Categorías: Opinión

El emperador de nairobi

Chris Froome ya es una leyenda del ciclismo mundial. Su llegada a París con cuatro minutos de ventaja sobre el segundo clasificado de la “Grande Boucle” garantizó, el pasado domingo, su inscripción en el tomo dorado de la carrera más importante del mundo. Lejos de ser una edición más del Tour de Francia, el centenario de la celebérrima vuelta ciclista francesa la hacía aún más irresistible de lo que es habitual para todos los corredores. Si en circunstancias normales liderar la llegada a la línea de meta de cualquier etapa es un hito para recordar el resto de tu vida, conseguirlo en el centenario del Tour lo es muchísimo más, así ocurre con cada uno de los grandes premios de la carrera. Por supuesto, la victoria individual en la clasificación general era el objetivo más ambicionado.
El magnífico chico de Nairobi ya demostró el pasado curso que estaba preparado para el gran reto de la ronda francesa, que hubiera sido suya si el equipo Sky no le hubiera frenado en pro del capo del equipo británico, Bradley Wiggins. El poderío de Froome dejó en evidencia a Wiggins tal vez más por una cuestión de la mala gestión estratégica del primero que por sus ganas de reivindicarse, que, evidentemente, también debieron existir. Este año había llegado su momento. Con Bradley fuera del Tour y con la figura del keniata como primera espada en un estado de forma extraordinario la victoria no se le podía escapar, ni siquiera pese a su gran flaqueza táctica, en plena sintonía con la de su equipo este año. Sin embargo, no hemos de obviar que su débil lectura de la carrera en lo estratégico nos ha permitido ver a un Froome que nunca se ha conformado con su posición, lanzándose a la ofensiva hacia un espectáculo maravilloso. Este rutilante estilo le ha llevado hasta la extenuación que pudo contemplarse en las últimas etapas, donde el cansancio acumulado apareció en forma de una pesadísima fatiga, pero apenas quedaba Tour para echar a perder su diferencia.
Indudablemente, Chris Froome posee unas capacidades sobresalientes para luchar durante los próximos años por lo máximo. No obstante, su camino puede complicarse demasiado si no mejora su lectura y gestión de las carreras desde la óptica estratégica, ya que es difícil que cuente con la misma diferencia que le protegía en este Tour 2013 de cualquier decisión errónea que pudiera tomar.  Si el campeón centenario mantiene buena parte de su forma física, madura sus conceptos tácticos e impone orden en un equipo que en esta edición ha sido caótico, lo tendrá muy bien para seguir coronando las grandes vueltas a las que se presente. Alberto Contador es un buen ejemplo de la importancia de saber leer una carrera. A pesar de su baja forma física, ha conseguido un sorprendente cuarto puesto gracias a sus decisiones y la labor estratégica de su equipo. Algo parecido ocurrió en el año 2011, cuando Contador llegó fundido al Tour tras un Giro agotador, consiguiendo ser quinto (puesto que, posteriormente, sería emborronado en su palmarés por la conocida sanción del clembuterol) tras un ataque a la desesperada. Una posición también impresionante si analizamos su forma física y tenemos en cuenta, como es obvio, la alta competitividad que existe en la carrera francesa.
Las sospechas de dopaje en este deporte son inherentes a cada nuevo gran campeón. Apenas las vimos con las victorias de Cadel Evans y Bradley Wiggins, ya que sus actuaciones fueron soporíferas a partes iguales. Pero el despliegue realizado por Froome a sus 28 años, escoltado por un Richie Porte (también de 28 años) que nunca había lucido igual, era susceptible de ser atacado como finalmente ha sido. Desde mi punto de vista, que el líder del Sky haya alcanzado su cénit a dicha edad me dice poco en cuanto a cualquier sospecha de dopaje que pueda suscitarse, ya que su vida ha estado obstaculizada por problemas de salud y azares del destino que han impedido su pleno desarrollo en el ciclismo. Además, el sistema antidopaje de este deporte es lo suficientemente rígido como para respetarlo. Si no confiamos en él, ya podemos comenzar a echar el telón al ciclismo y, de paso, al resto de deportes. No olvidemos que las reglas antidopaje de la AMA son similares para todos los deportes, aunque la consciente tibieza de las federaciones nacionales de las diferentes disciplinas deportivas genere fracturas para evitar la homogeneidad de los controles; los intereses multimillonarios priman por encima de todo lo demás.

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