Categorías: Opinión

El arma de Ingenieros en Ceuta

Una de las cosas que más se grababan antes en la vida de las personas, cuando estaba implantado el Servicio Militar obligatorio era el paso por el cuartel, porque solía ser la primera vez que los jóvenes tenían que enfrentarse a la vida solos sin la ayuda y tutela de los padres; era también cuando se convivía en colectividad durante algún tiempo con ocasión de los servicios comunes que se realizan, cuando se compartían las vivencias, las obligaciones conjuntas en el quehacer diario y en los avatares  que un mismo destino depara a los militares. Y es de esa forma, como más y mejor se crean esos vínculos de compañerismo, de hermandad y de sincera amistad que en la vida militar nacen y se hacen. De hecho, solía decirse que las mejores y más duraderas amistades son las que se crean en un cuartel o en un hospital, quizá por aquello de que las dificultades compartidas unen y nos hacen más solidarios.
Por eso es también conviviendo juntos dentro de un mismo recinto militar como se forjan esos estrechos lazos de pertenencia a una misma Unidad, de sentimientos encontrados y de unión que caracterizan a los que forman parte de la que yo siempre llamo la “familia militar”. No sé por qué sucederá así, pero lo cierto es que la profesión militar vivida en común dentro de las cuatro paredes de un cuartel, eso genera ya para siempre cierto grado de sensibilidad, de recuerdo, de afecto, y hasta suele tenerse muy a gala, porque es algo así como una honrilla personal o noble orgullo que se siente de haber servido con los antiguos compañeros de una misma Unidad. Es lo que los militares llaman “espíritu de Cuerpo”, del que con frecuencia se suele presumir y alardear. Y lo anterior no lo dice un militar, sino un civil que hace ya 53 años, cuando sólo tenía 16, pues no se le ocurrió otra cosa que venirse desde Extremadura a Ceuta como voluntario, al Grupo de Transmisiones nº 1, actual Regimiento de Ingenieros de guarnición en El Jaral, la Unidad del Arma más antigua de España y con un historial muy brillante.
Y también se anudan de esa forma tan fuertes lazos de hermandad y tan sólido espíritu de corporativo como que, en mi caso, más de medio siglo después, todavía me siguen invitando a actos de confraternización con aquellos antiguos compañeros de Ingenieros, cuyo gesto a ellos mucho les honra y yo más les agradezco. A tal efecto, está creada la Hermandad de Antiguos compañeros jubilados del Arma en Ceuta, que viene desarrollando una encomiable labor en cuanto a la promoción y fomento del acercamiento, la unión y el compañerismo a los que me vengo refiriendo, como también se promueven los valores de los Ingenieros militares, de los que ya me he ocupado en numerosos artículos que están recogidos en un capítulo que especialmente les he dedicado en mi último libro titulado “Ceuta, pasado y presente”, editado con el patrocinio del Instituto de Estudios Ceutíes, dentro de la magnífica labor de promoción y difusión que dicho Centro viene realizando de la cultura y de los valores de Ceuta.
Y traigo todo esto a colación, porque el pasado día 8 de septiembre fui invitado al acto de toma de posesión del nuevo Teniente Coronel Jefe del Batallón de Zapadores, D. Diego Bernárdez, de Estado Mayor. Y enseguida me llamó la atención la coincidencia de dicho nombre y apellido con los del Capitán que hace ya casi medio siglo tuve en El Pardo, D. Diego Bernárdez Franco, una excelente persona de las mejores que he conocido y un perfecto caballero. Y, pensando que el nuevo militar que llegaba podía ser su hijo,  asistí al acto y me eché al bolsillo la carta que aquel Capitán me escribió cuando, tras haber causado baja en el Ejército por haber aprobado mi primera oposición en Hacienda, vine destinado voluntario aquí a la Delegación de Ceuta, porque es un documento que al valor de su antigüedad une también el del contenido de su texto, para mí muy importante.
Y, efectivamente, nada más llegar al Acuartelamiento de El Jaral, me encontré con la agradabilísima sorpresa de que no sólo era el hijo el que tomaba posesión, sino que también se hallaba con él su padre, mi antiguo Capitán, ya Coronel jubilado, al que nunca más había vuelto a ver y que había venido a Ceuta con su familia al acto de toma de posesión de su hijo en el nuevo destino, y que en cuanto me identifiqué enseguida me reconoció con la natural sorpresa y alegría.
Pues muchas gracias, Coronel D. Diego Bernárdez Franco, por aquella carta que hace ya casi medio siglo me dedicó y que la he conservado como recuerdo de su caballerosidad y gran persona para conmigo. De verdad que sentí una alegría casi emotiva de poder volver a verle después de tan dilatado período de tiempo, aunque haya tenido que ser con la brevedad que las lógicas obligaciones familiares y protocolarias del acto le imponían. Ha sido para mí una gran satisfacción poder saludarle y de volverle a ver no sólo tal como ahora es, sino también como en su juventud era, cuya imagen retrospectiva con tan parecidos rasgos físicos tan reflejada está también en su hijo.
Por cierto,  que movido por aquel viejo espíritu de Cuerpo que en Ingenieros también a mí me nació hace ya más de medio siglo y que aun conservo, pues de paso voy a permitirme volver a reiterar mis anteriores sugerencias en relación con los Ingenieros de Ceuta – creo que es ya la cuarta en este medio – para que en esta ciudad sea erigido un monumento, estatua, monolito o con la digna figura  que  quiera dársele, en señal de recuerdo y gratitud de la ciudad al Arma de Ingenieros, que tantos buenos servicios ha prestado y tanto bien ha hecho aquí en Ceuta y territorios de la antigua zona del Protectorado, tal como recojo en dicho libro en el que he trascrito el artículo ya hace años publicado titulado “Servicios prestados por el Arma de Ingenieros a Ceuta”. Y es que el Regimiento de Ingenieros de Ceuta ha sido una de las Unidades que más ha contribuido a la defensa de la españolidad de esta plaza, cuando tantas veces fue sitiada y tantas veces también eficazmente defendida gracias a la construcción de fortificaciones, numerosos fuertes, defensas, instalación de minas, puentes, carreteras y línea de ferrocarril Ceuta-Tetuán, comunicaciones telefónicas y radiotelegráficas con la Península y con la zona del Protectorado, etc. A mi juicio, esa es una deuda que Ceuta tiene de antiguo contraída con el Regimiento de Ingenieros, todavía pendiente de saldar.
Porque, si a las demás Armas y Cuerpos con toda justicia ya se le ha erigido dicho monumento, como a La Legión, Regulares, Caballería, Artillería, Guardia Civil, etc, de manera que ya sólo queda Ingenieros, pues parece de todo punto razonable y objetivo que también se haga extensivo tal reconocimiento al Arma de Ingenieros, ya que lo contrario supondría un flagrante agravio comparativo respecto de las demás Unidades que ya lo tienen dedicado; por lo que es de esperar que la indudable sensibilidad de las autoridades de Ceuta acojan con esta modesta sugerencia con la atención que merece, que me consta que también ha sido ya formulada no sólo por el actual Jefe del Regimiento, sino también por otros anteriores y con motivos más sólidos y fundados que los que aquí expongo. Por lo que es de esperar que la iniciativa sea debidamente atendida para que en breve plazo pueda verse coronada por el éxito la pronta construcción de dicho monumento, por creer que ello es de estricta justicia.
Al igual que vuelvo a sugerir – en este caso dirigiéndome al Estamento militar – que sea  instituido en Ceuta el Día del Ingeniero de Honor, al igual que ya se ha hecho en La Legión, Regulares y otros Cuerpos, a fin de que puedan ser objeto de parecida distinción aquellas personas, militares y civiles, que de alguna forma hayan cooperado, promovido, fomentado o prestado destacados servicios a Ingenieros, o que por cualquier otra causa sean merecedoras de tal galardón; lo que, sin duda, sería muy bien acogido por buena parte de la población ceutí, a la vez que ayudaría a promover y conservar aun más esa simbiosis que en Ceuta siempre se da entre pueblo y Ejército, así como los valores del Arma de Ingenieros, a la vez que los lazos de unión, afecto y simpatía hacia tan dignos profesionales de la milicia, de los que ya gozan entre la población de Ceuta.
Y, finalmente, mi enhorabuena y mis mejores deseos de bien y felicidad para la familia Bernárdez Franco por la toma de posesión del nuevo Teniente Coronel de Zapadores y su llegada a Ceuta, ciudad españolísima de tan hondo raigambre militar, que siempre acoge con sus brazos abiertos a cuantos compatriotas llegan de la Península o de cualquier otro lugar, porque cuando aquí se llega, se ha atravesado el Estrecho de Gibraltar, pero se sigue estando en España.

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