Quienes conozcan parte de la historia de la Guardia Civil de Ceuta tendrán hoy, más que nunca, en su mente a un hombre: el capitán Bejarano.
Una persona extraordinaria que más bien parecía una extensión de la Comandancia de Hadú, porque entender la vida de ese cuartel era imposible sin que pasara por la mente su figura. Bejarano y la Comandancia, la Comandancia y Bejarano. Dos en uno, una vida entregada a la Institución, una vida de un profesional brillante, respetado en la clase judicial porque sus operaciones eran siempre destacadas, respetado en la propia Guardia Civil por ser quien era. La última vez que hablé con Bejarano fue con motivo del aniversario de la muerte de una decena de marroquíes cuyos cadáveres aparecieron tendidos en las costas de San Amaro. Era julio de 1998. Coincidía mi llegada a Ceuta con una de las historias más dramáticas en el ámbito de la inmigración. Eran otros tiempos, tiempos complicados para investigar, tiempos complicados también para informar y tiempos en los que la inmigración solo interesaba a unos pocos medios de comunicación, en los que aquellas muertes no consternaban a las organizaciones sociales como ocurre ahora. Quise hablar con Bejarano, con Pepe, porque quería recordar con él cómo se llevó a cabo aquella investigación. Con los escasos medios que tenía la Policía Judicial, Pepe y el equipo de agentes que tenía a su lado consiguieron hacer algo bueno por esos fallecidos, por sus familias, por ese drama. Lo consiguieron dando con los criminales que habían provocado semejante salvajada. Encontrar a persona más sagaz que Bejarano era complicado. Sabía sacar lo máximo de sus cualidades, supo llevar ante un tribunal a los causantes de aquellas muertes. Dio paz a unas familias que esperaban, en el sur de Marruecos, los mensajes de unos hijos que no lograron el sueño. Con Bejarano daba gusto hablar. Daba gusto conocer hasta lo que podía contar de un trabajo complicado, de un trabajo en el que ha habido guardias civiles que han sufrido mucho, lo han hecho en silencio, afrontando servicios muy complicados, sabiendo que la sociedad nunca alcanzará a comprender cómo es la vida de quien tras colgarse el uniforme se cuelga a su vez unas normas y leyes inviolables que el resto podremos cuestionar pero ellos se ven obligados a cumplir. Se nos ha ido un hombre especial, un hombre que ha entregado su vida al Cuerpo, a la Institución, un hombre con una experiencia inigualable, con unos conocimientos sobre Ceuta impresionantes, con una sapiencia dentro de la Guardia Civil difícil de igualar, con unos servicios destacados tanto en Policía Judicial como en Información. Pero ante todo se ha ido un hombre querido, cariñoso al que desde ya, quienes lo conocimos, echamos de menos.