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“El ‘febrero negro’ que sufrió Ceuta fue un drama y una chapuza”

A sus 35 años,  el sevillano Tasio Oliver concurre a las elecciones europeas en el octavo puesto de la lista de Izquierda Unida. Licenciado en Periodismo y miembro de la Presidencia Federal, fue la gran apuesta de la corriente interna que lidera Gaspar Llamazares.

Censura el austericidio bendecido por Bruselas como receta ante la crisis y aboga por una nueva política que se lance, de una vez, al rescate de los ciudadanos.
–Por los discursos de los dos grandes partidos da la impresión de que el 25 de mayo lo que se disputa es la primera vuelta de unas elecciones generales...
–Sí. Los grandes partidos consideran el 25-M algo íntimo y personal. Yo digo que Cañete y Valenciano parecen una pareja mal avenida que no se atreve a romper, dependientes sentimentales. Se centran mucho en debates nacionales, evidencian una inquietud a perder la hegemonía. El discurso es muy laxo y no explican el proyecto europeo, se remiten a cuestiones nacionales, haciendo el vacío a otras formaciones. Se les ve inquietos, agresivos, a cara de perro. Temen que sea el primer paso hacia un cambio de ciclo y de modelo.
–¿Es un momento crítico para optar entre recortes o política social?
–Estas elecciones son muy importantes por tres motivos. El primero  es que en Europa se deciden el 80 por ciento de los máximos y mínimos legales que luego se convierten en normas en cada Estado. Hay una delgada línea que une las recomendaciones que da Durao Barroso y lo que luego ponen negro sobre blanco Montoro, o antes Solbes. El Gobierno de Madrid, Roma o Berlín empieza en Bruselas. Como segundo motivo, hay cierta connivencia de intereses, porque tanto a PP como a PSOE no les interesa que se conozca más allá de lo que viene de Bruselas. La población ha tomado conciencia de que allí se deciden cosas porque se les ha estado echando marrones a Europa: los recortes impuestos, la prima de riesgo, la Troika, como si en España nadie fuese culpable del mal gobierno... Y el tercer motivo es la definición del modelo: decidir entre si dedicamos los esfuerzos a salvar las nalgas a grandes corporaciones o a desarrollar el concepto social que la UE tenía en su inicio. En estos últimos años se ha abandonado la pata social del proyecto, la integración ciudadana de la que Europa era ejemplo para lanzar un salvavidas a cierto capitalismo salvaje. Están desmantelando un sistema  que buscaba la distribución de la riqueza y aportaba bienestar social, calidad de vida, posibilidades de ser feliz.
­ –¿La crisis puede llevar a España del europeísmo militante de los 90 al desapego absoluto?
­–Es obvio. Se puede resentir, porque Europa no ha mirado en esta crisis a las personas. Estamos en una macroestructura que te impone la tarifa eléctrica, las reformas laborales que sufres...  No puedes decidir y crea desafección, claro. Europa era libertad, acceder a un mundo desconocido de libertad, prosperidad, desarrollo. Ahora la música de Europea suena fatal, no convence a nadie, suena a sufrimiento, a drama social, a 26 por ciento de riesgo de exclusión social, a enormes núcleos de pobreza. El proyecto de Europa era el del éxito, pero si la sociedad no retoma las riendas será un fracaso colectivo.
–¿Tiene la impresión de que si el PP gana el 25-M lo considerará un refrendo a su política económica y habrá recortes para rato?
–Ese es el peligro. Creemos que están arramplando con todo, sin complejos. Pero puede ir a peor. Conocemos otros modelos más desalmados en torno a la redestribución de la riqueza. El despiece de lo público para ponerlo en manos privada es una hoja de ruta que acaba siempre en las mismas manos y el mismo círculo de poder concéntrico, como salvar a la banca... Te dicen que van a crear empleo, pero no qué tipo de empleo. El mismo de antes no es. Vamos hacia una asiatización del mercado laboral, trabajar más por menos. En estos años ha habido 34 reformas de la legislación laboral que han producido un millón y pico más de desempleos. Casi 200.000 personas dejan de buscar empleo cada trimestre. La clase media pierde poder adquisitivo y paga por servicios que antes no asumía. Lo están consiguiendo: si no te gusta la educación pública, por ejemplo, buscas un centro concertado.
–¿El Estado social tal y como estaba concebido es una especie en peligro de extinción?
–Se ha desmantelado. El único poder de la gente para intentar contraponer sus intereses a los de otros poderes es la política, pero con mayúsculas, no la de los aprovechados. No he visto ninguna marcha de los banqueros peregrinando de la City londinense a Madrid para pedir el rescate, pero lo lograron. En cambio, nosotros sufrimos y tenemos que oponernos.
–¿Se puede hablar de Estado del Bienestar en Ceuta con un 72 por ciento de desempleo juvenil?
–No. Ceuta además, por ser zona periférica de la Unión Europea, evidencia que en ese modelo se ha fracasado. Hay 13.000 desempleados, una inyección importante de fondos europeos mal dirigidos que no han creado un sustrato endógeno que crease una actividad mínima y se evidencia que el modelo falla. Hay que recuperarlo a través de la política.
–¿Cómo gestionó el Gobierno el escenario posterior al 6-F?
–Fatal. El febrero negro que sufrió Ceuta evidencia un drama y una chapuza tremenda. Asistí en el Congreso a la comisión y me estaba quedando a a cuadros. La puerilidad de los argumentos, incluso la poca delicadeza a la hora de narrar desde el punto de vista de las autoridades fronterizas cómo ocurrió aquello denota una tremenda falta de respeto por cuestiones básicas que también estaban antes en la médula espinal de la UE: los derechos humanos. Europa era la defensa y la bandera de los derechos humanos. Cómo trata el Gobierno la inmigración y cómo sobre el terreno la intenta solventar es una falta de respeto a ese proyecto.
–¿Pero no debería la UE implicarse más en un problema que le explota en su puerta de entrada?
–Debería implicarse desde el punto de vista de homogeneizar protocolos, una política de asilo común... La Comisión debería actuar porque a veces a los gobiernos se les va la olla. No se puede tratar en territorio europeo a personas que nadan hacia tu costa a pelotazo limpio, es un principio democrático básico. Tampoco se puede hablar de integridad territorial: nadie se cree que porque vengan nadando eso esté en peligro.
–A IU, y antes al PCE, se le ha reprochado siempre un lenguaje ambiguo sobre la españolidad de Ceuta y Melilla. ¿En qué punto estamos ahora?
–Ahora no es un debate esencial. Está por delante el drama social. No se puede tener esa bolsa de desempleo y de población abocada al fracaso continuo, a la perpetuidad de pobreza en algunas zonas. No hay sentido.
–¿Qué titular le sugiere a un periodista la España actual?
–Complicado. Pero algo así como ‘Sálvese quien pueda’.

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