Era un mundo idílico, tan real y a la vez tan de ficción que todavía a día de hoy cuesta creer que sucediese sino palpitasen las secuelas de “una sociedad que se idiotizó”. Constructores que han tocado una pizca de celebridad porque el equipo de fútbol de su pueblo lleva el nombre de su empresa en la camiseta, porque la gente se les acerca a pedir trabajo, esos que lucían Rólex y coche nuevo hasta su bancarrota, y que en su interior no albergan nada, salvo el vacío, recuerda el actor y director Adolfo Fernández minutos antes de acceder al teatro, en este caso como espectador, como amante de un arte “que no interesa a la élite política” y para apoyar a su amigo y compañero Mariano Llorente, con el que comparte reparto En la Orilla que, después de un año y medio girando por todo el país, presenta esta noche, a las 21.00 horas, en el Auditorio del Revellín.
Fernández no oculta desde el primer instante de nuestra conversación su preocupación, su malestar y su irritación por la situación tan “penosa” que atraviesa el país. Su voz grave, fuerte y vibrante denosta desprecio hacia “el poder y la política que hacen lo que sea para enriquecerse”. Deja entrever su activismo social y su compromiso por conseguir un cambio, por hacer despertar a una “sociedad, y a unos poderes podridos” no solo con su participación en diversas manifestaciones, sino también en lo que mejor sabe hacer, en las artes escénicas, donde ha llevado a través de su compañía K-Producciones títulos como Ejecución Hipotecaria, 19.30, Naturaleza muerta en una cuneta o la obra que ahora acapara todo su tiempo, aquella que “me fascinó desde que la leí”, mucho antes de que ganase el Premio Nacional de Narrativa o el de la Crítica y con la que debutará esta noche en la ciudad, donde llega cargado de un elenco que no requiere desperdicio y un material que removerá conciencias.
No es algo premeditado, hay ciertos temas que me interesa llevar a escena y como no los encuentro desarrollados en textos teatrales, acudo a la novela como fuente de inspiración porque soy un lector apasionado e impulsivo. En este caso quería hablar de cómo el abuso de poder nos conduce a una realidad imaginaria, nos encierra en una burbuja permanente y eso Chirbes lo cuenta como nadie.
Recogía un momento histórico de nuestra realidad más próxima, Buscaba una obra que nos definiera, que enseñara la locura económica que estaba viviendo España. Leí la novela nada más publicarse y entendí que mostraba que la culpa no es de los otros, que todo un país se había infantilizado.
Es un drama al más estilo griego de esa ficción-realidad que vivimos durante muchos años en este país, cuando los bancos regalaban dinero, salían constructoras de debajo de las piedras, se empezó a hablar de vino, que por entonces no se sabía ni lo que era, de pilates o de pádel, de horteradas que nos volvieron sumamente patéticos.
Y, de pronto, todo reventó y se fue la ilusión, sentíamos que habíamos traicionado a nuestros padres, a todos aquellos que se habían esforzado por construir un país mejor. Esa fue la imagen que dibujó Chirbes y que a mí me cautivó.
Es fantástico y muy satisfactorio, porque hay mucho trabajo detrás, de hecho la adaptación y su recepción era el mayor miedo al que nos enfrentamos en su estreno. Y esta selección como finalistas hubiese sido imposible sin Chirbes, se lo dedico a él, es el guiño a un grande de la literatura.
Imagino que habrá de todo. Cada uno a su manera. Estarán aquellos que no quieran ver como se está relegando la Educación, la Sanidad o cómo nos quitan las pensiones y, por el contrario, otros como yo que salimos a la calle para reivindicar lo que nos han quitado, porque nos han vendido lo peor de nosotros mismos.
Están los que siguen viendo a Bertín Osborne y Viva el vino y las mujeres y, otros, que por suerte han evolucionado y luchan por revertir esta situación.
Por supuesto que nosotros, a la vista está que seguimos votando a chorizos. El mayor problema es que nos hemos vuelto más individualistas y, hasta que a nosotros no nos afecte, nos da igual. Pero vivimos en un país donde ha descendido un 20% el poder adquisitivo, ha incrementado el umbral de pobreza y seguimos tan felices.
Sigue saliendo con mayoría el partido que se posicionó contra la ley del aborto, contra la de los matrimonios homosexuales y el que fomenta la educación segregada en pleno siglo XXI. Seguimos honrando a la santísima Trinidad y dejando impunes a curas pederastas, sin duda, todo lo que evolucionamos parece que se está revirtiendo.
Más educación, filosofía y humanidades, y cero religión. Apostar por la cultura y por muchos Chirbes que nos abran los ojos.
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