Muchas veces me distancio de la vida que sucede alrededor y me refugio en mi mundo de dudas y certezas. Tan es así, que creo que estos mini retiros han condicionado mi persona desde mi más tierna juventud, hasta hacerla más ágil y más sincera. Ya en la sierra, el firmamento me sirve de espejo; ambos aspiramos al orden.
Es curioso esto que pasa en mi sistema de pensamientos: puedo concebir la infinitud del espacio, en cambio, no puedo conciliar la idea de que haya algún ser que no ocupe lugar. Los libros que conforman la experiencia o la memoria ¿adónde descansan?
Pasaron las calendas, las noches en el camino, y los estragos de la frustración, y al proyectar mi vista sobre las estrellas obtuve la solución: El contrario de la “infinitud” es el “espacio simbólico”, no es la “nada”. La nada implica la no existencia del espacio, y esto es imposible. Dicho de otro modo; la memoria, el saber, ocupan un espacio tan pequeño que bien puede pasar por simbólico. La nada ocupa un lugar simbólico, y eso es una contradicción; y la contradicción nos hace débiles.
Y pasaron las imágenes de la historia, los traumas de las guerras, y la ingravidez de las teorías que forjaron mis pensamientos.
Así hasta los días de hoy, donde me encuentro defendiendo una columna, combinando palabras hasta agradecer un atisbo de aliento y de lucidez.
Miro alrededor y veo a mis compañeros del tabloide cómo defienden sus ideas políticas, sus derechos y sus posicionamientos. Qué envidia, qué fortaleza, qué bendición.
Si a mí se me pregunta de qué teoría política soy, siento que están condicionando mi ser, siento que están intentando ensanchar mi espacio, y yo sólo aspiro a ocupar un lugar simbólico. Cuanto más cerca de la nada mejor; mejor proyección y mejor felicidad. Fijaos en nuestros antepasados.
Para mí la política es el ser que provee de las cosas necesarias. ¿Cabe mayor dignidad que la exaltación de la humildad? Si la política provee será experimentada; y si no provee será imperfecta y será susceptible de mejorarse.
Pero, hablando de ensancharse o de espaciarse. El concierto político mundial lo componen 194 países (ni 2000 ni 1500). ¿No podría hacerse un balance global y asignarse un rol a cada uno en función de sus recursos y posibilidades, y que todos tengan la oportunidad de buscarse la vida?
Un “sistema sostenible”. Nunca una idea ocupó tan poco espacio; nunca una idea escondió tanta verdad.
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