año. La investigación desarrollada por la Comisaría General de Información del Cuerpo Nacional de Policía y la Jefatura de Información de la Benemérita, le señala a él y al considerado cerebro del grupo (aún sin detener y conocedor de todo lo que está pasando en Ceuta desde el país europeo en el que reside) como los que captaron, por ejemplo, al taxista del Príncipe, Rachid, a quien el Ministerio de Interior ha atribuido la muerte de 130 personas en un campamento militar de Siria, tras empotrar contra su base un camión cargado de explosivos después de grabar su despedida.
El fenómeno de las captaciones ha provocado que jóvenes que nada tenían que ver con pensamientos radicales hayan terminado aceptando una forma de pensamiento y haciendo suya una interpretación de la yihad rechazada incluso públicamente por las asociaciones islámicas con representación en la ciudad. La propia UCIDCE, en una entrevista de su dirigente Laarbi Maateis, a El Faro, dejaba claro que esa variante era un error.
De los nueve casos conocidos de ceutíes que han marchado a Siria (tres muertes han sido confirmadas a sus familiares), ha destacado el caso de un adolescente o de un joven estudiante de instituto incapaz, según su familia, de participar en una guerra. Padres de familia, jóvenes desempleados u otros que tenían mayor disposición económica, además de hombres más formados y con mejor preparación intelectual que otros. No ha existido un perfil concreto para hallar una justificación clara sobre el objetivo de esas captaciones. El que caía, caía. Así funcionaba esta organización.
La red desmantelada en la operación conjunta entre ambos Cuerpos varió sus formas de actuación. Advertía a los familiares de que no hablaran con la prensa, comenzó sacando a los tres primeros que marcharon del Príncipe vía península, para después usar la ruta marroquí, siempre manteniendo contactos con enlaces en la vecina Castillejos. Los últimos cuatro en marchar lo volverían a hacer saliendo desde Ceuta a la península. Cuando se produjeron las primeras marchas a Siria, las familias tardaron en denunciar los casos y lo hicieron en el juzgado o en el cuartel de la Guardia Civil, cuando ya las historias habían sido publicadas en este medio, el primero que comenzó a colocar sus miras en el conflicto sirio y su relación con Ceuta.
Los siguientes casos de marchas sí que provocaron la presentación de una denuncia de inmediato, en el cuartelillo de Hadú o en la Jefatura Superior de Policía. Poco a poco se iban conociendo los casos dibujando perfiles bien distintos.
Durante todo este tiempo, hasta que se decidió acelerar una operación que iba a ser reventada semanas después para frustrar así un nuevo viaje a Siria, las fuerzas de seguridad estuvieron investigando los centros de captación, los focos de reunión (en el Príncipe, cerca de determinadas mezquitas, en Loma Margarita, en la zona de las antiguas caracolas... y hasta en pleno centro), contemplando el fenómeno de unas captaciones rechazadas y evitadas por muchos vecinos de la barriada.

Lobos solitarios y delincuentes

La gran preocupación del Ministerio de Interior pasa por la figura de los llamados lobos solitarios, personas que tras haber sido adoctrinadas regresan a sus países de origen pudiendo actuar de manera aislada provocando atentados. Sobre esta figura se está trabajando, y fiel reflejo de eso fue la operación desarrollada en Barcelona hace unas semanas, en la que se detuvo a un grupo compuesto por cinco personas de nacionalidad tunecina que se dedicaba a divulgar material multimedia con contenido 'yihadista' a través de redes sociales. Según dijo en su día el ministro de Interior, el objetivo de ese operativo era “neutralizar la amenaza que significa con carácter general el terrorismo yihadista, la actuación de los llamados 'lobos solitarios' y de los retornados, personas que han ido a combatir a Siria, el Sahel, Somalia o Yemen y que suponen una potencial amenaza terrorista”, explicaba. Ahora se ha repetido lo mismo: evitar que se produzca ese retorno. Pero además de los lobos solitarios, Interior trabaja en la vinculación entre el radicalismo y el pasado delincuencial de muchos de los implicados. Es una curiosa evolución la que tienen muchos de ellos, que anteriormente pudieron estar implicados en tráfico de drogas, apedreamientos, robos, tráfico de vehículos robados o incluso tiroteos... hasta que al final sus nombres aparecen vinculados en fenómenos radicales y extremistas de este tipo. Esa vinculación no es extraña, si algo financia la marcha de jóvenes a países como Siria es la práctica de estos delitos.