El arte de las relaciones en urbanismo

El periodo vacacional reestructura y regenera los pensamientos, y prepara el ánimo para la dura travesía que nos llevará por desconocidos derroteros hacia una nueva costa, en la que los seres humanos políticos y los más sociales y reivindicativos volveremos a confrontar nuestras posiciones respectivas. Unos (los que tienen responsabilidades de gobierno) se debatirán en un juicio moral prolongado que los enfrentará a los intereses electorales y a las consecuciones que realmente se necesitan, otros (nosotros) estaremos sometidos al compromiso con nuestra ciudad en un juicio perpetuo de la conciencia que nos dirá que es necesario actuar para llegar a contemplar, o al menos que otros puedan alcanzar en el futuro, nuevos horizontes de progreso para nuestra ciudad. De alguna manera, se trata del arte de vivir plenamente entregado a una ocupación fascinante, como es ayudar a la transformación de la ciudad hacia algo mejor. Es, también, el arte de la relación con uno mismo y con los demás, para conformar un cuadro social armónico que mantenga el necesario equilibrio con los recursos y con las otras formas de vida que nos rodean.
En este esquema conceptual, la forma de articular la ciudad y la sensibilidad de la que seamos capaces a la hora de establecer las relaciones espaciales y los repartos de los distintos elementos serán de importancia monumental. Es por ello que se hace necesario establecer una discusión abierta y cosmopolita con el poder político para que al menos conozca y vaya asimilando algunas ideas, aquellas dónde vean alguna utilidad y aplicación a la mejora de la vida social. Para nosotros, el urbanismo es sin duda una empresa humana de gran alcance y que merece toda nuestra atención. Como indica Gordon Cullen con su preciosista visión del mundo urbano, es necesario que los planificadores del urbanismo consigan ni más ni menos que generar la teatralidad urbana.
Es decir, que se genere un escenario urbano capaz de permitir el sobrecogimiento, la intimación, la conversación amable, la contemplación, la pasión, el juego, etc…Para ello, es necesario el ensamblaje de los elementos que constituyen el paisaje urbano (edificios, señales, arbolado, jardines, tráfico, naturaleza circundante o interior a la trama urbana, etc..). Estamos hablando de un entorno urbano conformado en la base de un gran acuerdo de diferenciación que no sobrepase los límites armónicos y trate de confundirnos, con la falacia del libre albedrío por el gusto en arquitectura, convirtiéndose en un mamarrachismo urbanístico (término tomado de un artículo de Manuel Abad aparecido en este mismo medio).
Tomando como ejemplo el conjunto de la Manzana del Revellín vamos a realizar algunas reflexiones sobre los edificios del insigne Siza en relación al urbanismo, según nuestro modesto punto de vista. Por lo tanto, en este artículo de hoy no vamos a criticar los aspectos puramente económicos ni tampoco los espacios interiores que ya se vienen tratando en otras de nuestros artículos de opinión.
Nuestra reflexión parte obviamente de los propios edificios del conjunto que parece que rellenan un vacío siendo diseñados a la medida de Siza, pensando en los sofisticados espacios interiores, que desea sorprender y apabullar desde el exterior a la vez que es hartamente inapropiado por su ubicación. Por otra parte, la idea de representar un nuevo punto focal en la ciudad también ha sido un rotundo fracaso puesto que está muy encerrado y el conjunto no atrae público a sus espacios exteriores, es sobrecogedor y frío y desde luego en algunos momentos hasta molesto a la vista. Está bien claro que no persigue conciliar sino que de alguna manera actúa de centrífuga urbanística en pleno centro de Ceuta. Solo concentra para entrar en sus interiores pero no como recreo exterior. Es, además, un conjunto bastante monótono en texturas y poco variado en formas.
El dinamismo que ofrecen sus muros curvados, por otra parte escasos en el conjunto, se trunca prontamente debido a las otras edificaciones. No consigue emocionar sino abrumar (debido sobre todo al color, altura y verticalidad de sus muros) y expeler de manera centrífuga hacia el exterior del mismo, o bien invita a pasar rápidamente hacia los interiores como consecuencia de alguna actuación de teatro, música o danza. Sus edificios sin ventanas impiden también que se produzca el efecto de habitación exterior y plazoleta rodeada de edificios. Un mayor acercamiento de las blancas moles introduciendo más carga de humanidad, a través de los detalles tan imprescindiblemente humanos como las ventanas, habría desarrollado una mayor concentración de miradas hacia la placita entre los edificios rebajando la monótona textura de los muros y habría dado en palabras de Cullen “los más poderosos, los más obvios artificios con que se cuenta para inculcar al hombre ese sentido de posición, de identidad con lo que le rodea”.
En este sentido, y como consecuencia de estos inapropiados volúmenes, la falta de viscosidad urbana es decir, lo que se entiende por la concentración en un lugar determinado de actitudes dinámicas o pasivas de seres humanos que transitan de un lado a otro del entorno, es notable. Los intentos de darle un uso apropiado al espacio conformado entre los edificios no han sido demasiado afortunados hasta el momento. Un ejemplo de lo que decimos, la celebración de la feria del libro 2011, no nos parece que haya remediado, ni siquiera por un tiempo este hecho.
Algo se hubiera remediado con una mayor conectividad del complejo con la vía peatonal del Paseo del Revellín, auténtico revulsivo en la calidad de vida del centro de Ceuta por su prioridad para los peatones. Sin embargo, el complejo de Siza continúa encerrado en sí mismo dando la espalda a la ciudad más vital y humana. Aparece ante nosotros como un ejercicio de escultor arquitectónico, aislado en su propia gloria como una distante y pretenciosa mole gigante.
Una pena no haber aprovechado la muy notable disminución del coche en esta zona de la ciudad para construir una obra más conciliadora con los viandantes y porqué no haber hecho un guiño histórico desarrollando, en la sosa plaza que hoy contemplamos entre las moles, unas arcadas que evocaran al antiguo cuartel recreando un recinto múltiple y aportando un mayor relax y articulación con el entorno y su historia. Por no hablar de los mestizajes que se podrían haber realizado utilizando otros materiales y elementos, entre estos está el elemento natural del arbolado. Un conjunto verde integrado incluso en los edificios si estos se hubiesen diseñado de otra manera claro está, algo más en la línea de Charles-Edouard Jeanneret más conocido como Le Corbusier. Las líneas sencillas se pueden combinar con otros elementos y materiales que humanicen el entorno y, como hemos dicho anteriormente, favorezcan las conexiones con el resto del centro peatonal. Está claro que esta obra no es de nuestro agrado por múltiples y variados motivos, pero en este artículo solo deseamos llamar la atención sobre el aspecto urbanístico. Es, por tanto, desde este punto de vista un proyecto inconcluso que necesita de imaginación y buen gusto para que se produzca una verdadera integración con la ciudad y por lo menos no rechace al viandante. Debe aspirar a ser algo más que un frío conjunto de esculturas arquitectónicas y espacios interiores sofisticados en una ciudad que tiene tantas necesidades que cubrir en materia urbanística.