Toda persona tiene en su vida ocupaciones o situaciones a las que atender. Cada persona es un caso particular y eso a veces es motivo de orgullo y otras causan algún miedo porque la persona se encuentra falta de ayuda y por sí misma no es capaz de afrontar la situación en la que se encuentra.
Son dos situaciones bien diferentes y que se dan en toda persona, porque la vida presenta infinidad de facetas a cada cual y, entre todas ellas, las hay de uno y otro estilo. Además, el ser humano sufre una serie de variaciones físicas y psíquicas a lo largo de su vida, pero también es cierto que tiene capacidad de reaccionar en cada caso; bien sea para agachar la cabeza ante sus errores o para levantar su ánimo y luchar para encontrar su equilibrio moral.
Esa capacidad personal de reaccionar es una de las cualidades más importantes del ser humano, bien distinta de esa otra oportunidad que, a veces, se suele aprovechar y que es el oportunismo, el apoyarse en unas determinadas corrientes de opinión o de actuar que trata de conseguir unos determinados objetivos. Entonces el ser humano cede su libertad a las conveniencias de terceros y éstas puede que no sean las que en verdad son las justas. Una ojeada al panorama mundial nos pone de manifiesto la lucha tan tremenda que existe por unos u otros intereses y estos afectan seriamente a la mente y a la voluntad de cada mujer u hombre, aunque sólo sea mentalmente porque no se está en el campo de acción de esa cuestión que se ha cruzado en nuestro camino.
Es cierto que hay problemas que afectan más directamente a cada persona y en ésta situación no se suele estar en condiciones de contemplar otras cuestiones más generales con la misma atención y hasta se las llega a ignorar o se las conoce de forma muy superficial. En cualquier caso, cada ser humano debe conocer la verdad y hay personas que tienen la gran responsabilidad de dar a conocer la verdad a todo el mundo, aunque ésta sea dura y compleja. Esas personas no deben utilizar una determinada situación de privilegio para crear o alimentar la confusión general entre las gentes. Es sumamente lamentable que la vida se transforme en un discurrir confuso y cargado de amenazas para unos y otros. ¿Dónde está la lógica de la moderación?
El deber de buscar la verdad es algo no ya apasionante sino de suma justicia personal que, naturalmente, trasciende a la vida de la totalidad de la humanidad. Faltar a la verdad es engañar a unos y a otros, aunque sea de forma muy diversa. La responsabilidad de cada acción humana tiene ese enorme valor que tanto puede dignificar al ser humano como hundirlo en la miseria moral, aparte de otros aspectos materiales que nos los ponen a la vista los documentales de la TV. Pero no todo tiene su acción en países más o menos lejanos sino que en nuestro propio ambiente, en el que se desenvuelven nuestras vidas, se llevan a cabo enormes ataques a la verdad. Quienes faltan a la verdad y crean confusión no son personas dignas de aprecio.
Nuestra sociedad no puede ser condenada a vivir la falsedad; eso es muy triste y lamentable para todos, incluso para aquellos que algo puedan beneficiarse de ese lamentable situación. Es digno de admiración el comportamiento de quienes todo lo sacrifican en honor a la verdad, como presupuesto necesario de toda auténtica maduración de la persona (Benedicto XVI).
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