Categorías: Opinión

El acoso escolar y el Guadiana

La semana pasada, irrumpió en el espacio público de opinión (medios de comunicación y redes sociales), con una fuerza inusitada, un caso grave de acoso escolar. Un grupo de adolescentes agredió violentamente a una compañera.

Algunas imágenes, elocuentes por sí mismas, contribuyeron a reforzar el interés (y el morbo) de la población sobre el hecho. De repente, la sociedad dormida, apática, indiferente y omisa, recordó que existe un fenómeno denominado "acoso escolar" (debería asignársele un término más preciso) que inflige un daño enorme a sus víctimas, y ante el que todos los que (ahora) claman venganza como posesos, no le prestan nunca ninguna atención. La primera perplejidad, que empieza a explicar la extensión de esta lacra, es la brutalidad mostrada por el nutrido segmento de la población erigido en implacable justiciero ("yo las cojo... y las reviento"). Es natural que con esta forma de pensar estemos formando jóvenes violentos en grado extremo (cada cual se atribuye a sí mismo la capacidad de elegir cuándo y cómo reventar a los demás). La segunda cuestión digna de mención, es el fomento de la cultura de la irresponsabilidad, evidenciado en la exigencia de que "alguien", en este caso "el centro", se tiene que ocupar de estas cosas. Nadie asume la menor responsabilidad (no se puede olvidar que los jóvenes que protagonizan o consienten con su indiferencia estos episodios, forman parte del mismo cuerpo social encolerizado). Sin información previa, desde la ignorancia más supina, y en una clamorosa ausencia de meditación, resulta my cómodo (y alivia mucho la conciencia) seleccionar un culpable (con o sin razón) y descargar sobre él toda la ira acumulada por una falsa sensibilidad. Y digo falsa porque mientras no se exponen en la galería mediática casos muy escandalosos, nadie muestra ningún interés en la existencia de este problema. Es un sentimiento muy similar al curso del Guadiana. Una comunidad, aparentemente preocupada, sólo se mueve de "portada en portada", durante el resto del tiempo todo es calma y felicidad. Diariamente, innumerables adolescentes ceutíes, sufren (en silencio) un acoso psicológico insoportable que les hace la vida amarga cuando no imposible. Pero una opinión pública ciega, y vocacionalmente irreflexiva, no se quiere dar por aludida. Reserva toda su energía para vociferar de cuando en cuando. Un comportamiento medieval en estado puro. Pero lo más triste es que esta misma actitud es la que impera en la política educativa local. Las administraciones públicas (local y nacional) también elijen la inhibición como norma.
Quiero reproducir parcialmente "El Dardo" que escribí sobre esta cuestión en agosto del año pasado: "El acoso escolar es un fenómeno social que se remonta a un tiempo inmemorial. No es una cuestión menor. Esta conducta, infinitamente cruel, deja en las víctimas una huella muy difícil de borrar que, en muchos casos, condiciona definitivamente su personalidad. Es cierto que siempre han existido jóvenes que han sufrido la mofa, el escarnio, la amenaza, la coacción, o cualquier otra agresión psicológica (o física, en menor medida) de sus iguales. Tanto en los centros docentes como en otros espacios de convivencia adolescente. Sin embargo, en estos momentos, se tiene la percepción de que, lejos de corregirse, estas prácticas se están extendiendo paulatinamente. Sus efectos se agudizan y se extreman. Una creciente inquietud sobre lo que puede pasar en el interior de la escuela, está convirtiendo el acoso escolar en un problema social de primer orden.
¿Es cierta esta percepción? ¿Se producen cada vez más casos de acoso escolar? ¿O es sólo que "ahora se conocen y antes no"? La respuesta a estas preguntas quizá la podemos encontrar en un conocido programa para erradicar el acoso escolar, diseñado y aplicado por una universidad finlandesa. La clave de esta iniciativa, que ha cosechado un éxito espectacular, está en modificar la actitud pasiva de los testigos. A juicio de estos expertos, la cuestión no es tanto reprender y sancionar al acosador, como lograr que el entorno se identifique y defienda activamente a la víctima. El auténtico caldo de cultivo es la indiferencia. Pero esto no es más que una manifestación concreta (más) de la enfermedad social de este tiempo. La escuela no es una institución aislada de la sociedad que actúe como un laboratorio educativo aséptico, fundamentado en principios y valores teóricos. Tanto profesores como alumnos reproducen las pautas de comportamiento que impregnan la comunidad de la que provienen y en la que se desenvuelven. La indiferencia imperante también se ha adueñado de las aulas. Es, sin duda, la peor lacra del siglo veinte que se prolonga amargamente. Lo explicaba perfectamente Hanna Arendt cuando definía la "sociedad de masas contemporánea", cuya característica fundamental es la desarticulación del espacio público. Es el triunfo de un individuo despreocupado de la vida en común, centrado en sus intereses privados, interesado únicamente en la seguridad de los suyos a cualquier precio. Este individuo representa la figura opuesta del ciudadano (aquel que mantiene un compromiso activo con el mundo). El individuo "privado" representa la "triste opacidad de la vida privada", de una vida centrada sólo en sí misma, un individuo aislado en sus intereses de confort y consumo. Las personas viven juntas pero sin tener nada en común, ningún interés compartido".
El partido en el que milito (Caballas), comprendió la necesidad de abordar de manera decidida esta trágica realidad, y planteó una propuesta al Pleno de la Asamblea, para iniciar durante este curso, una "ofensiva pedagógica" contra el acoso escolar. Reproduzco la propuesta debatida en la sesión plenaria de agosto: "El acoso escolar ha pasado de ser un problema aislado a captar la atención de toda la sociedad. Cada vez se producen con más frecuencia casos extremos que ocasionan un gran impacto en la opinión pública por su desenlace violento. Pero estos casos son sólo la "punta del iceberg" de una realidad mucho más extendida que está planteando muchas dudas sobre el modelo ético que vivimos hoy.
Son innumerables los casos de acoso escolar de "baja intensidad" que sufren diariamente infinidad de alumnos y alumnas en los centros docentes, que no trascienden, pero que provocan muy serios problemas psicológicos a los afectados repercutiendo, no sólo en su rendimiento académico, sino en el proceso de construcción de su personalidad y en su posterior adaptación social.
La indiscutible dimensión social de este fenómeno lo convierte en un problema político ante el que no podemos permanecer indiferentes. Erradicar el acoso escolar de nuestro sistema educativo debe ser una prioridad. En este sentido, existe una pauta internacionalmente reconocida, marcada por el conocido Programa KiVa, concebido y desarrollado en Finlandia, cuyos resultados están resultando espectaculares. La clave de este programa está en que no incide únicamente en la víctima y el agresor, sino en los testigos. El sistema finlandés, por tanto, exhorta a aquellos que presencian un acoso a defender al acosado, a no ver en ello un motivo de risa, a no concebirlo como algo ajeno a ellos mismos. Se sintetiza con claridad en la famosa frase de Martin Luther King: "Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos como del clamoroso silencio de los bondadosos".
Caballas considera que sería extraordinariamente positivo para nuestro sistema educativo implantar un programa de esta naturaleza en nuestra Ciudad. Consideramos que este tipo de iniciativas se encuadra perfectamente en los objetivos que se persiguen con el Convenio que suscribe anualmente la Ciudad con el MECD.
A la vista de los argumentos expuestos, proponemos al Pleno de la Asamblea, la adopción del siguiente Acuerdo: Incluir en el Convenio que suscribe la Ciudad con el MECD para el próximo Curso 2015/2016, un Programa para la Erradicación del Acoso Escolar, fundamentado en el "Programa KiVa, en el que se incluya la formación previa y las dotaciones precisas para su desarrollo"
El Gobierno respondió que aún pareciéndole muy interesante, no había tiempo de llevarla a cabo. Que ya, si acaso, para el año que viene... Por lo visto en un Convenio suscrito entre la Ciudad y el Ministerio de Educación, no quedaba lugar para un programa específico contra el Acoso Escolar. Me dirigí, también, al Ministerio de Educación, intentando viabilizar la propuesta. La respuesta fue muy similar. Era una idea muy buena.... pero muy cara. Ya, si acaso, cuando haya más dinero...
Y, así, la vida sigue. Con toda la ciudadanía alarmada y preocupada por el acoso escolar por lo menos... durante una semana.

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