Factor X: Tenemos a un piloto, imagino que se acordarán, que allá por 2009 tuvo que lidiar al poco del despegue de su vuelo de pasajeros con una avería que dejó al avión sin el funcionamiento de sus dos motores. Suerte, agilidad mental y pericia basada en cuatro décadas de experiencia hicieron que Chesley "Sully" Sullenberger realizara un amerizaje forzoso en pleno río Hudson, en Nueva York, saliendo ileso todo aquel que se encontraba en la aeronave. La noticia dio la vuelta al planeta y el capitán del vuelo se convirtió al instante en un héroe.
Factor Y: El minucioso mundo de las compañías aéreas y aseguradoras y todo el sistema en su conjunto se plantean, a pesar del feliz desenlace de la insólita historia, la menos romántica pero razonable opción de si hubiese sido posible la vuelta y aterrizaje de emergencia en uno de los aeropuertos cercanos, exponiendo menos las vidas de pasajeros y tripulación. Varias pruebas de simulador y unos complejos algoritmos aseguran en la posterior investigación que habría sido posible esta segunda vía, aunque puede que se estén dejando algún factor fuera de la ecuación…
El resultado: Clint Eastwood se centra más en lo que ocurre después del incidente y escapa con maestría de caer en el maniqueísmo o el aroma a melodrama telefílmico en el que corre el riesgo de impregnarse una historia que, más allá de la indudable trascendencia del hecho en cuestión, no parece dar de sí como para interesar al respetable lo que dura un largometraje. Se arropa para ello de un brillante montaje que sostiene la agilidad del relato y una labor destacable por parte de su protagonista, Tom Hanks, el buscador de oscars al que tan bien se le da meterse en la piel del tipo corriente con buen fondo al que las circunstancias colocan como el forzoso gran héroe americano sin capa en plena era cinematográfica del superhéroe salido de la imaginación de un guionista de cómic.
Se trata del primer trabajo de Eastwood y Hanks juntos, y se destapan duro republicano y convencido demócrata como una pareja que se entiende y funciona a la perfección. Dicen que en la variedad está el gusto, y si además unen sus fuerzas uno de los mejores directores en general y de los mejores directores de actores en particular con un grande de la escena, pues el resultado tiende a ser bueno. El propio Eastwood incluye sus características notas musicales de piano que aportan una pizca extra de introspección al conjunto de una obra notable, que no llega al nivel de los mejores títulos del último gran cineasta clásico vivo, pero que podemos afirmar que se le acerca.
Corolario: Damas y caballeros, no olvidemos que estamos hablando de un señor que tiene nada menos que 85 añitos, y que sigue haciendo buen cine a pesar de todo el que lo entierra (profesional y personalmente). Junto a Woody Allen y varios más forman el club de los que recuerdan indignados cómo la mentalidad de otros tiempos jubiló por falta de financiación a ejemplos como Billy Wilder y nos privaron a buen seguro de interesantes cantos de cisne…
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