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El Estrecho como reto vital

“El mío no es un reto deportivo”. Por ahí empieza Ana María Romero, psicoterapeuta, el relato de la historia que le llevará mañana, salvo novedad inesperada, a lanzarse al Estrecho de Gibraltar desde Tarifa para intentar llegar hasta Tánger. Dicen los expertos que no hay dos travesías iguales entre Europa y África porque nunca hay tampoco dos días iguales ni con las mismas corrientes. En el último siglo, más de un millar de personas han completado con éxito esta particular odisea que para algunos es un desafío atlético pero que Romero se ha tomado como una pértiga vital. Hace poco más de dos años, esta gaditana de nacimiento fue diagnosticada de fibromialgia. Los recuerdos de las penalidades de su enfermedad hilvanan meses sin poder salir de casa, sin poder atender o coger en brazos a su hijo pequeño... “Lo único que no me robó la fibromialgia fue esto, el trabajo, que se convirtió en mi vía de escape”, explica una de las salas de su consulta profesional sobre su peripecia con una afección que tortura a quienes la sufren con insomnio, fatiga crónica y “más de cien síntomas” como depresión, ansiedad, hipersensibilidad...”. “Al final, aunque suene raro, al dolor te acostumbras”, asegura con una sonrisa permanente pese a que durante esta misma semana ha padecido un nuevo brote con el que lidia como puede sin faltar, ni en los peores momentos, a la que se ha convertido en su cita diaria con el agua del mar. “El año pasado”, rememora, “comencé a ir a la piscina del ‘Guillermo Molina’ tras mucho tiempo sin hacer nada de deporte, casi sin poder valerme por mí misma, sin poder mover un brazo...”. El 31 de julio del año pasado, frustrada, fue por última vez a nadar antes del cierre del vaso de agua de cada agosto. Con la decepción en la cara, un compañero de fatigas, José Antonio Carracao, que se ha convertido en su “motivador”, le preguntó por qué no probaba a seguir disfrutando de la natación en el mar. Venció el temor inicial y lo hizo. Desde entonces no ha parado, ni en los días de peor temporal del invierno.

Romero no ha faltado ni un día a su cita con el mar salvo por brotes muy fuertes

“Los enfermos de fibromialgia necesitamos hacer ejercicio, nuestra medicación y psicoterapia y yo el 1 de agosto del año pasado me metí por primera vez a nadar en el mar y no he vuelto a salir: las sensaciones negativas y los dolores de la enfermedad desaparecen mientras estoy allí, aunque vuelven a las dos o tres horas desde que sales”, relata. En septiembre, temiendo que la tomasen por loca, se planteó por primera vez cruzar a nado el Estrecho como un reto vital, como un recuerdo al que aferrarse en las crisis de la fibromialgia: “Quería hacer algo grande, algo que recordar para pensar ‘si conseguiste aquello también puedes con este dolor o con esta sensación’, explica”. La Asociación de Cruce a Nado del Estrecho de Gibraltar (ACNEG) la acompañará en este desafío que los deportistas más preparados completan en unas tres horas pero Romero no compite con el cronómetro.

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