Categorías: Opinión

El enemigo en casa

No encontrarán hoy los adversarios del FC Barcelona mayores enemigos del club catalán que sus actuales gestores. El Barça tiene la peculiar costumbre o la pésima suerte de contar con más enemigos dentro del propio club que fuera de él.

Si antes de la dimisión de Sandro Rosell por el caso Neymar los pilares del equipo ya habían comenzado a tambalearse seriamente, asistiendo incluso a cruces de declaraciones públicas desagradables entre su máxima estrella, Leo Messi, y un importante activo de la directiva como Javier Faus por el salario del argentino, la sucesión caída en las garras de Bartomeu no ha hecho sino acentuar la pésima dirección del club.
Al actual presidente del club nunca le ha convencido la idea de dar a Leo Messi lo que pidiera, ni siquiera aunque el anterior presidente se lo hubiera prometido, lo cual no tardó en generar un clima ciertamente enrarecido entre el delantero y la directiva. Esta incomodidad ha estado a punto de provocar una salida del argentino este mismo verano que parecía más que cantada, tal vez frenada a última hora por la complejidad de la operación en términos puramente económicos. Aun así, el delantero ha insistido en sus discretos envites para abandonar el club en cuanto se le plantee la ocasión adecuada, como demostraba hace pocos días con su sutil flirteo con el Chelsea y algunos de sus jugadores.
Esta directiva a la que le importa muy poco que Messi siga o no, es la misma que, aun sabiendo los riesgos que existían de que no se revocara la sanción que impide al Barça fichar hasta enero de 2016, se ha dedicado despilfarrar el dinero en la delantera, dejando de lado las severas necesidades que el equipo reclamaba tanto en el área defensiva como en el centro del campo. Pese a que la directiva obviamente conocía que el club no estaba interesado en renovar a Alvés y que Piqué podía marcharse (tampoco es que su nivel actual sea especialmente útil en la élite), ninguno de los responsables ha movido un dedo más allá de Vermaelen y Mathieu. El primero aún lesionado y el segundo decente pero sin capacidad de multiplicarse para cubrir el resto de puestos. La confianza en la cantera es buena, desde luego, pero siempre y cuando los que vienen de abajo poseen el nivel suficiente como para competir en el primer equipo. No creo que este haya sido el caso de Bartra y compañía. Además, la posible baja de Montoya, que no quiere continuar con su rol marginal, se postula como otro de los innumerables problemas. Por su parte, el centro del campo es un auténtico estropicio. Se dejó escapar a Cesc Fábregas justo el año en que Xavi Hernández o se marchaba del equipo (lo cual estuvo muy cerca), o iba a tener un rol secundario en él, y tan sólo se reforzó esta zona con una figura de calidad: Rakitic. Por supuesto, olvidaron por completo la asfixia de Sergio Busquets en el pivote. El resultado de todas estas decisiones ha sido una plantilla desequilibrada en la que se recurren a numerosos parches. Si la situación actual es así, ¿cómo será la próxima temporada si en verano abandonan el club ciertos jugadores y no se les puede sustituir más que con cantera?
A lo anterior se suma la tensa relación que existe dentro del vestuario entre Leo Messi y Luis Enrique, que no hace sino empeorar aún más el devenir deportivo. Luis Enrique llegó teniendo claro que su liderazgo no iba a ser cuestionado y que sus decisiones serían aplicadas como él lo considerara oportuno. Pero su mentalidad duró poco. Ya vimos cómo Messi no quiso ser sustituido cuando su entrenador se lo pidió en el partido contra el Éibar, o cómo este se vio obligado a incluir a Xavi Hernández en el duelo contra el Real Madrid por petición del argentino. Pese a que ya había perdido parte de su credibilidad, aún le quedó fuerzas a Luis Enrique para darse algún que otro golpe de pecho e intentar reimponerse. El asturiano estrenó el año dejando a Neymar y Messi, los últimos en reincorporarse de sus vacaciones, en el banquillo. El partido no fue como esperaba y en la segunda parte salieron ambos al terreno de juego, pero Messi decidió arrastrarse por el campo y que la derrota recayera sobre su entrenador.
Entre la arrogancia e ineptitud de unos y otros, el club está haciéndose añicos. Lo que con mucho esfuerzo se había conseguido en los últimos años está deshaciéndose a una velocidad de vértigo.
Mucho me temo que si las elecciones no se precipitan (en lo cual es clave la presión de la afición azulgrana) la institución acabará severamente dañada sin previsiones de repararse en un corto plazo de tiempo.

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