Categorías: Opinión

El día de Ceuta

El 2 de septiembre sigue sin ser una fecha reivindicativa, el estandarte de la lucha hacia la consecución de lo que la Constitución nos reconoce. Para no quedar peligrosamente descolgados del mapa autonómico, pudo ser bueno en un principio este híbrido de Estatuto de 1995, aunque siempre como punto de partida para, en lo posible y razonable, ir avanzando hasta tratar de ser igual entre los iguales en la organización territorial del Estado.

Nuestra peculiar autonomía es atípica hasta en el calendario. A ninguna Comunidad se le ocurriría no declarar como festivo su día. Aquí, sin embargo, llevábamos toda una década con el carácter de laborable, hasta que este año se volvió a la normalidad. Si ya, de por sí, la jornada siempre se mostró vacía de contenido y de significado para la ciudadanía, pues más aún en tales circunstancias. Y pese al descafeinado y frío programa de actos para la ocasión, el panorama sigue siendo el mismo por más que coloreemos en rojo el 2 de septiembre en el almanaque.

Tampoco en ninguna otra autonomía se plantearían cuestionar la fecha de su día como aquí está sucediendo. Increíble. Está claro que nuestro preciado legado portugués molesta a determinados políticos o a cierto sector de la ciudadanía obstinándose en ver en él solo muerte, sangre y horrores. Miope visión cuando no oportunista o manipuladora de la historia al tratar de contemplar bajo la óptica y mentalidad actuales acontecimientos que en su tiempo eran así. En Europa y fuera de ella, porque el mundo, la sociedad, la sensibilidad y la política eran completamente distintas.

Lo tiene difícil la comisión de expertos que, por acuerdo plenario, habrá de abrir un proceso de “debate” y “reflexión tranquila” sobre la fecha en la que deberíamos de celebrar ese día. Particularmente sigo defendiendo la del 2 de septiembre, cuando la flota portuguesa abandona Ceuta tras la conquista y Pedro de Meneses queda al frente del primer gobierno de la ciudad junto a su corte de asesores. ¡Ay, nuestro pobre Meneses! Un año más el gran olvidado de esta jornada sin una mención y sin colocársele de una vez por todas esa placa identificativa al pie de su estatua de la Marina con su correspondiente leyenda explicativa. Aquel notable caballero portugués al que su rey, tras recibir de él el aleo en sus manos, se lo devolvió a D. Pedro con estas palabras: “Desde este momento te nombro Gobernador Capitán General de Ceuta, y este palo será tu bastón de mando y símbolo de autoridad”. El aleo, sí. El viejo palo de acebuche que ha venido transmitiéndose en la tradicional ceremonia de las tomas de posesión de todos los sucesivos gobernadores de la ciudad. Más tradición e identidad, imposible.

Ya digo que no veo desde el punto de vista histórico otra fecha mejor, salvo la del día que nos convirtiésemos en Comunidad Autónoma. Toda una utopía, sí. Pero ahí sigue en pie la Transitoria Quinta y aquella ya olvidada sesión del 13 de enero de 1995 en la que el Pleno acordaba el rechazo del acuerdo del Congreso sobre la aprobación del Estatuto y reiteraba la inquebrantable voluntad de que Ceuta se constituyera en Comunidad Autónoma.

Sueños al margen, otras fechas para el Día de Ceuta podrían buscarse en 1580, cuando los ceutíes ratificaban su lealtad a la Casa de Austria y el gobernador Dionis Pereira prestaba juramento al nuevo rey, poniéndose así en marcha el imparable proceso de españolización de la ciudad. También la de finales de 1640, cuando nuestro pueblo se manifestó a favor de mantenerse bajo la corona de Felipe IV consolidando así esa españolización. Como igualmente la del día de la firma del tratado de Lisboa de 1668 en la que se reconoció de derecho la anexión de Ceuta a la corona de España, lo que ya era de hecho una realidad de acuerdo con lo anterior. Pero si buscamos un primer autogobierno de la ciudad, cuadra a la perfección ese dos de septiembre, con una tradición, además, ya consolidada después de dos décadas.

Del acto institucional del viernes, poco que decir. Elegante, emotivo en algún momento y perfectamente coordinado, con algo más de media entrada en el Auditorio, pero vacío de contenido reivindicativo. Plano el discurso de Vivas, sereno y conciliador, pero huérfano de esa punta de lanza de las exigencias que esta ciudad debe reclamar en un día tan especial como éste en el terreno autonómico o en otros ámbitos.

Por cierto, ninguna personalidad de relieve por segundo año consecutivo en el acto. Recordemos destacadas presencias en otras ocasiones como las del jefe de la Casa Real Portuguesa; la del presidente del Senado, F. Javier Rojo; la del presidente de Andalucía, Chaves; el de Murcia, Valcárcel; y el de Galicia, Núñez Feijoo o la del vicepresidente de Canarias, Soria.

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