El 65% de los menores que cometen delitos en Ceuta son españoles

La unión de los conceptos MENA y delincuencia caminan juntos de forma interesada. Terminar con lo que solo es un mito resulta complicado. Se prejuzga antes de conocer los hechos. Se extrapolan casos concretos a una realidad genérica.

Pero ¿qué dicen los datos?, ¿qué reflejan los análisis que sobre la población juvenil y sus orígenes se llevan a cabo? Precisamente, todo lo contrario. Las etiquetas mantenidas en el tiempo topan con unos resultados que sitúan el mayor porcentaje de la delincuencia cometida entre menores de 14 a 17 años (susceptibles de la aplicación de la Ley) en los españoles. Así, de los 131 menores infractores que fueron contabilizados en el año 2014, el 65% era español, era made in Ceuta. En concreto, 86 de esos 131 adolescentes son naturales de la propia ciudad. ¿Y el resto? De ese 35% (es decir, 45 personas) solo un porcentaje (el 26%) serían Menores Extranjeros No Acompañados ya que en ese grueso se incluyen también a los extranjeros que entran y salen de la ciudad y que no están siquiera tutelados por la Ciudad o controlados en alguno de sus centros oficiales, es decir, se escapan del círculo MENA. Solo un 11% de esos delitos protagonizados por extranjeros se enmarcaría en los denominados delitos de mayor grado, como los robos con violencia; el resto serían asuntos de menor calado como por ejemplo amenazas, peleas o hurtos, aunque algunos de ellos han terminado cobrando mayor protagonismo mediático. El juego estadístico no casa con esa percepción social genérica que se empecina en mantener una lectura de los hechos interesada. De hecho, los asuntos delincuenciales más graves realizados por menores no han tenido a los MENA de protagonistas. Así ocurrió con la muerte a puñaladas del marroquí Said Abriual, brutalmente agredido en agosto del pasado año cerca de la frontera. Los autores de ese crimen, ya penados por un delito de homicidio, son de Ceuta. Desde el Área de Menores de la Ciudad Autónoma se trabaja sobre hechos reales, lejos de apreciaciones tan temerarias que incluso han llegado a ser plasmadas en notas oficiales. El centro de ‘La Esperanza’, que acoge a más de un centenar de MENA, se convierte en una especie de laboratorio en el que los profesionales del Área trabajan para lograr no solo la adaptación de los menores a las reglas del propio centro sino también a la sociedad. Se están intentando innovaciones educativas, adoptándose un modelo intercultural “buscando que el propio MENA participe y entienda que ese centro es suyo”, explican desde el Área. “La experiencia acumulada en la intervención con menores extranjeros nos plantea la necesidad de potenciar nuestros programas o buscar nuevos modelos y vías de intervención más eficaces, en la consecución de objetivos finalistas que incorporen al menor no acompañado a nuestro capital social”, exponen. El trabajo es complicado. Lo es dentro del propio centro, en el que se trata con una población que fluctúa, en la que cualquier entrada nueva puede desestabilizar la normalidad ganada. Pero también lo es fuera, porque esa integración del MENA se tiene que conseguir en una balanza en la que la imagen social que se tiene de ese menor case con la realidad que aporta el día a día y no con la basada en mitos. “Los menores extranjeros no acompañados llegan a nuestro país en situaciones de gran precariedad. Es precisamente su condición de extranjeros la que dificultará su tránsito a la vida autónoma y, por consiguiente, la continuidad de un proyecto migratorio positivo; quedando al amparo de los servicios sociales o inmersos en procesos delictivos que acabarán llevándoles a la exclusión social”, indican. La Ciudad, que asumió hace unos años las transferencias de Menores, se enfrenta al reto de lograr que esos MENA puedan tener un proyecto de vida en el país. Los profesionales del Área trabajan en la adopción de métodos educativos que consiguen los mejores resultados rompiendo con las principales problemáticas que les afectan y que abarcan desde “la dificultad que tienen para establecer relaciones constructivas hasta el propio desconocimiento de la sociedad de acogida así como el efecto negativo de los estereotipos o prejuicios que operan a modo de generalizaciones injustas”, explican. Entre las iniciativas sobre las que trabaja el Área de Menores para aplicarlas con el colectivo MENA se incluye la adopción de programas en los que, por ejemplo, se potencie el estudio y manejo del idioma castellano como clave para la integración social o los planes de resolución de conflictos y disputas basados en el modelo de mediación intercultural, entre otros. Se trabaja sobre una población etiquetada de forma injusta aunque los sucesos en los que terminan viéndose envueltos cobran mayor protagonismo que los que, en mayor número, causan los nacionales ceutíes. Una población que parece encorsetada en un centro al margen, aislado del resto de la sociedad, en el que muy pocas son las actividades en los que se ha buscado la relación con otros grupos sociales. Quizá sea más fácil hablar de los MENA que “vagabundean por la noche” causando “inseguridad”, como recogía hace unas semanas una nota oficial. Puede serlo cuando prevalece un empecinamiento general en dar la espalda a lo que las propias estadísticas se encargan de negar.

EN DETALLE 

La tasa de reincidencia en la práctica de delitos afecta, en un mayor porcentaje, a nacionales en detrimento de extranjeros

Las tasas de reincidencia que se registran en la población infractora menor de edad se encuadran dentro de los términos aceptables. En el caso de la repetición de los delitos, vuelve a tener protagonismo la delincuencia nacional, es decir, la protagonizada por infractores de la ciudad y no extranjeros. Se toma como muestra a los menores que han cumplido o están cumpliendo alguna medida judicial impuesta. Así, de acuerdo con los datos facilitados por el Área de Menores, se atendió a 516 con edades comprendidas entre los 14 y los 18 años, arrojándose una tasa de reincidencia en el delito del 30% (es decir, 154 menores de esos 516 sancionados volvieron a protagonizar algún acto delictivo). Pues bien, atendiendo a la nacionalidad de los mismos, un 74% de los reincidentes son nacionales (114) mientras que el 26% eran extranjeros (40). En cuanto al análisis por sexo, destaca el predominio de la delincuencia que es protagonizada por varones en detrimento de los escasos protagonismos de la mujer. El nivel de reincidencia es bajo en cuanto a la repetición de delitos. Así, la amplia mayoría de los menores que vuelven a incurrir en prácticas perseguidas por la ley lo hacen en una ocasión más (un 52%) o en dos (un 20%). En cuanto a las edades, la media es de 16 años, ya que el 67,5% de esos reincidentes tenía una edad comprendida entre los 16 y 17.

El Área de Menores y la Fiscalía, el reflejo de una coordinación para frenar con rapidez el repunte de los ‘delitos de moda’

Los tipo de delitos que más se cometen por parte de la población adolescente están relacionados con los hurtos, robos con fuerza o daños, además de robos con violencia (en segundo lugar), lesiones o hurtos (en tercero). Divididos en categorías de graves a leves, la mayor tasa de reincidencia se concentra en los delitos que son considerados menos graves (71%). Solo un 15,4% de menores reinciden cometiendo un segundo delito considerado grave, de acuerdo con los datos oficiales que maneja el Área de Menores. También hay ‘delitos de moda’, prácticas que se repiten en temporadas como es el tráfico de hachís o el robo de ordenadores. En casos de este tipo la coordinación entre Fiscalía y el Área es clave para frenar esos repuntes, adoptándose medidas cautelares y sancionando de forma contundente estos hechos. Así se consiguió frenar el uso abusivo de menores para trasladar hachís.

Delitos que van en aumento

Las fuerzas de seguridad están preocupadas por el incremento de delitos que son protagonizados por menores y que se enmarcan dentro de los actos violentos o contra el patrimonio. Así, las sustracciones de motos, el robo de material informático o las actuaciones con violencia para, a punta de navaja, arrebatar a las víctimas los móviles o dinero están siendo realizadas por menores que, en variadas ocasiones, actúan constituyendo pequeñas bandas. Este tipo de sucesos está protagonizado en su amplia mayoría por adolescentes, vecinos de Ceuta, que en algunos casos están siendo dominados o controlados por adultos que son quienes promueven estas acciones.

El triángulo de la delincuencia

¿Qué factores inciden para que un menor termine desviándose en el camino y encontrando hueco en la delincuencia? Factores como la propia familia y la educación y pautas de comportamiento que en el seno se promuevan influyen de forma determinante. A esto se le suma, cual peculiar triángulo, las propias relaciones buscadas por el adolescente (las llamadas ‘junteras’) así como el propio ámbito escolar. Variables que pueden terminar influyendo en el camino delictivo que opte por seguir un menor. El sistema actúa dando respuestas para evitar la generalización de determinados delitos (como fue el caso del tráfico de drogas) entre una población fácil de manipular.