Como es tradicional el Defensor del Pueblo ha hecho pública su memoria anual, en la que recoge varias recomendaciones ante tropelías que se siguen produciendo
Una de ellas es la que tiene que ver con los solicitantes de asilo y su bloqueo en Ceuta. Hay sentencias judiciales que dan la razón a los inmigrantes cuya petición de protección ha sido admitida a trámite. Las mismas concluyen que tienen libertad de circulación por todo el territorio español. La Policía entiende que no y con la connivencia de la Administración bloquean el paso en el puerto, convertido en una particular frontera virtual que nos causa una merma directa en nuestra españolidad y en nuestra bandera. El PP se vanagloria en demasía de la defensa de los símbolos pero luego ejecuta decisiones que amparan barreras invisibles que van en contra de conclusiones judiciales. Y no de una, sino de una hilera porque todas se pronuncian en el mismo sentido. El Defensor viene a recordarnos que esto no puede ser, que debe permitirse la libre circulación y, por lo tanto, la marcha a la península de los solicitantes de asilo con petición admitida a trámite en vez de tenerlos más de cien días -como ocurre- bloqueados en nuestra ciudad.
Protestar sobre un mismo asunto año tras año carece de sentido, sobre todo cuando nos menosprecian
La Institución lleva años sosteniendo la misma petición sin causar sonrojo en quienes defienden y aplican lo contrario. Ahora se conforma adoptando similar postura: criticar y recomendar. Un conformismo que ya no vale, que requiere de un paso más, porque no se puede estar machacando con las mismas posturas incongruentes sin que la Administración ni siquiera se sonroje, es más, termine enfrascándose en asuntos judiciales que conllevan gastos que nacen de las arcas públicas, es decir, del dinero de todos para dar una y mil vueltas sobre el mismo asunto. Resulta insultante, inmoral e indecente que se siga torpedeando las decisiones judiciales, maltratando además a todos los ciudadanos por el simple hecho de que se está concibiendo a nuestra ciudad como un laboratorio en el que pueden experimentarse y aplicarse decisiones distintas, específicas, propias de una tierra española en la que eso de ‘libre circulación’ termina coartándose bajo sustento de falsas apreciaciones policiales. Si el Defensor quiere chocar contra la misma postura, libre es, pero que no juegue con el resto.