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El Califato de Córdoba. Los taifas y su decadencia

Los Fatimitas que habían impulsado las guerrillas rulares durante todo lo largo del siglo IX. Los reinos cristianos del norte de España que comenzaban a ver la posibilidad de una reconquista a lo largo del tiempo, fueron el origen de una inseguridad creciente en el Emirato de Córdoba, ya que la dependencia del Islam no ofrecía ninguna garantía a los caminos interceptados por las dinastías tunecinas, con su intención de constituir un Califato Occidental independiente con secretos finguimientos.
Fue Abderramán III el que decidió en el 1929 la fundación de un estado independiente emprendiendo al mismo tiempo una política de conciliación con los muladíes (originarios de Gobiernos mixtos) y los mozárabes, tanto en su reino por sus descendientes y fijaron una época de paz que se manifestó por un desenvolvimiento sin precedentes en todo el valle del Guadalquivir que se cubrió de fincas agrícolas prósperas. Además Córdoba había ya sobrepasado el millón de habitantes. Sin contar con Medina Azahara y sus mezquitas que se debía a su corte que era la más brillante en proporción artística en aquellos momentos, sobre todo con los emisarios cristianos que venían periódicamente en busca de pactos y relaciones comerciales. Además los califas habían, sobre todo, instalado en dicha ciudad grandes bibliotecas envueltas en músicas coránicas. Siendo por todas partes de Andalucía como un jardín de sabiduría y comprensiones religiosas. Además en Toledo y Medina Azahara se levantaron grandes edificios, que reproducían los descritos del templo de Salomón.
La vida del gran Califa se desarrollaba totalmente elogiando el poder que el control administrativo no era Córdoba ni en sus palacios había reuniones, ya que todo el poder administrativo y militar se encontraba en la ciudad de Medina Azahara, la cual fue transformada por Abderramán III en la capital administrativa a través de un período de intrigas palaciegas, además de expediciones militares contra los reinos de Castilla y León.
Al prinicipio los andaluces eran un estado militar fuerte en donde las influencias se apoyaban esencialmente en las regiones africanas de los Montes Atlas. No obstante en sus distenciones y los desórdenes empezaron pronto a tomar cuerpo. Y los 30 primeros años del siglo XI fueron marcados por guerras civiles en Andalucía, hasta que en 1051 el Califato fue disuelto y nombrado en Córdoba un consejo de notables que provocó un descalabro considerable desde el momento mismo de su instauración, ya que en esta poderosa ciudad durante el período precedente, aún no se había instituido su independencia, que se produjo como consecuencia de un levantamiento que produjo el facccionamiento en los reinos Taifas.
Estos hechos projeron numerosos pequeños estados musulmanes y algunos llegaron a hacerse vasallos de los reinos cristianos, como era el de los esclavos (antianos prisioneros de guerra) que fueron liberados ya hacía tiempo, además los descendientes de los muladíes y de los beréberes, que consiguieron llegar al poder político. Por lo que todo esto originó que numerosos estados pequeños musulmanes, se hicieran vasallos de reinos cristianos, reforzando ellos mismos la actuación de la reconquista cristiana, a la que se unieron numerosas ciudades, además de otras comarcas donde sus alianzas no eran siempre de forma real.
Al parecer las ofertas de colaboración y pactos entre los reyes Taifas y los reyes cristianos se multiplicaron, sinque las diferencias de religiones fueran ningún obstáculo de clases. Por ejemplo, el célebre Cid Campeador que pasó a la historia como el terror de los musulmanes no dudó en ofrecer sus servicios bélicos al rey mahometano de Zaragoza, ni al gobernador de la ciudad de la Sevilla islámica.
Con relación a los Taifas que provenían de los esclavos procedentes de los prisioneros de guerras que habían sido liberados, ya hacía algún tiempo de sus descendientes los muladíes y los bereberes, llegaron a acceder al poder político y esto fue la causa para que numerosos pequeños pueblos musulmanes les dieran sus vasallajes a los reinados cristianos lo que provocó el reforzamiento a estas llamadas a las conquistas de Zaragoza, Toledo, Badajoz, Sevilla, Tortosa y Granada tomadas por este orden, además de otros lugares de menos importancia, durante las luchas donde las alianzas no eran siempre reflejos de ciudades reales, que parecía que las ofertas de colaboración entre un rey taifa y uno cristiano se multiplicaron sin que las diferencias de religiones fueran algún obstáculo.
El mismo Cid Campeador que pasó a la historia como el terror de los musulmanes no le importó ofrecer sus servicios al rey Taifa de Zaragoza, ni al gobernador de Sevilla islámica, y tampoco no es que la caída de Toledo en manos castellanas (1085) preocupara mucho la atención de los mahometanos que a su propia seguridad.
Las proximidades de los almorávides establecidos en todo el África del Norte y en sus territorios del Sáhara que llegaban hasta el Senegal actual, eran el único apoyo que les permitían el poder de enfrentarse contra los cristianos, pero sin embargo no tenían recursos para ayudar a los almorávides no se preocupaban de ellos al igual que a los musulmanes andalucíes  refinados y cultos ni de sus guerreros. Pero si se fiaban de sus facciones al igual que a los musulmanes andalucíes refinados y cultos, en cambio sí se fiaban de los místicos más próximos al fanatismo, siempre dispuestos a poner en práctica los principios más cercanos al fanatismo de la Guerra Santa. En 1086 (algunos meses después de la pérdida de Toledo), los africanos derrotaron a Alfonso VI de Castilla en la batalla que les costó la pérdida de Toledo donde los africanos derrotaron a Alfonso VI de Castilla en la batalla de Zalaco cerca de Badajoz, sin importarles que esta victoria les dieran importancia alguna.
Tres años después atravesaron de nuevo el Estrecho de Gibraltar, decididos a permanecer en los dominios de los Taifas de Granada, Córdoba y más tarde los de Badajoz, Valencia y Zaragoza, que cayeron sin resistencia alguna. Por lo que rápidamente Andalucía se pudo considerar como una nueva provincia del Imperio Africano de los almohades cuya capital era Marrakech.
Poco a poco las guerras fueron menos crueles al contacto de las delicadas nuevas culturas difundidas en el período precedente. No obstante, ante la incapacidad de volver a intentar la toma de Toledo, con la pérdida de Zaragoza y la desconfianza de los andaluces que eran un factor nuevo de arrogancia señorial que les conducían al descalabro y al desarrollo que hacían cancelado la creación de un estado almohade, se produjo hacia la mitad del siglo XII. Los almohades que eran casta de guerreros nacidos en las montañas del Atlas, conducidos por un espíritu que los llevó al descalabro, llegaron a proclamarse como una provincia decadente y eligieron a Sevilla como un centro indispensable e indiscutible hostigados desde el principio por los reinos cristianos, ya que sus fuerzas estaban bien aseguradas. Y en el año 1212, con la derrota de las Navas de Tolosa, fue el mayor golpe que recibieron, provocando la rendición de Córdoba y Sevilla respectivamente en 1256 y 1248, que auguraron ser considerados como el fin del Al Andalus salvo la ciudad de Granada cuyas fuerzas estaban bien aseguradas y fortificadas.

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