Categorías: Opinión

El 6-F

Se ha escrito mucho sobre lo acontecido en la madrugada del 6 de febrero.Catorce personas perdieron la vida en el intento de entrada a Ceuta. Solo, teniendo en cuenta ese dato, ya debe existir una investigación que aclare cómo sucedieron los hechos. Es bueno. Y es algo que debe hacerse para que nunca esta página negra sea recordada con temores o valoraciones equivocadas.
Desde que sucedieran los hechos, se han dado palos de ciego desde todas las partes. Hay quienes únicamente han buscado su hueco mediático. Así de duro. Le han impreso la misma querencia al comunicado remitido a los medios que a su real interés porque se adopten soluciones en esto de la inmigración. La Dirección de la Guardia Civil tampoco ha estado muy acertada. Tras pasear por todos los medios de comunicación a su máximo responsable, no se entiende todavía como no ha venido ya al lugar en donde tiene que estar: Ceuta. Y no me vale lo del temporal, ya que el único día con retrasos, que no cancelaciones completas, fue el de ayer. Su interés por estar aquí tenía que haber prevalecido sobre cualquier otra excusa. Para engordar la metedura de pata, se ordena además la difusión de un video sobre los hechos que en nada ayuda. Manipulado, cortado y difundido tarde y mal... parece más una salida a la desesperada que integra la política de comunicación errática llevada desde un principio.
Llevo varios días sin escribir opinión sencillamente porque he sentido auténtico asco leyendo los comunicados que llegaban a la redacción. Asco por la hipocresía y la inmoralidad con la que distintas entidades o personas abordaban esta tragedia. Aquí, más parecía que se estaba en una carrera por pedir dimisiones, en un afán por enturbiar las labores de unos y otros, que  ante un deseo de intentar solucionar el control de los flujos migratorios que llegan hasta nuestras costas, de poner claridad en todo lo que, desde hace muchos años, está sucediendo tanto en nuestra ciudad como en cualquier ciudad frontera.
Ayer, durante el entierro del joven cuyo cadáver fue encontrado en la playa del Tarajal, eché de menos a mucha gente. Sobre todo a los que han rellenado huecos mediáticos hablando de lo sucedido, pero son incapaces de despedir con dignidad al que ya no está entre nosotros. Ceuta lleva años arrastrando una gran deuda pendiente con los inmigrantes. La clase política acuerda, con la celeridad del momento, bautizar la plaza de la Manzana con el nombre de Nelson Mandela. ¿Pero para cuándo el homenaje al inmigrante?, ¿cuándo esta ciudad que tiene a cientos de hombres y mujeres enterrados en sus cementerios va a dar ese paso?, ¿en qué hueco de nuestra intrahistoria vamos a dejar el merecido reconocimiento a unas personas que bien podríamos o podremos ser en un futuro cualquiera de nosotros? Ceuta despidió en soledad a una de las víctimas de uno de los mayores dramas migratorios que ha salpicado las cercanías de nuestras costas. No dejemos que esa soledad perdure más en el tiempo. Ni lo merecen ellos ni debemos permitirlo nosotros. Por dignidad.

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