¡Buenos días!, al alba, como os anuncié, he estado en vuestras calles y con la agudeza de ojos de un azor* he comprobado como el pretérito y la tradición habitaban amorosas en el alma de vosotros, niños de Ceuta…Seguro que en un banco de la plaza de África, o en la baranda verde, o en los escalones, habréis desgranado una granada buscando ávidos sus semillas rosas… Otros, habréis escogido la paz de San Amaro y la atalaya de San Antonio, para romper las duras cáscaras de las nueces y las almendras, después ya es fácil: sólo hay que dejarse llevar por el sabor…Los que han elegido los senderos y los bosquecillos en los alrededores de los pantanos, el Mirador, Calamocarro y Benzú, sentirán sin duda-como yo lo sentía-la dimensión definitoria del espacio de la Ciudad…Sentirán a Ceuta como un sueño y una realidad a la vez…Es más bella mirar a Ceuta desde los pinos del Hacho, pero la verdadera dimensión de la Ciudad, se siente, indudablemente, desde poniente… poseyendo casi al alcance de la mano, la leyenda en piedra granítica de la Mujer Muerta.
Mi amor a Ceuta, es casi físico, casi como el amor a una mujer…Hace treinta y siete años que abandoné el ámbito material de sus calles y de sus atardeceres; y ahora, sus recuerdos son existenciales, posiblemente metafísicos, tal vez fuera de la realidad…pero al cabo, son tan hermosos, que es mejor dejar que sea el susurro de las agujas verdes de los pinos, quien en la brisa azul del poniente ponga su última palabra…
Disfrutad pues, del día de los Tosantos…Sí, ya lo sé, no me regañéis; yo también he nacido en vuestra Ciudad, y sé, desde hace muchos años, que en Ceuta, hoy: uno de noviembre, es el día de la «Mochila»…El tiempo no existe ni la distancia, es solo una ficción nuestra, una advertencia a nuestra ceguera. Yo, no tengo esos límites, y aunque no me creáis yo estaré todo el día entre vosotros, y a la tarde cuando el sol se pierda irremediablemente al Oeste y volváis de regreso, yo os seguiré con la mirada y sin que os deis cuenta, en silencio, os diré adiós…
En aquellos días, en que yo era como vosotros, al regresar a casa después de callejear toda la jornada la talega blanca de la Mochila, después de rozarla por todas las esquinas, había perdido su originario color, y mi madre que la había confeccionado en su maquina de coser, al verla de esa guisa, movía la cabeza con resignación y apuntaba:
-Habrá que hacerle una talega nueva para el año que viene, la trae negra y llena de manchas, ni lavándola se la podremos quitar.
Pero, el año que viene, quedaba aún muy lejos, y yo, por un día, el día de la Mochila, había conseguido ser libre, y por añadidura, el ser más feliz del mundo…
* Al escribir esta palabra se me ha venido el recuerdo de mi profesora de Lengua Española, la admirable Sta. Valderrama, ella en sus magnificas explicaciones nos decía: «Azorín»-maestro de la narrativa y de la estampa- eligió este seudónimo con la intención de emular para sus escritos, la misma agudeza de observación que el azor poseía desde lo alto de su apostadero.