El término aguafiestas se repite con frecuencia en el último libro del escritor Antonio Muñoz Molina, Todo lo que era sólido. El último premio Príncipe Asturias de las Letras utiliza esta expresión para referirse a aquellos ciudadanos que durante los años de frenesí, descontrol y despilfarro que nos han conducido a la actual crisis alzaron la voz para criticar la enorme cantidad de desmanes que se estaban cometiendo contra nuestro medio ambiente y nuestro patrimonio cultural. Es este un buen momento para reivindicar la crítica vigilante de estas personas y entidades que lucharon por la preservación de nuestros bienes culturales y naturales, y para hacer terapia colectiva con el propósito de que lo acontecido en los tiempos de la “España va bien” no se vuelva a repetir. Pero muy a nuestro pesar tenemos que decir que los principales enfermos del poder, la ostentación y la megalomanía, –la clase política–, no están curados. Si no hacen más de las suyas es porque les falta el néctar de la ambrosía que los mantenía en su mundo irreal: el dinero.
En Ceuta, nuestros adictos al poder, han rebañado la caja de caudales y, con las escasas monedas que han encontrado, han encargado un ostentoso proyecto de remodelación de la Marina Española. La principal razón esgrimida para acometer esta obra es el obligado cumplimiento de una sentencia judicial que obliga a la Ciudad a levantar parte de la solería del paseo de la Marina para reparar las filtraciones que afectan a los aparcamientos subterráneos que allí se encuentran. Si lleváramos este modo de proceder a la vida doméstica, es como si a nuestro vecino le hemos mojado el techo de la cocina con la rotura de una tubería y en vez de limitarnos a reparar la avería, sellando la fuga y rompiendo las menos losas posibles de nuestra vivienda, decidiéramos hacer una reforma completa de la vivienda. El famoso poyaqué se traduciría en “poyaqué que tengo que cambiar dos losetas las cambio todas, cambio también las puertas, ventanas, cortinas y todos los muebles que ya no van a juego con el nuevo suelo que he elegido para mi remodelada vivienda”. Evidentemente, si alguien quiere actuar de esta manera en su vivienda y se lo puede permitir, allá cada uno con lo que hace en su casa. Pero, volviendo al caso concreto de la reforma de la Marina, huelga decir que la ciudad no es el cortijo particular de nuestros políticos. Ni nos sobra el dinero ni pueden actuar sin contar con la opinión de todos los que compartimos este pequeño hogar.
Siendo conscientes de que iban a surgir críticas por su disparatado modo de actuar, se han encargado de advertirnos a través de los medios de comunicación de que no caben discrepancias ni pegas al proyecto de remodelación de la Marina. Todo el mundo chitón y “sí, bwana”. “No os preocupéis ni atendáis las opiniones de los aguafiestas de siempre. Ya veréis lo bonita que vamos a dejar Ceuta. ¡Cómo vais a disfrutar con las nuevas rotondas, pasarelas, fuentes y hasta ascensores que hemos elegido para vosotros! Y además os prometemos que la obra estará lista para 2015. Bueno sí…, ya sabemos que ese año toca elecciones, pero os juramos que es sólo coincidencia”.
En nuestro acostumbrado papel de aguafiestas nos vemos obligados a tomar la palabra para decir que la fiesta va a salir muy cara y que nos va a dejar una resaca que ningún nolotil va a ser capaz de aliviar. Como hace tiempo que no asistimos a ninguna macrofiesta urbanística, parece que se nos ha olvidado el caos circulatorio que suelen generar, sobre todo en aquellas ocasiones,–como ocurre con la Marina–, que afecta a una de las principales arterias del tráfico rodado de la ciudad. También es habitual que el precio de la fiesta se duplique o triplique. ¿Recuerdan el precio final del aparcamiento de la Plaza de los Reyes? Y es que cuando uno está de fiesta y se calienta el pico no se tiene en cuenta algo tan vulgar y trivial como el dinero, en especial cuando éste no sale de su propio bolsillo. ¡Qué no falte de ná!
Los carteles anunciadores de la fiesta le han quedado preciosos. Hay que reconocerlo. ¿Quién no se queda engatusado al ver esas maravillosas infografías, llenas de verde y alegres ciudadanos de cartón piedra paseando alegremente por las flamantes pasarelas que han diseñado los arquitectos redactores del proyecto? El problema es que el verde sólo está en la foto. En la práctica, no existe un compromiso explícito al mantenimiento de las palmeras que hoy día embellecen este céntrico paseo, tan sólo una declaración de buenas intenciones; y no se ha previsto la instalación de arbolado urbano que nos dé un poco de sombra y frescor a los que paseamos por el paseo de la Marina para disfrutar del paisaje. Y ya que hablamos de paisaje, tenemos que manifestar con claridad y rotundidad nuestra oposición a una actuación que va a suponer un claro atentado paisajístico contra nuestro patrimonio cultural. La zona especialmente afectada será, en caso de que el proyecto no sufra una modificación profunda, el entorno del Baluarte de San Sebastián. En este punto quieren construir una pasarela que, desde la actual rasante del jardín, conduzca al Poblado Marinero, cuya consecuencia inmediata será la ocultación parcial de la emblemática fortificación dieciochesca. De igual modo, la nueva escalera que se quiere trazar impedirá la visión lateral del baluarte que en la actualidad podemos disfrutar. La posibilidad de captar la volumetría y la forma en planta y en perfil de la fortificación no será posible tras la ejecución de este proyecto. Parece que poco importa la protección legal del Baluarte de San Sebastián como Bien de Interés Cultural o que se contradigan los criterios de conservación que contiene el Plan Especial de Protección de la Almina, aprobado hace pocos años.
El anuncio de la habilitación de un pasillo para que los investigadores puedan estudiar los lienzos de murallas que quedaron ocultos tras la construcción de los aparcamientos subterráneos es un auténtico sarcasmo. Se nos coge un nudo en el estomago cuando recordamos los acontecimientos que dieron lugar a uno de los atentados más flagrantes que se ha cometido en Ceuta contra nuestros bienes culturales. Nosotros conocimos lo que sucedió entonces por las hemerotecas, ya que en aquellos años quienes constituimos y mantenemos activa esa asociación nos encontrábamos estudiando en la universidad. Según recogen los medios escritos, la Dirección Provincial de Cultura, a cuyo frente se encontraba el añorado y querido Pepe Abad, informó negativamente al proyecto de construcción de los aparcamientos de la Marina. Presentó dura batalla y se desató una agria polémica entre el Ayuntamiento y los responsables del Ministerio y la Dirección Provincial. El pulso lo ganó la casa consistorial y para tapar este vergonzoso episodio, que algún día contaremos completo, se les ocurrió dejar un hueco entre la muralla y el muro posterior del aparcamiento para que en el futuro pudiera ser visitable la fortificación.
Para completar la descripción de las consecuencias de la “fiesta urbanística” que nos han preparado desde la Ciudad, un técnico conocedor de la materia, nos ha proporcionado algunos “detalles” curiosos del proyecto de reforma de la Marina. Detalles que sólo un profesional del ramo es capaz de apreciar y discutir. Los más destacables son el insuficiente ancho de los carriles (3,5 mts) que dificultará o impedirá paradas provisionales en doble fila para la carga o descarga de mercancías o personas, así como el trabajo de los vehículos de mantenimiento urbano; el también reducido diámetro exterior de las rotondas proyectadas, con la dificultad que ello entraña para la maniobra de vehículos de cierto tamaño, como por ejemplo un coche de bomberos; la supresión de pasos de peatones; o la desproporción en el tamaño que se le quiere dar a la pasarela que conectará la calle Millán Astray con el Parque del Mediterráneo.
En términos de calidad democrática es lamentable que desde los poderes públicos se nos esté continuamente limitando un derecho: el derecho a la ciudad. Los ciudadanos deseamos tener la oportunidad de participar, discutir y colaborar en todos aquellos proyectos que ejercen una destacada influencia en la conformación de la imagen de nuestra ciudad. De las dos maneras opuestas de tomar decisiones, la autoritaria o la democrática, en este país y en esta ciudad, nuestras autoridades siempre se decantan por la primera. En la reforma de la Marina podemos visualizar algunas de las principales características de las decisiones autoritarias, según magistralmente describió Federico Aguilera Klink: imposición de una única solución sin diagnóstico públicamente debatido y aceptado sobre cuál es el problema; inexistencia de un debate público argumentado y razonado con participación de los promotores del proyecto; despilfarro de fondos públicos al financiarse un proyecto innecesario; falta de información accesible y entendible para el conjunto de la ciudadanía; omnipresencia de un limitado número de expertos, todos ellos del ámbito de la administración, en la toma de decisiones técnicas; violación impune de la legislación patrimonial, en el caso del Baluarte de San Sebastián, y urbanística, en la concepción general del proyecto. Hacemos esta última afirmación basándonos en lo indicado en la propia memoria del proyecto. Concretamente, en la página115 se indica que las modificaciones de la red viaria deben ajustarse al plan general o al correspondiente P.E.R.I, según estipula el reglamento de planeamiento vigente y aplicable en Ceuta. Una vez consultado el PGOU se consta que la reforma de la Marina no se ajusta al mencionado plan general y, por tanto, es perceptiva la modificación del planteamiento, con el obligado procedimiento de exposición pública. Esto daría oportunidad a los vecinos de la Marina de estudiar y conocer los problemas de acceso a sus viviendas, –en las habituales maniobras domésticas de traslado de compras o maletas–, debido a la instalación del seto continuo diseñado para el remodelado paseo marítimo. En general, consideramos que para un proyecto de esta magnitud hubiera sido conveniente la convocatoria de un concurso público de ideas, en el que otros arquitectos pudieran haber presentado soluciones alternativas.
La fiesta no ha comenzado y a nosotros ya nos duele la cabeza. No queremos participar en esta Hoguera de las Vanidades, pero a buen seguro que todos los ceutíes, sin excepción, vamos a pagar la factura y nos veremos obligados a sufrir las consecuencias del festín urbanístico. A nosotros en esta festividad nos ha tocado el papel de aguafiestas. ¡Qué le vamos a hacer! De todo tiene que haber en la viña del señor.
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