Categorías: Carta al director

El autónomo en Ceuta, una especie en peligro de extinción

Soy de esa especie de profesionales que, después de mis estudios oficiales, de la formación profesional, me incorpore al mercado laboral.

En los 10 años trabajando por cuenta ajena, con diferentes empresas, aprendí casi todo lo necesario para desarrollar mi profesión, con la calidad y eficacia que esta exigía, paralelamente me seguía preparando para ser más competitivo en mi profesión, formándome con todos los cursos necesarios, tanto en prevención de riesgos laborales, gestión y dirección de empresa, en las nuevas tecnologías etc. Llegó un momento, en el que consideré, que ya estaba preparado, para emprender la aventura de ser, trabajador autónomo o empresario, lo que habitualmente se llama, ser emprendedor. Por lo que me informe de todas las herramientas que tenia a mi alcance, incluyendo las ayudas que ofrecían las administraciones públicas, para el apoyo a estas iniciativas. En primer lugar, contrate el asesoramiento de profesionales del más alto nivel, e hice lo que se llama un plan de empresa, una memoria que describe el proyecto, a la vez que analiza su viabilidad técnica, económica y financiera. Este documento, era imprescindible para la puesta en marcha de mi empresa, recogía todos los procedimientos y estrategias necesarias para hacer realidad el proyecto. Sinceramente resulto positivo, ya que había una necesidad en el mercado y yo tenía la capacidad y el producto/servicio para cubrirla, tuve muy en cuenta los competidores directos y establecí una estrategia de diferenciación, pero de todos modos, había mercado todos, el factor crisis, no influía demasiado, ya que en este caso, era una oportunidad, el éxito del proyecto era factible. Asumiendo todos los riesgos que conlleva el emprendimiento, con lo poco que tenia y mi mayor activo, (ilusión, formación y preparación), decido lanzarme a la aventura. Han sido unos inicios complicados, pero de muchos cambios, emociones y crecimiento personal. Han sido unos años duro y al mismo tiempo fructífero, llegando a crear 8 puestos de trabajo, además de colaborar con diferentes entidades para la contratación de alumnos en prácticas. He cometido errores de los que he sacado un importante aprendizaje. He tenido alegrías y tristezas, pero sobre todo, ha habido ilusión, pasión y convicción por el trabajo que quiero. Cada día que transcurría era un paso más que avanzaba, creciendo e innovando, había cumplido mi sueño, todo iba bien. El sistema funciona, tengo mis derechos y cumplo con mis obligaciones, es así de sencillo, cada uno tiene su función, estaba orgulloso de pagar mis impuestos y contribuir al desarrollo y el bienestar de la sociedad a la que pertenezco y a la que le debo casi todo lo que soy. Pero en los últimos tiempos, he ido detectando problemas financieros en la empresa, por la falta de demando de mi producto/servicio, lo achaco a problemas temporales, ocasionales o incluso la crisis, de manera que lo primero que se hace en este caso es reducir coste, hasta un nuevo remonte de la actividad y esto supone, muy a mi pesar, reducción de plantilla, pasa el tiempo y esto no remonta, suponiendo más reducciones, más despidos, hasta quedarme solo. Por mucho análisis interno que hacía no encontraba el motivo ya que, externamente la demanda existe y la competencia tiene el mismo problema, la situación se hace insostenible para todos. Llega el momento de hacer un análisis más exhaustivo de la situación y cuál fue mi sorpresa, cuando detecto, que ante la pasividad de todas las entidades desde el partido político más pequeño de la oposición hasta el que gobierna, delegación del gobierno, pasando por los sindicatos, cámara de comercio, confederación de empresarios, etc. Mientras yo hago mi trabajo, que es generar riqueza para pagar mis impuestos, ellos no hacen el suyo, que es solucionar un problema que nos afecta a todos, y es muy sencillo, la competencia desleal y la mano de obra ilegal, procedente de marruecos. Hoy día no es difícil ver cómo, todas las mañanas entran cientos de personas, por nuestra frontera, campando a sus anchas por la ciudad, para ofrecer servicios profesionales de todos los sectores de manera ilegal, (incluso te dan una tarjeta, no impresa en Ceuta por su puesto y con un número que empieza por el 212).Tampoco es difícil ver en cualquier obra o reforma de una vivienda o local donde no haya el 90% de ilegales, incluso los vemos a diario con verdaderas infraestructuras, incapaces de asumir por algunos profesionales locales, como furgonetas llenas de herramientas, incluso materiales de construcción procedentes de marruecos, como ventanas de aluminio, muebles, materiales eléctricos, de fontanería etc. Si tienes problemas en encontrar alguien para un trabajo, seguro que cualquier vecino tiene el nº de teléfono, de uno que es muy bueno y muy barato y si no, tienes la posibilidad de subir a Hadú y los encuentras por departamentos. Todo con un precio, muy asequible, imposible de asumir por las empresas legales. Esta situación ha llegado a ahogar a pequeños empresarios que jugamos limpio y cumplimos con nuestras obligaciones tributarias, que han llegado a cerrar sus empresas, y la realidad es que si no se pone remedio a esto ira a mas. También quiero hacer un llamamiento a la ciudadanía, para que se conciencie, en que la contratación de mano de obra ilegal, además de los problemas del PIB de la ciudad y los problemas legales que conlleva, que parece que no importar demasiado. Vamos a utilizar la vieja teoría de que, si tú me das trabajo yo te compro. Quien más quien menos está relacionado con un negocio en Ceuta y si no, algún familiar, la contratación de mano de obra legal se reinvierte directamente en la ciudad. Es muy sencillo de entender, si yo tengo trabajo compro en una tienda de ropa, el de la tienda de ropa come en el restaurante, el de restaurante contrata otro servicio y esto es cíclico. De esta manera se genera empleo en la ciudad y todos contribuimos al bienestar social general y no solo de algunos. Por cierto, hoy es el día más triste de mi vida, ya que he tenido que malvender, lo poco que he conseguido en 20 años de trabajo, mi humilde casa, para hacer frente a mis obligaciones tributarias y con mis promovedores, los que han depositado su confianza en mí y sin ellos no podía haber hecho nada. Pero queda lo peor, explicárselo a mis hijos.

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