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El descrédito de Cataluña por el soberanismo

Mas y los suyos quieren a toda costa conducir a Cataluña por el precipicio del independentismo más rancio, “lo quiera o no España”. No se cansan de proclamar que “Cataluña es una nación”, que nunca lo ha sido; que “son un sujeto político y jurídico soberano”, que es otra gran mentira; se inventan una historia de “reino histórico” y, “casa real catalana”, o “países catalanes”,  etc, que tampoco existieron jamás; se arrogan su hegemonía sobre Valencia y Baleares, incluso queriendo imponerles el catalán, cuando Cataluña fue un simple condado tributario y sometido al reino de Aragón; y dicen que perdieron su “libertad soberana” en la Guerra de Sucesión, que ellos  la llaman “guerra de secesión”, que tampoco para nada existieron ni esta guerra, ni tal soberanía, ni la secesión.
Y ahora resulta que hasta a Colón lo hacen catalán, al que llaman Colom (terminado en “m”), porque como hay algunos catalanes con ese apellido, pues rápidamente lo barren para casa, a pesar de que el almirante fuera genovés. Si bien, en esto último quizá no les falte parte de razón, porque al propio Mas se le reconocen ciertas connotaciones con el Colón descubridor de América, ya que es sabido que el almirante fue un luchador incansable en la corte para que los Reyes Católicos (RRCC) le costearan los viajes del descubrimiento; como también sabemos que les hizo firmar las llamadas “Capitulaciones”, para dejar por escrito todo atado y bien atado sobre lo que él se iba a llevar de los tesoros descubiertos. Y, en esa afición por las “pelas” vaya si Mas guarda cierto parecido con Colón, que a toda costa quiere independizarse y, encima, que sea España la que le costee la separación, que es un empeño correlativo con su objetivo de que el Estado español “capitule” ante Cataluña. La semana pasada lo dijo bien clarito: “No luchamos contra el mundo, sino contra el Estado español”.  organismos inconstitucionales, ahora la Hacienda catalana, se empeña en convocar el referéndum con una ley catalana, y va de provocación en provocación. Además que lo dice muy clarito: “No luchamos contra el mundo, sino contra el Estado español”. Sin embargo, en algo sus genes se separan de los de Colón, porque éste no traicionó su pacto con los RRCC, y clavó la bandera española en América tomando posesión de aquellas tierras en nombre de España. Para Arturo Mas, en cambio, su mayor felicidad es reírse de la Constitución que juró, ver arriada la bandera española y, en su lugar, enarbolar la catalana.
Pero, además de tantas necedades como las anteriores, hay otras muchas majaderías con las que los independentistas catalanes están haciendo toda clase de méritos para ganarse la antipatía, la animadversión y el mayor descrédito de Cataluña en su historia, tal como sucede cuando ofenden al resto de los españoles con su invento propagandístico de  “España nos roba” que, como es toda una falacia, al final se vuelve contra ellos mismos; o “el Estado expolia a Cataluña”, o “España no deja votar a los catalanes y los oprime”, bajo el pretexto de que no se les deja de ejercer lo que tienen por su sacrosanto derecho de autodeterminación, cuando sobradamente saben que el mismo no existe en el Derecho Internacional para los territorios que ya son parte integrante de un Estado; y por eso  lo disfrazan llamándole “derecho de decisión”, que tampoco existe, porque, si existiera, los primeros en tener que “decidir” sobre si Cataluña puede o no separarse de España seríamos todos los españoles, ya que, si no, son ellos los que nos niegan el derecho a “decidir” al resto de españoles, que ese sí que es un derecho legítimo y auténtico que emana de la Constitución, al estar residenciada la soberanía nacional en todo el pueblo español.
La auténtica verdad de este teatro montado  por Mas, es que han metido a Cataluña en un callejón sin salida que sólo conduce a su descrédito y grave perjuicio para los catalanes, que ya empiezan a darse cuenta de la locura en que sus dirigentes les quieren implicar y que tienen un Presidente que va por todas partes sembrando desconfianza y descrédito con su iluso sueño de pasar a la historia algo así como el “Rey Arturo de Catalonia”, o el “mesías prometido” , o el “mártil catalán” que se inmoló por una Cataluña soberana, pese a que así estaría más empobrecida, aislada de Europa y del mundo.  Pero su ceguera separatista es tan grande, que no alcanza a ver que así no puede seguir, porque ha engañado a los catalanes y a todo el mundo desde que juró la Constitución, para después abjurar de tan seria y solemne promesa, dedicándose casi en exclusiva a atentar contra lo jurado, marcándose como objetivo romper España e ir por todo el mundo conspirando contra ella y contra sus  instituciones. Eso, por sí solo, evidencia la irresponsabilidad y absoluta falta de seriedad y rigor de este personaje, que convocó las últimas elecciones haciéndolas plebiscitarias, en las que luego perdió hasta 12 diputados, sin haber tenido la decencia democrática de dimitir, que es lo menos que hubiera hecho cualquier político que se precie de ser decente.
Cataluña y los catalanes están desgobernados, en una parálisis en todo lo que no sea el empecinamiento en irse de España. Mientras tiene un 33 por ciento de la población empobrecida, más de 900.000 parados, cada día más gente tiene que ir a centros de acogimiento para poder comer; están cosidos a impuestos, la Comunidad en bancarrota y comida de deudas, los catalanes fueron los primeros a los que se les impuso el copago en Sanidad; y, encima, Mas acaba de decir que una Cataluña independiente sería rica, pese a no estar intervenida gracias a los miles de millones que en 2013 recibió del Estado. Y, lo que es peor, se ha fomentado allí el odio y el deterioro de la convivencia social dividiendo a la gente entre “buenos” (los secesionistas, que son recompensados), y “malos” (los que no piensan igual, represaliados con listas negras como algunos periodistas); y luego está la tremenda deuda de Cataluña, que hipoteca a varias generaciones, priorizándose gastos y despilfarros para crear instituciones separatistas ilegales, mientras se cierran hospitales y albergues sociales, y en los demás cae drásticamente su nivel de prestación y asistencia. El gobierno de Mas ha supuesto un rotundo fracaso y todo un desprestigio y descrédito para Cataluña. Hasta el ex Presidente, Jordi Pujol, que acaba de decir: “Haré y diré lo que diga Mas”, pero  reconoce que con Franco, aunque la relación entre Cataluña y España era peor, no lo era desde el punto de vista de la opinión pública, porque entonces su prestigio era mucho mayor, gracias a su sociedad civil más seria, a su carácter de población abierta y cosmopolita que le llevaba a estar en la vanguardia económica, científica y cultural. Y es que, con su discurso místico-historicista, a base de inventarse mitos ilusorios, lo que han hecho sus soberanistas es curarse de sus propias frustraciones y complejos a base del engaño y dolores de cabeza y bolsillo de los catalanes, como el último, en el que se han gastado 462.000 euros en una exposición sobre Diadas, a los que hay que sumar 2000 folletos de propaganda independentista en inglés repartidos a los ingleses en el partido Barcelona-Manchester City.
Junto al descrédito de Más en Cataluña y los secesionistas, está luego el que también se ha ganado a pulso  a nivel de las demás Autonomías. Su fiebre separatista les hace encerrarse en un localismo trasnochado que ha perjudicado mucho a Cataluña. Y es que sus gobernantes parecen charlatanes de pueblo que llegan a la plaza a vender hasta aire y humo si hace falta, ofreciendo a la población la falacia de un paraíso terrenal muy superior al de toda España. Y lo mismo se inventan Estados, naciones, reyes, imperios o países catalanes, que jamás tuvieron, o hoy dicen una cosa y mañana la contraria, o lo mismo defienden en un momento dado una cosa que a la vez la contraria, al igual que en Grecia hacían los sofistas; luego, fomentan el odio y la división no sólo entre los propios catalanes, sino también respecto de los demás territorios, un día ofendiendo a los ceutíes diciendo que “Cataluña no es igual que Ceuta”, o a “los andaluces y  extremeños cuando les reprochan que se pasan el día en los bares gastando el dinero que Cataluña paga al Estado”, o que “los pobres y sucios niños extremeños necesitan ser adoptados por catalanes”, u otros asertos propios de mala educación. ¿No se darán cuenta del tremendo ridículo que así hacen?.
Luego, el resto de Autonomías están ya más que hartas de que los gobernantes de Cataluña se muevan sólo por impulsos económicos, que en el fondo eso es lo que se esconde detrás de cada reivindicación,  porque saben que en el peor de los casos algo les caerá a costa de las demás Comunidades. Así, diversos medios acaban de publicar que Cataluña es la Comunidad más financiada por el Estado, donde realiza mayores inversiones, la que tiene en todas sus provincias AVE, mejores aeropuertos, carreteras e infraestructuras, todo a base de dinero público. Y nunca están satisfechos; su soberbia y arrogancia les lleva a creerse que sus hechos diferenciales son únicos, que tienen que estar por delante de las demás regiones en todo, que son los que más contribuyen, a pesar de que es otra solemne mentira. De ese modo, no cabe duda de que Cataluña está perdiendo crédito, prestigio, confianza, seriedad, reputación y buena fama entre las demás Autonomías, con la consiguiente antipatía y animadversión que ella misma promueve con su insaciable voracidad económica a costa y en perjuicio de los demás territorios de España.
Y también está el descrédito internacional en que los dirigentes catalanes están dejando a Cataluña. Dónde se ha visto que un simple Presidente de Comunidad por Europa y todo el mundo, o envíe cartas a jefes de Estado como si de uno más de ellos se tratara y para conspirar contra el mismo Estado miembro al que pertenece y al que no dejan de pedirle constantemente y les está salvando de la bancarrota económica, para luego ir de víctima por todas partes diciendo que España les expolia.  Por mínimamente inteligente que se sea no se va una y otra vez a caer en el ridículo de que no quieran recibirle en la gran mayoría de los países e instituciones, como tantas veces ya les ha ocurrido. Pero, además, ¿cómo le van a hacer caso países que sean serios, a sabiendas de que tanto despotrican contra el propio Estado que les sostiene?. Y menos cuando en Europa están todos los días viendo que Arturo Mas y los suyos van por libres y se pasan por donde les da su real gana la Constitución, las leyes estatales, las sentencias del Tribunal Constitucional y demás Tribunales. Comportándose con tanta deslealtad con España y sus instituciones, ¿cómo no se les va a ver con recelo y desconfianza en la Unión Europea?. Allí, lo primero que pensarán es que el mismo problema que ahora dan a España pueden trasladarlo a Europa si algún día Cataluña llegara a ser Estado miembro de la Unión Europea, donde ya les han dicho que separados de España no les quieren ni ver.

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