Alain, congoleño de unos 30 años, cuenta la dura historia que le hizo venir a España por Ceuta hace 13 años. "Llegar a Ceuta era la única esperanza que me quedaba", cuenta a los jóvenes de Operación Triunfo. Su batalla ilustra las crecientes dificultades de los inmigrantes por llegar a Europa. La sangrienta Guerra del Coltán en el Congo, que tenía como principal objetivo el control de los grandes yacimientos minerales de este material, hizo que Alain tuviera que huir de su país. "Tenía que huir para salvarme", relata de manera aliviada a sabiendas de todo lo que sufrió para llegar hasta las costas de Ceuta.
En su aventura para llegar a Europa, intentó saltar la valla de Ceuta en tres ocasiones sin éxito, hasta que en marzo de 2004 -no dice el día- seis chicos y él decidieron entrar por el mar. No fue tarea fácil, relata. La falta de material y de dinero les obligaron a buscarse otras alternativas. "En vez de comprar neopreno, nos dijeron que nos echáramos aceite de oliva para repeler el frío y en vez de salvavidas fuimos a un taller a conseguir una cámara pinchada de las ruedas", cuenta Alain.
Todo estaba dispuesto para el "ataque" y conseguir así cruzar la frontera por mar. Sólo tenían que esperar. En esa angustiosa espera entre las montañas de Marruecos a escasos kilómetros de Ceuta, Alain cuenta que "un amigo mío intentó cruzar la frontera tres días antes que nosotros con otro grupo y murió en el intento. Fui a visitarlo una vez que entre al cementerio de Sidi Embarek en Ceuta", relata entre lágrimas recordando a su compañero.
Tras varios días de espera en las montañas de Marruecos, Alain y su grupo comenzó la emprendida hacia la valla de Ceuta . "Tuvimos que esperar que la guardia marroquí tuviera que irse a rezar. Ese fue el momento en el que decidieron entrar en el mar y comenzar a nadar para llegar hasta la costa.
"Cuando me metí en el agua guiado por las luces, comencé a sentir que no notaba la pierna. Le decía a mis compañeros que fuéramos a descansar, que me encontraba cansado, esas fueron mis últimas palabras hasta que me levante en una cama del hospital de Ceuta".
La Guardia Civil consiguió rescatar a Alain, que había perdido el conocimiento en el agua. Tras conseguir la entrada, el destino de Alain iba a estar en el CETI. Allí se quedó 2 meses hasta que le mandaron al CEAR en Málaga.
Una vez en la península, Alain tenía un único propósito, aprender el idioma, trabajar y formar una familia. "Me enseñaron el idioma y empecé a trabajar".
En la actualidad, trabaja como técnico de integración social para ayudar a los refugiados que llegan a Málaga, está casado con una española y tiene tres hijas que según las define son "café con leche", asegura Alain entre risas con los jóvenes de OT.
Alain ha ido sorteando incontables obstáculos hasta llegar a España, pero es consciente de que no es el único, sabe del drama que viven todos los refugiados y se considera uno más dentro de los 68,5 millones de refugiados con sus respectivas historias. "Mi historia como refugiado es una más, en el mundo hay millones de historias como la mía", asume.
Una rápida vista hacia atrás sirve para comprender que todas las historias de inmigrantes que llegan a España tienen un denominador común. La falta de libertades y oportunidades hacen que miles de personas emprendan una imparable huída hacia la esperanza, hacía territorio europeo, donde les esperan una mejor vida.
El "calvario" de Alain empezó la misma mañana que decidió gastarse todos sus ahorros en un avión que le llevó del congo a Marruecos, pasando por Angola y Senegal. "Si pudiera volver a repetir, vendría andando
porque en el viaje de avión me gaste todos mis ahorros y cuando llegue a Marruecos no tenía absolutamente nada", lamenta.
La vida de Alain en el reino alauita no fue fácil. Tenia que subsistir con las propinas que le daban por cargar la compra de los españoles que iban a Marruecos a comprar fruta. "Muchos españoles entran para comprar fruta y nosotros le ayudábamos a los españoles a cargar", recuerda. Esto le valió para sacarse 17 euros en 3 meses, dinero que no le daba para comprarse el traje de neopreno que le aconsejaron utilizar en el momento que entrara a Ceuta.
Tres meses más tarde, consiguió su meta, llegar a España y convertirse en aquello que no podía en su país. Los héroes existen y el caso de este chico congoleño es uno más de esos 68,5 millones de refugiados que decidieron elegir el exilio de su ciudad para encontrar una vida mejor en Europa. "Nadie en este mundo huye por algo, huimos porque nos vemos obligados", concluye Alain.
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