Opinión

La dulce Abby

El que no quiera a un perro que piense en el perro del policía, en el perro lazarillo, en el perro guardián, en el perro del solitario, en el perro que suplica una caricia, en el perro apaleado que vuelve una y otra vez junto a su amo cuando le maltrata, en el perro que da calor al que tirita de frío y en miles de abnegados y desinteresados perros, que de una manera u otra, son el mejor amigo del hombre. Por todo ello, Dios les concedió la virtud de sonreír con el rabo para no fingir con la cara y así convertirles en más humanos que muchos de los hombre”.

Federico Martinón Sánchez.

Yo, pienso en la niña que abandonaron esta semana en una cuneta, se la encontraron llorando abrazada a su perro. pienso en Niebla, mi perra, que en la depresión más absoluta que he vivido, me lamía las lágrimas y se acurrucaba a mi lado, En Miki, un perro callejero que adoptamos la pandilla un verano en Santa Pola y que nos hizo vivir un verano azul. En Magi, el perro de mi hermano que cuida la vejez de mi madre vigilando su sueño. En Sita, la perrilla de dos personas entrañables, José Manuel y Loli, que baja las escaleras para recibirme como si hubiera visto a Dios. En Pongo, Aitana y Bubi, los perros de mis amigos de adolescencia.. Fieles, Buenos compañeros, entrañables camaradas de aventuras. En Jony, el perro de María José, rescatado de una perrera, María José nos demostró que se puede querer igual a tu perro que a una persona. Pienso en todos los perros del mundo que nos humanizan encubriéndonos de nuestra feroz animalidad.

"Ojalá nos convirtamos alguna vez en las personas que nuestro perro cree que somos”.

Ya pasó un tiempo y tuve que vivir sin la compañia de un perro. Las circunstancias laborales me impedían tener tiempo y hacerme completamente responsable.

Por medio de la Protectora de Animales me fui sumergiendo en esa extraña dimensión de paz que te ofrecen esos animales que te devuelven la humanidad.

Después de una época de tristezas y de bajones emocionales pensaba que mi vida causaba indiferencia, que nunca conocería la solidaridad, la comprensión y el amor.

Llegué a pensar sobre mi invisibilidad, la soledad, el abandono. Pensé que tal vez era un espectro, algo etéreo, difuminado. Tuve la sensación de no existir, de no ser, de no estar, de no contar, de gritar a personas sordas y ciegas que no me escucharían ni me verían nunca. Dudé de estar vivo porque no dejaba huellas en mi camino.

Hace 10 días alguien me ha mirado y , sin palabras, me ha dicho que me quería y que andaríamos juntos.

Tal vez mi vida será otra a partir de ahora. La dulce Abby, una perra abandonada llegó a la Protectora después de pasar un tiempo en una casa de acogida.

Hoy vivimos juntos, paseamos juntos y echamos largas horas sintiéndonos seres que nos comunicamos perfectamente sin palabras.

Emprendemos otra etapa vital, otra experiencia que nos llevará a comprender cosas que no sabíamos de nosotros.

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