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El anillo de Katmandú

Lo he mantenido en mi anular o índice izquierdo durante cerca de 23 años; era de plata y me encantaba ya que fue uno de los recuerdos que me traje en agosto del año 1992 desde Katmandú, capital del precioso país llamado Nepal, y donde tristemente hoy llora a sus miles de seres queridos (más de 6.000 y más de 8.000 desaparecidos, entre ellos españoles de los cuales desde hace una semana no se sabe nada, debido al terrible e intensísimo terremoto acaecido en el asiático país). Como ya he dicho, estuve allí con un grupo de amigos a lo largo de 10 días (también estuvimos en la India); en total, cerca de un mes entre un país y otro.

Fue un viaje sensacional, espectacular, lleno de sensaciones y vivencias que nunca olvidaremos. Llegamos desde España a Nueva Delhi ( capital de la India, haciendo un estupendo viaje en avión y observando a través de las ventanillas el precioso paisaje que se nos mostraba sobre todo, cuando después de varios días en Delhi, saltamos a Katmandú. Antes de que se me pase, tengo que comentar que el título del artículo responde a ese carismático y querido anillo que he llevado en mi mano izquierda durante tantos años y que…, ¿¡casualidad o causalidad!?, ha desaparecido de mi dedo, como si se lo hubiera tragado la tierra, al tiempo que el fatal terremoto de Nepal. Lo recuerdo y añoro con cariño, no por lo material, sino por la espiritualidad que representaba. Por suerte tengo otros recuerdos traídos de allí, como el típico molinillo con el que dar vueltas y con los cuales rezan los budistas. Nuestra llegada a Nueva Delhi, después de dejar atrás el aeropuerto, fue muy temprano, por la mañana. Nos llevaron a un precioso hotel, en el cual pasaríamos unos días. Nos recibieron en un bonito jardín, ofreciéndonos un refresco y colocándonos a todos, alrededor del cuello un collar de pétalos de colores como bienvenida. Fue muy entrañable y acogedor. Pero nuestra estancia en esta maravillosa ciudad, después de recorrerla a todo terreno, nos llevó a los pocos días a Katmandú. Viajamos en una avioneta casi tercermundista. Nos mirábamos unos a otros por un motivo: pocos días antes una gran avioneta de parecidas características a la nuestra, se había estrellado cerca del aeropuerto, pereciendo toda la tripulación y los pasajeros. Por supuesto, no dijimos nada a nuestros familiares. Esto lo sabíamos, pero teníamos muchas ganas de conocer Nepal (yo animé a mis amigos a ello ; por cierto, uno de los tres países más pobres del mundo, lo cual pudimos comprobar in situ. Llegamos al aeropuerto, no muy grande , sin incidentes y ¡todos contentos!. Nuestra estancia en Katmandú fue estupenda, monumental como ella sola, con cantidad de templos, santuarios preciosos, los cuales pudimos visitar sin problemas y hacer cantidad de fotos.A veces, incluso por la tarde, tomábamos el té o el café, en una especie de pagoda, “saboreando” la maravillosa “puesta de sol” y la alegría de su gente, sin igual. La gente de Nepal ( al menos cuando nosotros estuvimos allí ), no estaba “resabiada” ni nada por el estilo); en la India era otro cantar, más visitado desde siempre por turistas del mundo entero, algunos ansiosos de experiencias, sin saber ni siquiera lo que buscaban. De todas formas, es un país al que hay que visitar ( el que pueda) y nosotros lo disfrutamos muchísimo.Siento profundamente las pérdidas humanas que allí se han producido por causa del terremoto, así como en el Tíbet, país al que tuve la oportunidad de viajar y en la misma agencia de viajes, me advirtieron de que se había anulado los viajes por motivos políticos graves y que ni se me ocurriera viajar por mi cuenta, pues ya me conocían…¿Iré algún día? A Nepal se le consideraba allá por 1992 un país casi recién “abierto” al turista, y por eso nosotros aprovechamos para conocer al pueblo “sin contaminar”, tal cual, gente llana, sencilla y amable y por supuesto, dadivosa. No conocimos mucha mendicidad, casi nadie pedía, algún que otro niño o niña; normal,¡un país tan pobre! Pero quedamos sorprendidos por la ausencia de acoso. Por supuesto,cuando íbamos en la tercermundista avioneta hacia Katmandú, pudimos disfrutar de las maravillosas vistas del Himalaya, lugar de alpinistas y escaladores de montaña, de auténticos aventureros (algunos han perecido allí). Y el Everest, el pico nevado más alto del mundo, escalado por tantos y tantas,lugar de peregrinaje de hombres y mujeres, desde siempre, buscando nuevas sensaciones, queriéndose sentir más cerca del firmamento. Este pico, lo vimos una hermosa tarde, cuando el Sol empezaba a caer, con lo cual la visión del Everest, de un aspecto rojizo anaranjado,nos cautivó. . Katmandú…, país budista por doquier. Ver a esos hombres de cabeza rapada, con la típica túnica naranja, me llenaba de orgullo. El Budismo, una filosofía de vida, que mucha gente no logra comprender, y que yo descubrí hace ya mucho tiempo, de lo cual me alegro. Aporta serenidad y paz de espíritu. Recuerdo que una mañana y paseando por las calles de Katmandú, escuchar el sonido de unos trompetones. Me asomé por una ventana y allí estaban ellos, unos cuantos jóvenes budistas sentados en el suelo, con las piernas cruzadas y tocando unos enormes trompetones que producían un sonido espectacular. Se dejaron hacer fotos. El seguir paseando era seguir descubriendo los misterios y la belleza de uno de los lugares más bonitos y entrañables que he podido conocer. Visitar sus templos, fue una auténtica delicia, con esos budas tan impresionantes, ese olor a sándalo por doquier, esas lamparillas encendidas en honor a Siddarta (Buda), pétalos de todos los colores, velas encendidas y sobre todo respeto,mucho respeto en su interior. Y esa maravillosa plaza, cuyo nombre siento no recordar, donde se rodó parte de la película El pequeño Buda, y donde se concentra la gente a cualquier hora del día, creándose un bullicio que hace que te den ganas de quedarte allí todo el día, haciendo fotos , intentando comunicarte con la gente, a través de una sencilla sonrisa, comprobando cómo va cambiando el ambiente. Barrios marginales, pobrísimos, en cuyas casa, te podían ofrecer de lo poco que tenían ( esto suele ocurrir en la gente más humilde y necesitada; entre nosotros , “los millonarios”…). ¿¡Qué decir de la famosa, bonita y escultural Pagoda de los Monos!? Impresiona desde el momento que la ves, con sus múltiples banderines de colores colgando al aire, con esos enormes ojos rasgados pintados en su fachada que tanto impresionan, ojos que “todo lo ven”. Y esa impresionante escalera con sus múltiples escalones para subir y bajar, llena, repleta de monos que se te acercan sin ánimo de hacerte daño, están acostumbrados a la presencia del turista. ¡Qué pena! Se ha derrumbado. Recuerdo cuando llegamos a su cima, dar la vuelta a la pagoda, hay que hacerlo, es un rito; ir tocando las especies de grandes molinillos giratorios con letras impresas en nepalí, conteniendo en su interior mandalas.Hay que cumplir con la tradición. Fue un gustazo participar en este rito a la vez que divertido. Gentes de todo el mundo deambulaban por allí. ¡¿Qué decir de esta pobre gente y gente tan pobre que ha quedado sin hogar?! Nunca volverán a ser los mismos. En medio de la tragedias, muchos chicos juegan al fútbol y muchas mujeres y hombres no pierden la sonrisa. Esto es Oriente.Pero la ayuda humanitaria va llegando a cuentagotas.Esto ocurre casi siempre, cosas se pierden en el camino. Siempre será poco, para la enorme tragedia.Por supuesto, siempre cuentan con la inestimable ayuda de nuestro amigo el perro, como es el caso de Bomberos sin Fronteras. Recuerdo a la Kumari. ¿Quién es la Kumari? Una costumbre de Katmandú, a elegir de entre unas cuantas niñas de corta edad, a una que por sus cualidades físicas y psíquicas, les represente como “princesa del pueblo”. Pero siempre vivirá como en una especie de palacete, encerrada, siempre acompañada de una especie de institutriz, sin la compañía de sus padres y hermanos. De vez en cuando la asoman a una de las ventanas para que el pueblo o los turistas la veamos. Nosotros la llegamos a ver. La arreglan con elegancia, le pintan los ojos y peinan muy bien. Pero…, ¡cuando le llega la primera menstruación, ya no les sirve!. Es más,jamás podrá casarse por haber sido elegida como Kumari.Tradición… Como anécdota contaré cómo una mañana, y bien temprano, salimos de los albergues donde nos habíamos alojado a las afueras de Katmandú, para ir a desayunar al exterior. Como éramos un grupo de unas 30 personas, habían colocado unas largas mesas con todo preparado para el desayuno, un buen y suculento desayuno que nos supo a gloria, acompañado con el buen clima que se respiraba.. Al fondo las montañas nevadas del Karakorum. Fue una verdadera delicia disfrutar de aquellos momentos en confraternidad. Recuerdo este país con nostalgia, tristeza y mucho, mucho cariño. Como también recuerdo que volvimos a la India para hacer un largo recorrido por muchas de sus regiones. Y a la vuelta de nuestro periplo, otro avión cayó en picado y se estrelló cerca del aeropuerto de Katmandú. ¡Sorprendente! Nuestros familiares tardaron mucho en enterarse de todo esto, ya que nunca lo contamos y entre tantas noticias en televisión... Mis más sinceros y cariñosos recuerdos a los países hermanos de Chile y Argentina, azotados por un terrible volcán que no entraba en erupción desde hace 42 años. Ha hecho mella en muchas de sus poblaciones, incluyendo Buenos Aires, ciudad bella donde las haya que se ha cubierto de una densa neblina. “La Tierra, el planeta Tierra, es el mayor y mejor ser vivo existente, y todo lo que a él le ocurre, nos ocurre a nosotros” ( Jefe Indio Noah Sealth , de la Tribu de los Swamisu, dijo entre otras cosas en un mensaje ecologista en el año 1855). P. D.: Dedicado a mi mejor amigo que nunca haya tenido, Blas, quien ya siempre, ante las múltiples catástrofes, me decía: “Herminita, la Tierra se está vengando”. Palabras sabias de una persona quien siempre me decía “que su reino no era de este mundo”. ¡Qué razón tenía! Nos dejó demasiado joven. Desde hace justo 23 años “ya brilla en el Universo de las Estrellas”. Va por ti, Blas.

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