Las aguas del Tarajal no sólo ahogaron quince seres humanos el pasado seis de febrero. También engulleron la credibilidad democrática de nuestro país. Y disolvieron la tenue capa de barniz de sensibilidad social con la que disimulaba la derecha despiadada para poder encajar en un estado moderno. Espanta la ferocidad con la que hablan. Se diría que han encontrado un ambiente propicio para dar rienda suelta a sus instintos más primarios, artificialmente contenidos en aras a un interés político calculado. Se abrazan pletóricos de soberbia a Dios, a España y a la Guardia Civil como argumentos muñidores de una anacrónica cruzada contra el progreso. En realidad, destrozan la idea de Dios, de España y de la Guardia Civil. Se dicen creyentes; pero sólo son devotos de un Dios mutilado, de una generosidad discontinua que derrama al azar según las divisiones trazadas por el egoísmo de los seres humanos. Se les llena la boca alabando a la Guardia Civil, aunque en el fondo no es más que una reverberación del subconsciente que los retrae a su nostálgico pasado. La Guardia Civil es, hoy, una institución al servicio de los valores democráticos que ellos mancillan negando los derechos más elementales a sus integrantes. Presumen de patriotas, cuando lo que esconden sus bramidos no es más que un deseo inconfesable de involución autoritaria. La rigidez de su mente les impide concebir un modelo de nación en el que prevalezca la libertad y la solidaridad entre las personas por encima del poder.
Como una singular prolongación de este patriotismo decadente, pretenden erigirse en los adalides de la defensa de la españolidad de Ceuta (y Melilla). Indignante hasta la nausea. Nunca conviene perder de vista la verdad, por amarga que sea. Porque la habituación termina por relegar al olvido aquello que nos provoca incomodidad o malestar.
El Gobierno del PP se pavonea, hasta el hartazgo, de su compromiso con Ceuta. Repiten, hasta la saciedad, que son el único baluarte de la defensa de la españolidad de Ceuta. Bravatas para el consumo masivo de personas carentes de espíritu crítico. Su caldo de cultivo favorito. La realidad es muy distinta. Por eso es conveniente dejar constancia de los hechos objetivos que desmienten categóricamente su falso posicionamiento.
El PP no ha tenido, ni tendrá nunca, la determinación necesaria para defender la españolidad de Ceuta. Apunten un primer dato. Jamás un Presidente del Gobierno del PP ha visitado Ceuta (Aznar solo lo hizo recalcando su condición de candidato en un acto de partido). Rajoy prometió venir. No lo ha hecho. Ni lo hará.
Si el PP estuviera comprometido con la defensa de la españolidad de Ceuta, no consentiría el siguiente inventario de agravios que nos excluyen de la normalidad y nos conducen a un boquete fosilizado sin salida ni futuro:
Uno. Ceuta no tiene reconocidas aguas territoriales propias. Hecho insólito, que quebranta los acuerdos internacionales suscritos por España. Nuestro espacio marítimo es una zona de nadie donde puede pasar de todo. Impotencia y resignación por toda respuesta.
Dos. Ceuta no está incluida en el paraguas defensivo de la OTAN. ¿Se puede permitir que un tratado de defensa excluya a una parte del territorio nacional? Así ocurre con la silente complicidad los que pegan “golpes de pecho”.
Tres. Ceuta (y Melilla) son los únicos territorios de España que no están incluidos en el llamado espacio Schengen, por el que permite la libre circulación de personas dentro de las fronteras europeas. Por este motivo los inmigrantes no puedan transitar hacia la península, como si pueden hacer entre Algeciras y Baracaldo, por ejemplo.
Cuatro. España no tiene una aduana con Marruecos en Ceuta, sino un “paso fronterizo por razones humanitarias”. Ese es el origen del caos fronterizo en que está sumida nuestra Ciudad. Marruecos no quiere reconocer oficialmente tránsito alguno por aquel paso. ¿Por qué no se hace el esfuerzo necesario para exigir una aduana entre países colindantes, como sucede en todo el mundo?
Cinco. Ceuta (y Melilla) son los únicos territorios de Europa que no están representados en el Comité de las Regiones.
Seis. Ceuta y Melilla tienen el estatus de Ciudades Autónomas, un ente territorial que no está contemplado en la Constitución (el artículo 137 establece que lo son los ayuntamientos, provincias y las Comunidades Autónomas que se constituyan). Es la situación ideal para fortalecer las tesis anexionistas de Marruecos (tener un régimen administrativo y político diferenciado del resto del estado).