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El día de Ceuta

Hoy, Día de Ceuta. Para algunos puente de plata para la prolongación del regreso de las vacaciones. Este año se ha tratado de dar un salto cualitativo en la conmemoración con unas actividades deportivas y culturales, frente a la frialdad de antaño, reducida prácticamente al acto institucional en las Murallas Reales, y desde el año pasado ya en el auditorium del Rebellín.
Al contrario que Andalucía, que optó por el 28-F como recuerdo al referéndum de 1980 que le dio la autonomía plena, o comunidades como  La Rioja o Murcia, que eligieron como día de sus regiones el de la promulgación de las respectivas leyes orgánicas que aprobaron sus estatutos, Ceuta decidió rebuscar en su historia para decantarse por el 2 de septiembre, cuando Pedro de Meneses comenzó a ejercer como primer gobernador de la ciudad tras la conquista portuguesa, en 1415.  
Una fecha muy socorrida para quienes la institucionalizaron. De ninguna manera el Día de Ceuta podía ser, por ejemplo, el 15 de marzo, cuando en 1995 entraba en vigor un Estatuto de Ciudad que venía a significar el finiquito constitucional de la Transitoria Quinta, que nos vetaba la posibilidad de ser Comunidad Autónoma como el resto de los pueblos de España. Lo mismo que Melilla, que recurrió al 17 de septiembre, cuando en 1497 Pedro Estopiñán conquistó la plaza para los Reyes Católicos.
Han transcurrido ya 18 años desde que la Ley Orgánica 1/1995 del 13 de marzo proclamó los estatutos de las dos ciudades que vinieron a suponer un cierto avance con respecto a la indefinición jurídica en las que ambas se desenvolvían, pero no con lo que el pueblo y el propio Ayuntamiento exigían. De ahí la sesión plenaria de aquel año en la que se rechazaba el acuerdo del Congreso sobre el Estatuto y la reiteración de la inquebrantable voluntad de ser Comunidad Autónoma. Así lo había reiterado entusiásticamente también el pueblo ceutí con una huelga general y multitudinarias manifestaciones, espacialmente la de 1994, cuando 15.000 personas se lanzaron a la calle para exigir lo que la Constitución nos concedía y que no era precisamente ese híbrido que al final se ideó para no molestar a Marruecos. Lo de siempre.
El Tribunal Constitucional ha ratificado varias veces que las dos ciudades autónomas no son equiparables a las CC. AA., al tiempo que recordó, tras aprobarse los estatutos, que las Cortes Generales dejaron claro que su voluntad no era "la de autorizar la constitución de Ceuta y Melilla como tales Comunidades Autónomas”. Por otro lado ya hemos visto como todas las comisiones para avanzar en el Estatuto han desembocado en un absoluto fracaso, sencillamente porque los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, tienen muy claro el tema. No digamos ahora, cuando la reivindicación autonómica parece estar olvidada para siempre.
Por eso el 2 de septiembre a algunos nos resulta una fecha triste y vacía. Para mí el gran día de Ceuta es el de la Virgen de África, como para la autonomía extremeña es, y además oficialmente, el de la Virgen de Guadalupe. Somos autonomía, sí, pero menos, y peligrosamente diferentes. Y qué pena que esta fecha, al margen de lo festivo y lo institucional, se viva sin el menor enardecimiento reivindicativo.
Si se eligió 2 de septiembre en recuerdo del día en el que Pedro de Meneses fue erigido como primer gobernador de la ciudad con ocasión del arranque de nuestra nueva era histórica ¿por qué nunca se ha homenajeado su figura en las conmemoraciones de esta jornada? Es más, esa estatua que durante bastante tiempo presidió la Gran Vía, un día fue retirada del lugar para ser colocada a ras del suelo, en la Marina, como si de un adorno urbano más se tratara, carente de una destacada placa explicativa sobre el personaje y la exaltación de la fecha del 2 de septiembre. ¿Se ubicó allí, semicamuflada, para no molestar a quienes están en contra de la conmemoración del retorno de Ceuta a la civilización occidental y a cuanto suene a conquista portuguesa y su “sanguinaria matanza”, como si el devenir histórico fuera posible interpretarlo desde la perspectiva actual y no como se concibió puntualmente cada momento.
Nada sería de extrañar que algunos nos salieran exigiendo un cambio de fecha. Ha sucedido en Melilla, donde han calificado de aberrante que se mantenga “una efeméride de marcado carácter belicista”. Máxime después de ciertas críticas que vienen aflorando sobre la celebración del 600 aniversario, aunque venga disfrazada, faltaría menos, del eufemismo “crisol de culturas”. Pero de ello habrá ocasión de hablar en otro momento.

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