Hoy recorrerá las calles ceutíes una Procesión del Corpus renovada. El Cabildo catedralicio, las parroquias y las cofradías y hermandades religiosas han decidido dar un paso adelante con el fin de dotar de un mayor esplendor a una fiesta cristiana de la mayor relevancia. En ese loable intento, una comisión mixta se ha ocupado de organizar tan solemne acto, incluyendo en él el acompañamiento de diversas imágenes, como la de nuestra paisana Santa Beatriz de Silva, San Juan de Dios –que trabajó en la construcción de las Murallas Reales- y Nuestra Señora del Valle.
Ya se ha perdido en el tiempo aquel refrán según el cual “tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. El Jueves Santo no es festivo en una parte apreciable de España, el Corpus sólo en algunas contadas ciudades (Granada, Toledo, Sevilla…) y el jueves de la Ascensión se ha perdido por completo en los calendarios festivos. Las conmemoraciones correspondientes al Corpus se pasan al siguiente domingo, que este año es hoy precisamente.
Miro hacía atrás, y recuerdo aquellos días del Corpus de mi infancia, allá por los años 40 del siglo pasado. Tiempos difíciles, en verdad. Fue en 1942 cuando participé en el cortejo procesional del Corpus, semanas después de haber hecho la Primera Comunión. Por segunda vez vestí el traje que llevé el día en que recibí al Señor. La presencia del Ejército era impresionante. Cada pocos metros, y en ambas orillas de las calles del recorrido, se situaba un soldado. En el léxico castrense, cubriendo carrera. Cuando pasaba la Custodia (que iba sobre ruedas), los soldados se colocaban rodilla en tierra, con el gorro en la mano y la cabeza descubierta inclinada ante el Cuerpo de Cristo. Numerosos jefes y oficiales participaban en las comisiones que se integraban en la procesión. La banda de música era militar (del Regimiento de Infantería Ceuta nº 54) y acompañaba al cortejo una Compañía completa de honores.
Por su parte, todas las calles del itinerario se cubrían con ramas olorosas traídas de los montes ceutíes. No existían las alfombras de flores o de serrín coloreado actuales, más bellas desde luego que aquel verde de entonces, pero menos aromáticas, pues Ceuta tenía ese día un olor especial, un perfume grato que emanaba de aquellas ramitas, las cuales solían enredarse en los pies de cuantos participaban en el cortejo. Se sacaba, como ahora y con el protocolo correspondiente, el Pendón de la Ciudad, y me vienen a la memoria ocasiones en las cuales se incluía un armonio portátil -dotado de asas en sus costados- que tocaba el Padre Servat cada vez que tenía lugar una parada, interpretando la música de cantos religiosos que los participantes en la procesión entonaban a coro. Ya no salía “La Galera”, una carroza que, según dicen, acompañaba tradicionalmente a la Custodia. Hace algunos años hubo un intento de recobrar dicha costumbre, pero fue mera flor de un día.
Aplaudo el propósito de dar toda la solemnidad que se merece a este entrañable recorrido del Cuerpo de Cristo por nuestras vías principales, con el deseo añadido de que todo salga a la perfección, pero seguiré echando de menos tanto aquel peculiar y grato olor del ramaje como aquella participación masiva del Ejército español, que daba brillo y relieve a tan singular celebración religiosa. En esto, como en muchas otras cosas, los tiempos han cambiado. ¡Qué le vamos a hacer!
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