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“El ceutí ha de ver que la inmigración también puede traer ventajas”

{jaimage crop="ML" /}Tras un verano marcado por el repunte en las entradas de inmigrantes, el CETI se ha tenido que amoldar -y lo sigue haciendo- a una situación imposible de prever. El equipo que conforma la plantilla del centro ha hecho frente a situaciones de colapsos inesperados y a momentos marcados por la tensión en torno a una problemática tras la cual hay hombres y mujeres que arrastran sus propias historias de lucha y tragedia. Al frente de ese equipo está su director, Carlos Bengoechea, quien en esta entrevista con ‘El Faro’ ofrece una visión amplia y cercana de cómo se trabaja y de cuál es la situación actual que se da en un centro cuyo movimiento interno termina influyendo, directa o indirectamente, en la ciudad.
–Dejando un verano con más entradas de lo que habíamos dado en considerar normal, y analizando la situación de inestabilidad y sorpresa que sigue produciéndose, ¿cómo se ha estado y se está trabajando en el CETI?
–Efectivamente ha habido más entradas de inmigrantes en los meses de verano y creo que todos los servicios implicados han funcionado con normalidad, procesando y canalizando este repunte tanto de los servicios de Salvamento, de los asistenciales en el puerto como nuestros servicios de acogida y alojamiento en el CETI. Lo hemos estado haciendo con los recursos ordinarios y creo que hemos procesado este flujo de entrada con solvencia. En nuestro caso hemos realizado unas adaptaciones y acondicionamientos de determinados locales para facilitar alojamiento siempre en las condiciones de máxima dignidad y respeto al ser humano. Los locales son cerrados, con sus condiciones sanitarias, agua, aire acondicionado, calefacción.
–En esos momentos puntuales ¿se ha sentido apoyado?
–Sí, he sentido el apoyo de la Delegación del Gobierno y de la Dirección General de Integración de los Inmigrantes y de la Secretaría de Estado al tenerse, en algunos momentos, que incrementar las dotaciones de personal, de material y presupuestarias para acoger a los inmigrantes en condiciones aceptables como nos lo pedía el conjunto de las fuerzas políticas que aprobó una moción en la Asamblea. A la vista está que hemos procesado este flujo migratorio de manera aceptable y con solvencia.
–... y haciendo también malabarismos en algunos casos ¿no?
–Sí, porque ha habido algún momento más crítico, allá por el mes de julio y agosto... pero no ha hecho falta recurrir a recursos extraordinarios o a otro tipo de soluciones. Lo hemos hecho con nuestros propios medios y, entiendo, que de una manera eficaz.
–Citaba la moción aprobada en el pleno de septiembre por las fuerzas políticas en la Asamblea para dar un trato digno al inmigrante. También en esa moción se hablaba de números, ¿pero cómo se puede poner un límite al CETI en un asunto tan cambiante como es el fenómeno migratorio?
–Poner una cifra cuantitativamente fija es un imposible, además no creo que fuera factible realizarlo. Si que es verdad que a partir de ese momento hemos iniciado un proceso de salidas de inmigrantes a la península bastante importante, lo que nos permite mantener dentro de unos márgenes admisibles y tolerables la ocupación del centro.
–Claro, imagino que se tuvieron que agilizar las salidas ¿no?
–La inmensa mayoría de traslados se ha hecho por la vía policial a CIEs peninsulares con el objetivo de la devolución a sus países previo a los trámites oportunos porque ese es el fin primario de la ley de extranjería y todos debemos ser conscientes de que la entrada irregular a territorio español no implica quedarse. Sí implica tener unas condiciones de acogida y alojamiento básicas y fundamentales garantizadas así como una serie de servicios sociales mientras está aquí, pero el fin pasa por la devolución a sus países. La mayor parte de los traslados que se ha llevado a cabo lo han sido con ese objetivo. Esto nos ha permitido mantener, no una cifra exacta ni fija de inmigrantes, pero sí unos márgenes razonables de sobreocupación del centro para evitar que la situación se volviera difícil y descontrolada.
–¿Llegó un momento en el que pensara en que iban a tener que atender el ofrecimiento de la iglesia para utilizar sus instalaciones ante un previsible colapso del CETI?
–No... bueno nunca se puede prever que en un momento puntual se produjeran entradas grandes durante dos o tres días y hubiéramos tenido que hacer un uso de ese tipo, pero siempre dentro de la red de migraciones, en ningún caso habríamos recurrido a ningún otro local, institución o dependencias distintas a esa red, integrada por centros públicos y privados. Tenemos claro que siempre los hubiéramos atendido en centros que formen parte de esa red porque eso implica que se les va a dar un trato y unas condiciones de acogida y de servicios adaptados a las necesidades del inmigrante. En principio no ha sido necesario recurrir a esa ayuda porque teníamos previsto, si se hubiera producido una situación complicada, acelerar algún traslado a la península. No obstante esa oferta la hemos tenido siempre como última salida y quiero agradecer esa buena disposición por parte del secretario diocesano de Migraciones, que es quien la hizo a través de una gestión directa del delegado del Gobierno.
–Hemos pasado un verano e inicio del otoño con más de 700 entradas, pero nos quedamos en el número puramente estadístico, ¿económicamente que supone, por ejemplo, la entrada de un inmigrante en el CETI?, ¿cuánto supone de gasto la inicial atención básica que todos reciben?
–Que duda cabe que no es igual tener 400 inmigrantes que 700, o que entren en un año 500 a 1.200.Cada inmigrante, si se le quiere tratar en condiciones de dignidad como así ocurre, requiere una serie de gastos. A su entrada en el centro se les da un kit higiénico, la ropa, calzado, lencería, ropa de cama y una serie de controles médicos que se hace a todo el mundo para descartar enfermedades. Ese sería el gasto básico de entrada. Luego están los gastos de alimentación, consumo de agua, energía, combustible... que se ha incrementado un 5% sobre el presupuesto. No es un porcentaje sustancial. Es difícil cuantificar estos datos porque también dependen de la media de estancia y de los traslados a la península. Además quedan factores en la sombra: por ejemplo, cuánto cuesta la atención hospitalaria de una inmigrante, o de una que ha dado a luz por cesárea... o las actividades culturales y formativas de las que forman parte en la ciudad... Es complicado cuantificar cuánto supone esto. Calculo que este repunte nos ha podido suponer un incremento que no va más allá del 5% del presupuesto.  
–¿Y ese gasto básico que supone el hecho de que un inmigrante ponga sus pies en el CETI...?
–Más o menos, entre todo en su conjunto, ese gasto estaría alrededor de los 250 euros. Pero esto no quiere decir que por cada inmigrante que ha entrado hemos incrementado el gasto en 250 euros... porque ya teníamos un presupuesto que podía absorber ese gasto y además hemos hecho transferencias. No hemos tenido un incremento presupuestario equivalente a la suma de todas las entradas precisamente  porque hemos realizado transferencias de crédito dentro del presupuesto global que tenemos, ahorrando de un lado para transferirlas al acogimiento del inmigrante.
–Entendido que nadie puede hacer la cuenta de la vieja porque no sería correcta... dejando a un lado el coste económico de ese repunte... y teniendo en cuenta la presión registrada en el campamento con motines incluidos, ¿cómo ha vivido la plantilla de trabajadores que está con usted en el CETI toda esta situación, sobre todo tras los motines registrados o el último caso de alteración que tuvo lugar el pasado mes de septiembre?
–Con gran profesionalidad. Buena parte de ellos tienen mucha experiencia en el ámbito de la inmigración. De hecho algunos proceden de Calamocarro, tienen mucho oficio y saben perfectamente tratar a los inmigrantes, lo que nos ha servido para poder atender a todas estas personas sin traumas ni problemas. Quiero reconocerles a todos los trabajadores, a los que me enorgullezco de coordinar, ese esfuerzo y ese trabajo bien hecho durante unos meses de verano difíciles. Valoro la experiencia de aquellos que la tienen adquirida a través de los años de estar trabajando en el ámbito migratorio. Para mí ha sido de muchísima valía. Al margen de esto, ha habido algún caso eruptivo que se ha producido que muchas veces tiene raíces diversas, desde un cierto agotamiento, crispación... que el centro es pequeño, está encajonado, no tiene espacio vital cuando hay sobreocupación y eso tensa y crispa el ambiente. El CETI no tiene un espacio visual amplio como otros, por ejemplo el de Melilla... entre esto y algunos casos que han podido darse de consumo de alcohol ha producido algún conflicto puntual.
–Entiendo, por tanto, que hay algunos inmigrantes conflictivos, ¿no?
–Sí, hay un porcentaje pequeño de personas que potencialmente son conflictivas y pueden producir algún pequeño incidente. La inmensa mayoría de los inmigrantes son personas que cumplen las normas, las instrucciones e indicaciones que les van dando, con lo cual ese porcentaje es mínimo y se puede dar en cualquier colectivo. Podría estar en torno al 10%: personas que no quieren participar  en los cursos ni cumplir las normas de convivencia mínimas establecidas en cualquier institución en donde hay una colectividad grande de personas viviendo y en donde son necesarias tenerlas para mantener un mínimo orden. Estas personas son las que están en el origen de los problemas que hemos tenido. Quiero resaltar que si ha habido algún caso concreto, también se ha manejado con solvencia. Ahí ha tenido que ver la profesionalidad de nuestros vigilantes de seguridad y el protocolo de autoprotección del centro aprobado en 2010 que ha permitido que los incidentes no pasaran de un nivel de sostenibilidad y control manejable. La presencia de la Policía Nacional ha ayudado además a desactivar cualquier conato de incidente.
–Por su experiencia con los inmigrantes y al hilo de esa conflictividad de la que me hablaba, ¿llega un periodo de tiempo en el que el inmigrante se bloquea y no puede avanzar más sufriendo un retroceso que da lugar a actitudes violentas?, ¿en cuánto está cifrada ahora la temporalidad en el CETI?
–No cabe duda de que la excesiva temporalidad tiene muchos efectos adversos, entre ellos el aumento de la conflictividad. Sí le puedo decir que en el último año y medio hemos reducido la media de estancia del 50%, hemos pasado de una temporalidad media de dos años y pico que teníamos en 2010 a una temporalidad que no llega al año de estancia media. No obstante sigue siendo excesiva y en un entorno de sobreocupación las consecuencias negativas adversas se notan más. Aparece el hastío, el cansancio, no querer participar en los planes formativos, en la oferta educativa que se da, la aparición de fenómenos psicológicos de tipo depresivo o el síndrome de Ulises. Esto puede aparecer, en determinadas personas porque no todos tienen la misma fortaleza, pasado un año. En principio al haber reducido la temporalidad con los traslados a la península, ahora mismo éste no sea un factor tan determinante. A veces se utiliza la conflictividad como forma de presión para forzar un traslado, sin necesidad de haber permanecido tanto tiempo en el CETI. Se utiliza mediáticamente a los trabajadores o se delinque en la calle creando problemas en general como forma de presión y en los que no tiene por qué estar excesivamente implicada esa temporalidad.
–Hablemos de los grupos vulnerables formados por enfermos, mujeres, familias, menores... o chicas que llegan arrastrando casos de violencia de género o de explotación sexual. ¿Cómo se trabaja para atenderles?
–Tenemos diferentes medidas para abordar estas problemáticas por las que también se ha interesado el Defensor del Pueblo. Detectar estas situaciones es una de nuestras prioridades. En el caso de madres, de gestantes, de familias y menores, los hemos trasladado a un módulo diferenciado, ubicado en la parte superior del centro. Tenemos a este colectivo más resguardado y además sus miembros se ayudan mutuamente y su ambiente es más adecuado y ‘familiar’. Están situados cerca de la Enfermería, del comedor y tienen una zona de expansión más abierta. Ahí hemos tenido un trato específico para estos colectivos aún con la sobreocupación.
–¿Y en el caso de las chicas que puedan ser víctimas de explotación sexual o forzadas a ejercer la prostitución, cómo se actúa y cómo se detectan estos casos?
–Tenemos nuestros propios sistemas de detección a través de trabajadores y profesionales del centro, sobre todo trabajadores sociales y técnicas de integración que tienen una formación específica a base de cursos sobre esta materia en concreto. Esos cursos los ha organizado nuestra propia Dirección General que tiene entre una de sus preocupaciones más importantes esa atención a la vulnerabilidad. Participamos en proyectos de todo tipo a nivel europeo para detectar estas situaciones de posible trata o de violencia de género. El CETI forma parte del proyecto ‘Safer Path’, que es europeo y que está liderado por una organización italiana. Trabajamos en red centros de seis países y nosotros somos el único centro español que está en este proyecto, lo que hacemos es intercambiar información y presentar los casos en los que sospechamos que se da esta situación detallando cómo lo hemos detectado, qué medidas hemos adoptado y las soluciones que damos.

–Imagino que será difícil dar con ellos, ¿no?
–Sí, porque puede tratarse de personas que están sometidas al chantaje, a amenazas, que tienen miedo a expresarse y hablar libremente... Se tiene que crear un clima de confianza suficiente y tener muchísima prudencia y tacto, incluso hay que sacarlas del centro en determinados casos y alojarles en otras oenegés dedicadas al mundo migratorio, aislándolas de ese ambiente de presión y chantaje que reciben. Hay que hacerles un seguimiento. Tenemos además una unidad interna de detección de la violencia de género que está formada por trabajadores sociales, técnicos de integración, psicólogos y vigilantes de seguridad que están controlados por el coordinador de programas y que son los que ponen los casos en común y los discutimos todas las semanas. Ahí vemos los planes de acción que se deben tomar, estos trabajadores son los ojos para detectar lo que pasa.
–¿Qué trato tienen con esos mayores ficticios? Me refiero a esos internos que las pruebas han indicado que son adultos pero que se sospecha que siguen siendo menores o que incluso psicológicamente no han alcanzado un desarrollo que les permita defenderse de posibles abusos...
–En estos casos colaboramos con la Fiscalía para aportarles indicios detectados y algunos elementos probatorios para que, en casos que considere oportunos, se actúe. Lo hacemos con los casos más claros y de entre ellos sólo con los que creemos que están en riesgo de vulnerabilidad porque no podemos saturar a la Fiscalía. Con estos casos tenemos un proyecto con Cardjin, que se llama ‘Proyecto Joven’ y que está financiado por el Injuve, para que dos o tres días por semana estos jóvenes, que pueden estar en la frontera entre la mayoría y la minoría de edad, lleven a cabo actividades con otros jóvenes de la ciudad. Los sacamos de un ambiente exclusivamente de adultos para que puedan relacionarse con otros jóvenes de su edad. En el caso de mujeres que sospechamos que son víctimas de violencia de género, disponemos de un taller impartido por Cruz Roja para ayudarles a entender que existen medios en la legislación española para denunciar lo que está pasando y así puedan escapar de esa situación con las garantías debidas.
–Se ha empecinado, durante el tiempo que lleva de director, en fomentar la integración del centro con la ciudad, en visibilizar al inmigrante y hacer que los ceutíes los conozcamos algo más...
–Teníamos que desmitificar el centro, lo teníamos ahí como algo apartado de la ciudad, protegido por un cordón sanitario... Poco a poco nos hemos propuesto integrar el centro en el tejido social, cultural y educativo de la ciudad participando en ambas direcciones: haciendo que nuestros residentes salgan y participen en otras instituciones de la ciudad en una panoplia bastante amplia; desde la UNED hasta la Escuela Oficial de Idiomas, pasando por Formación Profesional, los PCPI, oenegés especializadas en donde asisten a sus cursos y talleres. Nos parece importante que el fenómeno migratorio se asuma con naturalidad. También trabajamos en la otra dirección: trayendo a profesionales al centro para que puedan formarse en la gestión de la diversidad, desde Enfermería a enseñanza. A través de acuerdos con la UNED o la UGR hemos acordado que puedan hacer los prácticums en nuestro centro. Los futuros profesionales de la ciudad se pueden beneficiar así de un recurso que tiene aquí el Estado para poder formarse. Cada vez más los profesionales de cualquier ámbito van a tener que ejercer sus trabajos con unos usuarios multiculturales y formarse en la diversidad es importante para el futuro. En Ceuta, como ciudad frontera, debemos asumir que esto implica una serie de condiciones y circunstancias, entre ellas tener el CETI, que es un factor de dinamización de la ciudad. Hay que entender que puede ser una ventaja para la ciudad tener uno de los 48 centros públicos de migraciones de toda Europa. El ceutí debe visualizar la inmigración  como un fenómeno que tiene ventajas e inconvenientes, debe saber que de la misma se puede extraer muchas ventajas de cara al futuro de la ciudad. Nos vienen inmigrantes por nuestra situación geográfica pero también podemos tener ventajas que debemos gestionar adecuadamente para poner en valor esos aspectos positivos que nos puede dar.
–¿Esa es su meta?
–Si puedo contribuir un poco en avanzar en ese camino... Soy un poco platónico, lo de alcanzar una meta... Luego resulta que nunca la alcanzas, como la liebre que nunca alcanzaba esa meta porque siempre le faltaba un poco por llegar. Pero bueno, es un sendero que te trazas y creo que todos los trabajadores del centro lo hemos asumido y vamos en pos de esos objetivos trabajando. A veces damos un paso atrás o nos marcamos un objetivo y no lo podemos alcanzar por determinadas razones presupuestarias o por una entrada inesperada grande, pero avanzamos y poco a poco vamos consiguiéndolo.
–Entre esos pequeños logros se encuentra la participación de los inmigrantes por vez primera en la Semana Santa o, ahora, preparados para la Regional... si empieza...
–(Sonríe). Son dos ejemplos claros de cómo se puede normalizar la inmigración, de entender que los inmigrantes son personas normales, de dar una imagen positiva. Desgraciadamente la inmigración tiene una marca negativa e injusta. Saliéndome de mi trabajo en el CETI debemos entender que la inmigración es necesaria. En España, en 2010, hemos disminuido la población total, si seguimos mucho tiempo así nos topamos con una sociedad que no es demográficamente viable. La inmigración en sí misma es positiva porque en determinados momentos de la historia puede hacer que nuestra sociedad demográficamente crezca a los ritmos necesarios. Lo que pasa es que hemos dejado la inmigración en manos de redes clandestinas y traficantes que son los que la introducen y le dan esa connotación peyorativa que tiene la sociedad al facilitar una entrada ilegal. Si fuéramos capaces de ordenar el proceso y que los flujos migratorios fueran corrientes legales establecidas, poco a poco la cara de la inmigración iría cambiando y se vería como un aporte positivo para España y Europa.
–Eso que propone es poner el sistema patas arriba. Es una solución que choca con el círculo vicioso que hemos montado en torno a la inmigración...
–No hay una única solución para este asunto. Para conseguir esto hace falta la cooperación de los países de procedencia de la inmigración y tener una estructura internacional que sea capaz de gestionar mejor la inmigración, aplicando, por ejemplo,  los convenios que existen para luchar con el tráfico ilegal de inmigrantes y la explotación. Existen esos convenios pero no somos capaces de llevarlos a la práctica. Se debe avanzar también en ligar el acceso a territorio europeo no tanto con el trabajo sino con las necesidades demográficas. Vincular la entrada del inmigrante con el contrato de trabajo muchas veces distorsiona las corrientes migratorias.
–¿Os frustra la generación de asentamientos clandestinos en los que los inmigrantes consumen alcohol o trapichean con sustancias cerca del CETI?
–Estos asentamientos que se van creando alrededor del centro son pequeños cobertizos en donde el inmigrante lleva a cabo actividades que no se le permiten en el centro como beber alcohol, consumir estupefacientes u otras prácticas. A nosotros este tipo de asentamientos repercute de dos maneras. Nos genera un riesgo de incendio y hace que esos inmigrantes que han consumido alcohol entren en el CETI y puedan causar conflictos debido a la euforia y desinhibición que produce el alcohol. Para atajar esos dos riesgos, hemos abierto una segunda puerta que da a la escuela ecuestre para tener una puerta de evacuación; para impedir la entrada de personas alcoholizadas que han estado en el origen de los conflictos que ha habido en el CETI hemos establecido controles en la entrada con alcoholímetros justificando así por qué no se le deja entrar. Lo que ocurre fuera del centro no es competencia nuestra pero sí los efectos que producen esos asentamientos y por eso hemos tomado estas medidas.Es un fenómeno que, a mi parecer, hay que mantenerlo controlado para que no se desborde. Y es verdad que ese fenómeno se ha incrementado por la sobreocupación.
–¿Qué trabajo se está haciendo en materia de protección internacional?
–Además de ser centro de acogida abierto, lo somos también de protección internacional, de personas que se acogen a la solicitud de asilo y reclaman su estatuto de refugiado. Formamos parte de la red ENARO (European Network of Asylum Reception Organization), que es una red de la UE de centros que atiende a los solicitantes de protección internacional.

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