El ‘FBI marroquí’, de Marrakech a Casablanca

Recientemente se presentó en Salé, localidad contigua a Rabat, el Despacho Central de Investigaciones Judiciales (BCJI, en sus siglas en francés). Identificado inmediatamente por los medios locales como “FBI marroquí”, el nuevo cuerpo no es otra cosa que el ala antiterrorista de la Dirección General de Vigilancia del Territorio, denotando la preocupación con la que el vive la evolución del fenómeno yihadista.

Desde su creación, el BCJI ha procedido al desmantelamiento de varias células terroristas, sobre todo especializadas en el envío de combatientes para el Estado Islámico, en territorio sirio-iraquí, pero también tramas que se dispondrían a cometer atentados en Marruecos. Es el caso de la célula desactivada el pasado 22 de marzo, cuando en una operación coordinada en nada menos que hasta ocho localidades (Agadir, Tánger, El Aaiún, Boujaad, Tiflet, Marrakech, Taroudant y Aïn Haroud) se procedió al arresto de varios individuos y se incautó un importante arsenal, según señaló el ministerio de Interior. La coordinación con Marruecos es vital para Europa y, de modo especial, para España. No es inhabitual que el titular de Interior y responsables policiales españoles enfaticen la buena entente entre Madrid y Rabat, y el elevado nivel de implicación entre cuerpos y fuerzas de seguridad. La acción de la Dirección General de Vigilancia del Territorio y la colaboración entre servicios de inteligencia ha sido esencial en el desmantelamiento de células yihadistas en territorio español. Sin ir más lejos, el 16 de diciembre de 2014 una operación conjunta permitía la desarticulación de una trama que operaba en Barcelona, Melilla, Ceuta y Fnideq. Rabat se ha convertido en socio ineludible para occidente en materia de lucha antiterrorista. Por otra parte, Marruecos se mantiene como una suerte de excepción en su entorno, al margen de los dramáticos desarrollos argelinos, libios o malienses. Pero el Reino también ha sido víctima del yihadismo y dos son los hitos que han marcado la evolución de su lucha antiterrorista. Marrakech, 1994 El 24 de agosto de 1994, varios hombres armados irrumpen en el hotel Asni de Marrakech y abren fuego contra un grupo de turistas que se encontraban en el hall, acabando con la vida de dos ciudadanos españoles e hiriendo de gravedad a una francesa. El comando está compuesto por Stéphane Aït Idir, Reduán Hamadi y Tarek Felah, todos ellos franceses de origen argelino. Los terroristas confiesan que otros grupos preparan atentados similares en Casablanca, Tánger y Fez. Durante las semanas siguientes se producen varios arrestos, tanto en Marruecos como en Francia, y los detenidos son condenados a penas de prisión por su vinculación con la célula de Marrakech. Reclutados por Abdelilah Siyad, ex miembro del Movimiento de la Juventud Islámica (Chabiba Islamiya), todos ellos habían recibido entrenamiento militar en los campamentos de Al Qaeda en Afganistán y habían pasado posteriormente por el maquis islamista argelino. Este atentado ponía fin la denominada “excepción marroquí”, habida cuenta que el país magrebí se había mantenido impermeable hasta la fecha a la violencia del yihadismo internacional. Tras el ataque del Asni, a instancias de su hombre fuerte, Driss Basri, el soberano marroquí, Hassan II, decide cerrar la frontera terrestre con Argelia, que atraviesa sus momentos más convulsos. Rabat vinculó los hechos al contexto argelino y a las tensiones y rivalidades regionales con Argel. Harto dependientes del sector turístico, las autoridades seguían manteniendo el discurso de la excepción marroquí en terrorismo, al tiempo que el yihadismo empezaba a situarse en el punto de mira de los cuerpos y fuerzas de seguridad. Casablanca, 2003 El gran toque de atención llegó el 16 de mayo de 2003, cuando once kamikazes se hacen explotar casi simultáneamente, al caer la noche, en el centro de Casablanca. Los atentados se producen en una plaza de la medina, en el hotel Farah, el club de la Alianza Israelita y los restaurantes Casa de España y Positano, provocando la muerte de cuarenta y cinco personas, entre ellas ocho europeos, y decenas de heridos. El modus operandi, la selección de objetivos, el tipo de explosivos empleados, la magnitud de los daños y la mediatización posterior de la acción hacen creer a los medios marroquíes que la organización de Osama Ben Laden está detrás de los atentados suicidas. Los servicios de seguridad marroquíes ratificarán ulteriormente la pista de Al Qaeda. En un mensaje difundido el 13 de febrero de 2003, apenas tres meses antes de los ataques, Osama Ben Laden designa Marruecos como objetivo por el apoyo prestado a Estados Unidos, tildando al país de Mohamed VI de “apóstata”. En Marruecos, casi nadie prestó atención a estas amenazas. La incapacidad de los cuerpos y fuerzas de seguridad para anticipar los atentados se encuentra en el origen de la destitución del jefe de la Dirección de la Seguridad Territorial, Hamidu Laanigri. Tras los atentados del 16-M, se desata una “caza de brujas” en los medios islamistas. Se acusa al Partido para la Justicia y el Desarrollo, actualmente en poder, de ser el “autor moral” de los ataques y unas tres mil personas son detenidas en pocos meses, resultando condenadas por los tribunales 634, por su implicación directa o indirecta en los ataques. Denunciados por organizaciones de derechos del hombre, los excesos en la actuación policial están al orden del día y ve la luz una ley antiterrorista. Casablanca es el punto de inflexión. Marruecos está en pie de guerra contra el terrorismo.