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“El espíritu del Señor está sobre mí”

Me comentaba Myriam la grata sorpresa que se había llevado al ver en un programa de televisión cómo reivindicaban los niños de un colegio en Petaj Tikwa, que se les posibilitase una calidad escolar justa, ya que estaban hacinados dentro de una clase pequeña, y encima con mucho calor, pues de ese modo no podían trabajar con holgura.

Fueron recibidos con toda ceremonia por el Alcalde, e iban pasando uno por uno ante una gran mesa presidida por el edil, en la que dejaban una lata de sardinas. No pronunciaron una sola palabra, y menos de protesta. Con eso tuvieron suficiente, pues al día siguiente mismo, les solucionaron el problema estableciendo distintos turnos de horarios, para que todos estuvieran como Dios manda. "Hay políticos españoles que muchas palabras y poca acción, nunca resuelven casi nada", le contestaba yo con cierta nostalgia. En otra ocasión salieron las parejas jóvenes a la calle para protestar por la cantidad de impuestos que axfisiaban su economía, y enseguida se pusieron a trabajar en el asunto aquellos políticos, a fin de solucionarles el problema, que enseguida estuvo resuelto también. Allí se suelen tener muchos críos, y las parejas deben hacer muchas cuentas, y como no llegaban a fin de mes, protestaron en silencio. Las pancartas decían: "No podemos con tantos impuestos", y sin palabras, lo solucionaron.
Dice Myriam que allí se toman muy en serio las demandas de los ciudadanos. Aquí los problemas cuestan más poder resolverlos...
Jesús está llegando a Nazaret a la caída de la tarde. Va tranquilo y con una sonrisa dibujada en Su cara, que a los demás les transmite tranquilidad. La gente que los ve, saluda a todos por igual. Los hijos de Alfeo, ya fallecido, parecen dos espectros vivientes. Van todos con la cabeza baja, excepto Jesús, que acaricia a los niños que se va encontrando por las calles, y besa a los que Le reconocen. Isaac el pastor baja por la cuesta con cántaros de agua de la fuente. Al ver a Jesús, deja en el suelo los cántaros, sale corriendo hacia Él y grita:" ¡Mi Señor!" Jesús lo saluda, y le pide que no diga nada a Su Madre, pues va primero a casa de Alfeo. Dice a los Suyos que esperen fuera. "Estaremos esperando cerca de Ti", advierte Pedro.
Jesús entra en la casa, pasa por la cocina seguido de Santiago y Tadeo, y encuentra a María de Alfeo llorando. Simón y José, junto con otros hombres sentados en círculo, que son los familiares del difunto, permanecen en silencio. Es la costumbre judía, que perdura hasta nuestros días. "Paz a esta casa y paz al espíritu que la ha abandonado". María se sorprende al verLo, no hubiera querido que llegase, por temor a cómo iban a reaccionar sus hijos, más los que estaban en la casa, y el pueblo entero. Los primos no quisieran saludarlo, pero se levantan sin saber cómo actuar.
Jesús va hacia ellos con cariño, los abraza y les habla: "Simón, eres ya el cabeza de familia, vengo a llorar contigo. Hubiera querido estar aquí a la hora del dolor, pero Me encontraba lejos. Y tú, José, ¿no aceptas que llore con vosotros? Nos amamos y debemos estar unidos". Entonces José Le recrimina que su padre murió con muchos dolores por Su culpa, y Simón insiste que debía haberse quedado para el duelo. Simón es más comprensivo, Le dice que, aunque su padre Lo echó de la casa, no obstante, debía reconocer lo enfermo que estaba, y disculparlo. "Dios quería ese dolor para todos. Para Mí, que he sufrido como si Me hubieran arrancado en vivo un pedazo de carne. Para vuestro padre, que con el dolor pudo comprender la Gran Verdad. Para vosotros, pues con este sacrificio ofrecéis al Padre lo mejor para la salvación eterna de Alfeo. Y para Santiago y Judas, que el peso de su dolor los hace perfectos a los ojos de Dios". Simón está sobrecogido y Le pregunta si todo eso es verdad. "Yo te lo aseguro, Simón. ¿No quería verMe y Me llamaba?" Simón Le responde que sí, que se lamentaba que Él no estuviese, y decía: " ¡oh muerte sin Jesús! ¿Por qué Lo eché de esta casa?" Pero se consolaba diciendo: "La Madre es parte del Hijo y La tengo a Ella". Jesús está llorando mientras consuela a Simón. "Pero Yo estoy con el Padre, sin embargo, no soy más que el Padre". José reprocha a Jesús que haya sanado a otros y no lo haya hecho con su padre. "Yo estoy con el mundo, pero no soy del mundo. Sufro con Mi humanidad y Me alegro con las cosas Celestiales. Amaos los cuatro hermanos, sin rencores. Comprended la necesidad de Santiago y Tadeo, pues sus espíritus desean estar unidos a Dios. Ellos sienten mucho amor en sus corazones". Todos están llorando , no pueden hablar de tanta emoción, aunque José se resiste a comprender. Jesús no insiste más, y pide a Simón que lo lleve a la tumba de su padre, para honrarlo junto a Sus discípulos. La tumba está cerca del olivar, detrás de la casa...(Simón no se unió al grupo de los Apóstoles, no fue por tanto, discípulo del Señor; sólo fue un espectador de lo que iba sucediendo, aunque no se convirtió en enemigo de Jesús. Cuidó y defendió a la Virgen María y a su madre.
Más tarde, derramó también su sangre como mártir, pues reconoció a Jesús como verdadero Mesías de Dios). Ha llegado el Sabbat y se acercan a la Sinagoga de Nazaret todos ellos. Hay además otros parientes que acompañan a la comitiva. El sinagogo termina la Lectura y mira a los asistentes. Se levanta Jesús y lee a Isaías: "El espíritu del Señor está sobre Mí...", y Jesús deja de leer para hacer Su comentario:"El portador de la Buena Nueva de esta Ley del amor está ahora entre vosotros.
Con esta Ley conseguirán la salvación todos los que tienen el corazón enfermo por el vicio, que también atrae a la enfermedad del cuerpo... Están prisioneros del espíritu del mal, pero obtendrán la salvación, la liberación. Yo he venido a romper estas cadenas, a abrir el camino del Cielo, a dar Luz a las almas ciegas, y a dar oídos a las almas sordas. Ahora es tiempo de Gracia del Señor, que es Quien os habla. Los Patriarcas hubieran querido ver este día que predijeron los Profetas, y escuchar la voz del Altísimo. La entrada al Paraíso está muy cerca, pronto serán ciudadanos del Cielo. ¡Venid a la Luz! Sentíos libres y despojados de todo lo que os turbe, y seguid al Mesías. Si queréis la salvación, está ahora en vuestras manos. Pero la Gracia no llegará a quien desee seguir en el pecado".
La gente se remueve y murmura. "Comprendo lo que estáis pensando. Yo os digo que ningún Profeta es bien mirado en su Patria. Mis seguidores son de otras regiones, los que tienen mayor fe y los que pueden recibir milagros. Aquí no podré hacer nada". (Hago un descanso, suspiro, y recuerdo las mismas palabras que la Virgen María dijo en Aranguren. Por la falta de fe que encontró en esta desagradecida ciudad, no pudo realizar la Obra Celestial que había previsto. Una ciudad que se entrega a Dios, recibe beneficios incontables por parte de Él. En Ceuta, ningún reconocimiento, ningún testimonio, sólo la frialdad y la indiferencia. Y nos perdemos lo mejor). "Os recuerdo que Elías encontró fe en una mujer fenicia y Eliseo encontró la fe en un sirio, y ellos recibieron los milagros. Sin embargo, los que tuvieron hambre en Israel, no tuvieron pan, porque su corazón no veía al Profeta. ¡Pues vosotros sois igual, incrédulos a la Palabra de Dios!" Injurian al Maestro e intentan pegarle, pero Sus discípulos Lo defienden. Entonces los fariseos y nazarenos echan a Jesús de la ciudad, lo llevan a la cima de un monte de enfrente, que aún permanece intacto y se visita.
Jesús se vuelve hacia ellos, y con una mirada magnética desaparece de su vista al subir el sendero. Arriba existía un poblado y Jesús se hospeda en casa de unos amigos. María de Cleofás, avanzada en años, es la anfitriona. María ha subido a encontrarse con Su Hijo, Ella quiere que se marche de aquellos lugares, pues no es bien recibido en Su pueblo. "Mamá, si el Hijo del Hombre fuese sólo a los que Le aman, debería dejar la tierra y marchar al Cielo. Yo soy la Verdad, que es odiada, y he venido a redimir al hombre por voluntad del Padre. Pero Tú eres Mi recompensa, Mamá. Aniquilaré al enemigo con Mi sangre, y los corazones de piedra se suavizarán. Para esto bajé del Cielo y tengo que desear que todo se cumpla". María se ha echado el velo hacia adelante, esconde Su rostro como una sacerdotisa. "¡Hijo Mío!", contesta destrozada. Jesús La consuela:"debo ausentarme, cuando esté cerca de aquí Te mandaré llamar". Ella sabe muy bien todo cuanto le ha de pasar a Su Hijo, según anunciaron los Profetas. Su corazón tiembla al pensarlo, y llora. "No te preocupes, Mamá, Dios te hará suave el dolor, y después vendrá la paz". Anochece y pide Jesús a la Mamá que se marche, pues el camino es largo y difícil. "Te bendigo", y se despiden. Ellos se marchan hasta Tiberíades, a casa de los Cusa. Todos se llenan de alegría al verLo. Juana, ahora casi un esqueleto, aunque de gran belleza, y que sonríe al Maestro, se precipita, se arrodilla y besa los pies del Señor. Cusa, de aspecto señorial, se inclina con total reverencia ante el Rabbí y besa la orla del vestido. Más tarde veremos a Juana al pie de la Cruz llorando sin parar. Ellos se sorprenden de la grata visita y Él les dice que Su Madre va a llegar con Su cuñada, para quedarse un tiempo con ellos. "Está cansada, ha sufrido mucho últimamente y quiero que vea que alguien Me ama". Los dueños hacen llamar a Jonatás, para recoger en carruaje a las mujeres. Una vez en Nazaret, la gente se sorprende que ellas vayan a ser huéspedes del Procurador del Tetrarca, hombre rico y poderoso, y Juana, de estirpe real. Teniéndolo a Él, se tiene todo", dice uno que es amigo de Jesús. "¡Su mismo pueblo, y rechazó al Mesías! Pronto tendréis el odio de la casta sacerdotal, y estaréis sin auxilio del Cielo. ¡Incrédulos!" La gente rehúye y se va avergonzada... Por fin llega de nuevo el carro a la casa señorial. Juana sale a recibirlas y también Jesús con los discípulos. Juana se deshace en bendiciones, y Cusa se inclina con reverencia:"Bendita Tú, Madre de Jesús". María responde: "bendito nuestro Salvador y benditos los que aman a Jesús. Él es señal de contradicción para muchos. Cuando era pequeño, lo profetizó Simeón en el Templo y todos los días se cumple". Juana llora y dice a María:"Lo amaremos y defenderemos con nuestras vidas"... En toda la campiña de Galilea ha comenzado la vendimia. Como es propio de este momento, por el campo se oyen cantares y risas de los campesinos, que pisan la uva, y las mujeres que llevan los cestos al lagar. Los niños aprovechan para jugar y correr por los huertos. María, Jesús y los discípulos pasan por uno de aquellos poblados cerca del Lago. La gente Lo reconoce y grita al unísono:"¡Rabbí, Rabbí!". Jesús saluda con Su habitual sonrisa. Han llegado a casa de unos ricos terratenientes, que al parecer, Lo esperaban y se alegran mucho al verlo. Le informan que por la tarde vendrán todos a escuchar Sus Palabras, después del trabajo. Se extrañan que María vaya en el grupo. "Ella es ahora la discípula más fiel, que Me evangelizó antes de que naciera". Dice que Su deseo desde niña fue siempre seguirLo y escuchar Su Palabra."Dios Le concedió esa Gracia, y la de ser Madre del Mesías". María confiesa que al oírlo se sumerge en un éxtasis de contemplación. "Él es el Amor y Yo soy Su Madre. El Retoño de la Casa de Jessé está ahora entre nosotros, que es la Sabiduría Eterna". Los Apóstoles se han sentado bajo un árbol de jazmín y comen tranquilos pan con uvas. Al caer la tarde, llegan los campesinos para escuchar al Señor. Él sube tramos de una escalera que va al piso superior y Su Madre se sienta en el escalón inferior, cerquita de Él. Lo mira y parece una rubia paloma, menuda y enamorada. Todos están deseosos de oír al Maestro. Él habla lentamente:"Se Me pidió que viniese a bendecir el trabajo del hombre, y vine. Este trabajo merece ser bendecido por el Dios Eterno. Pero no olvidéis que para obtener bendiciones de Dios, hay que ser honrados en todo, ya que el pensamiento de Dios es sano y frena al hombre en el pecado. Se dijo "teme al Señor tu Dios". Los Patriarcas y los Profetas temblaron cuando en sus espíritus apareció el Rostro de Dios. Veían al Poderoso, ante cuyo resplandor se observan adorando a los ángeles del Paraíso. Ellos suavizan la visión al ojo humano, para que no se queme la pupila ni la mente. Y todo esto mientras transcurre la ira de Dios. Pero cuando viene la paz, el Dios de Israel dice:"Yo lo he jurado y mantengo Mi Pacto. Ved que Lo envío, y soy Yo, aunque todavía no soy Yo, sino Mi Palabra, que se hace carne para la Redención". Entonces, en lugar de temor, llega el amor, que viene acompañado de alegría, porque se ha esparcido la paz sobre la tierra. Cuando llega la vendimia el corazón del hombre está alegre, porque es el momento de la cosecha. Pues la Sabiduría está ahora en la tierra, y quiere ser exprimida como el mejor vino para los hombres. Quienes rechacen este vino después de haberlo saboreado, se arrojan a las garras de Satanás. El honrado debe seguir la Ley para ser fiel a Dios, y debe decir:"sigo al Mesías, no por los milagros que hace, sino por los consejos que me da de vida eterna". Hay que trabajar para santificarse en Dios. Pero hay quienes trabajan para aumentar sus riquezas, y no le importa que mueran de hambre los que están a su alrededor. Hay algunos que no trabajan, sino que hacen trabajar a otros para enriquecerse y despilfarrar maliciosamente, porque no son gente honrada. Yo os digo: Amad a Dios y amad al prójimo. Este amor es como el rastrillo que limpia el suelo de hierbas nocivas, como el egoísmo y las malas pasiones. También sirve de azada que excava alrededor de la planta y quita las hierbas inútiles, para que entre bien el agua de riego. Es como la podadera que quita lo superfluo, para que la planta se haga vigorosa. Es la cuerda que sostiene al tronco, para que el sol madure los frutos; en este caso, los frutos de Vida Eterna. Ahora estáis alegres, porque el año fue bueno y habéis obtenido ricas mieses. Pero vuestro júbilo será enorme cuando el Padre Eterno os diga:"venid a mí, que estáis injertados en la Verdadera Vid, que estáis cargados de dulce jugo de amor por Mí y por el prójimo. Floreced en Mis jardines por toda la Eternidad, pues quiero que tengáis alegría eterna. Sed fieles y agradeced a Dios Eterno. BendecidLo por Su Palabra y por la buena cosecha. Amad a Dios y pensad que Él da el ciento por uno a quien Le ama". Cuando Jesús termina todos Lo aclaman:" ¡Venga Tu bendición sobre nosotros!" Y Jesús en pie, con los brazos abiertos, trae la bendición que Dios inspiró a Moisés para que bendijese a Su Pueblo: "El Señor os bendiga y os guarde, os muestre Su rostro y tenga piedad de vosotros. El Señor vuelva Su rostro sobre vosotros y os dé la paz. El nombre del Señor sea en vuestros corazones, en vuestras casas y en vuestros campos". Una madre trae a un niño paralítico en brazos, de unos diez años. Todos la conocen. El pequeño se había caído el año anterior de una terraza y se destrozó los riñones. Al tropezar ella en medio de la emoción, María coge al niño y la mujer aprovecha para arrodillarse y agachar su cabeza. Jesús no le dice nada, pero pone una mano en su cabeza y le dice: "alégrate". El niño, en brazos de María, da un salto y se sienta buscando a su madre, y ella estrecha a su pequeño y luego no sabe qué hacer, ni qué decir. "Sé buena, ama a Dios y al prójimo. Educa a tu hijo con amor", dice Jesús. La mujer Le pide para Su hijo un beso, y pide otro a Su Madre. El pequeño se había curado por intervención de María, al cogerlo en Sus brazos, como explicó luego el Maestro. La mujer se marcha llorando, feliz, mientras que a Jesús todos Le aclaman. Madre e Hijo cruzan Sus miradas en silencio, en absoluto entendimiento.
BIBLIOGRAFÍA: María Valtorta, Poema del Hombre Dios T.II; Lc.2,33-35;Lev.19,14-32;25,17-36; Dt.6,13;10,12 y20; Gén.17,1-4;32,25-31;Ex.3,1-6;33,18-23;Dt.18,16;Jue.6,11-24;13,8-25;Re.19,9-18;Is.6,1-5;Dan.8,15-27;10,1-19;Ex.33,11;Núm.12,7-8;Dt.34,10; Is.11,1-12; Dt. 6,4-9;Lev.19-18; Ex. 19,16;20,21; Núm.6,22-27.

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