Categorías: Opinión

Dos leones de la guerra antes de Annual

Ya me referí en dos artículos anteriores a las posibles causas del “Desastre de Annual”. En él  lucharon frente a frente dos leones de la guerra, el general Manuel Fernández Silvestre, y el cabecilla rifeño Abd el-Krim, (“león del Rif”). A ambos se les conoce más a partir de Annual que antes del Desastre; pero los dos tienen un pasado y un historial anterior.

Y, siendo Ceuta una plaza eminentemente militar, llena de historia y de viejas glorias, creo puede ser de interés recordar, de forma resumida, la trayectoria personal de estos dos legendarios personajes, español y marroquí, que en el pasado fueron dos referentes de primer orden en la pacificación española de Marruecos. Y de la historia no es bueno olvidarse;  porque, como de ella dijo Cervantes en El Quijote: “…nos ayuda a evocar el pasado y nos advierte sobre el porvenir”.
Silvestre nació en (Cuba) el 16-12-1871. Era hijo del teniente coronel de Infantería Víctor Fernández y Pantiga, casado en segundas nupcias con doña Eleuteria Quesada. El 30-08-1889 ingresó en la Academia Militar de Toledo, pasando a la Academia de Caballería el 9-07-1891. Se graduó de segundo teniente de Caballería el 31-07-1893. Su primer destino fue el Regimiento de Cazadores de María Cristina núm. 27, en el que permaneció hasta mayo de 1895, fecha en que fue destinado a Cuba con el Regimiento Expedicionario de Caballería Tetuán, donde desembarcó en “Nuevitas” el 15 de junio del vapor “Buenos Aires”. Allí ascendió a primer teniente. En 1896 fue destinado al Regimiento Expedicionario de El Príncipe, en el que sirvió hasta agosto de 1898.
El 8-05-1896 intervino en el combate de Arango, en el que cargó varias veces al frente de su escuadrón causando al enemigo 28 muertos al arma blanca. Recibió 5 heridas de bala y su caballo, “La Caridad”, resultó muerto. Los mambises le ataron a la rama de un árbol, le dieron 11 cuchilladas, abandonándolo al creerlo muerto. Rescatado por españoles casi desangrado y moribundo, lo ingresaron en el Hospital de Morón, donde logró recuperarse. El 11-08-1896, el general Gobernador de Cuba, Weyler, le concedió cuatro meses de licencia por enfermedad, que disfrutó en la Península. Se incorporó el 2-12-1896, en Sábana de Maíz, donde una bala le rozó la frente y estuvo a punto de matarle. El 10-07-1897 fue ingresado en el hospital de Placeta aquejado de paludismo. El 30-09-1897, ascendió a capitán por méritos de guerra. El 11-01-1898, Silvestre recibió 2 balazos en la primera carga que realizó su escuadrón, más otros 3 balazos y 13 machetazos en la segunda, hiriéndole  cabeza, tronco y extremidades, quedando incapacitado del brazo izquierdo, hecho que disimulaba muy bien.
El 15-12-1899 contrajo matrimonio con doña Elvira Duarte Oteiza, con la que tuvo dos hijos, Manuel y Eleuteria Fernández-Silvestre y Duarte (ésta fallecería siendo muy niña). En 1904 fue destinado a Melilla al mando del Escuadrón de Cazadores de Alcántara. El 19-01-1907 falleció su esposa y ya no volvería a casarse. En Melilla estudió el árabe en la Escuela hispano-árabe. En 1908 se trasladó a Casablanca, donde fue nombrado jefe superior instructor de la Policía Jerifiana. También se le confirió el mando de las fuerzas españolas desembarcadas en Casablanca. El 7-02-1909 ascendió a teniente coronel. En 1911 los ánimos antiespañoles estaban exacerbados y los Ben Malek, una familia nativa amiga de España, fueron asesinados en Larache. El 13 de junio, los pocos españoles de Larache se refugiaron en los muelles temiendo el ataque de las tribus. Del acorazado “España” desembarcó Silvestre procedente de Casablanca, se entrevistó con El Raisuni y congeniaron, dando paso a una solución del conflicto. El Silvestre guerrero en Cuba dio paso al Silvestre hábil negociador. El 22-02-1912 ascendió a coronel, siendo nombrado comandante general de Larache, con 40 años. Pactó con El Raisuni la toma de Arcila, ocupada por un destacamento francés. Los franceses se irritaron y quedaron estupefactos, porque no sabían nada de la operación.
El 23-07-1919 fue nombrado comandante general de Ceuta. Y el 12-02-1920 para el mismo cargo en Melilla. Tenía fama de ser un militar muy osado, impulsivo y valiente, con un reconocido prestigio forjado en Cuba y Marruecos.  El rey Alfonso XIII lo apreciaba mucho y desde el 9-07-1915 hasta julio de 1919 fue su ayudante; pero incluso cuando dejó de serlo el monarca siguió teniéndolo por amigo personal con el que se comunicaba de forma directa y periódicamente solía reunirse en Madrid a comer con él y otro grupo de militares “africanistas” de prestigio. Se comentó mucho por entonces que fue el favorito del rey para el cargo de Melilla. Y hasta se murmuró en círculos políticos y militares que detrás de Fernández Silvestre en su meteórico avance hasta el Desastre de Annual estuvo el rey como impulsor. El tema incluso fue debatido en el Congreso de los Diputados, pero no pudo probarse nada sobre la presunta belicosidad del rey.
Era muy popular entre sus subordinados, activo y capaz, que siempre inspiraba confianza con su trato afable y campechano, aunque también era arrogante e irascible cuando se enfadaba. Era partidario de acciones directas y contundentes. En versión de Ruíz Albéniz, Silvestre no podía ir a Melilla más que con un fin y con una ilusión: “la conquista del campo de Alhucemas, que en Melilla era sólo lo que quedaba por hacer”. Su irascibilidad en momentos malhumorado, se colige perfectamente de la célebre frase que le dedicara El Raisuni, cabecilla rebelde anterior a Abd el-Krim, con el que en principio había entablado una gran amistad que incluso llevó a Silvestre a proponer a El Raisuni para Jalifa, pero cuando éste ya supo que no lo sería, la gran amistad entre ambos se tornó en odio visceral a muerte. Un día El Raisuni espetó a Silvestre: “Tú y yo formamos la tempestad; tú eres el viento furibundo; yo, el mar tranquilo. Tú llegas, soplas irritado; yo me agito, me revuelvo y estallo en espuma. Y ahí tienes la borrasca; yo, como el mar, jamás me salgo de mi sitio; y tú, como el viento, jamás estás en el tuyo”.
Días antes de ser nombrado Silvestre para Melilla, el 1-02-1919, había sido designado Alto Comisario de España en Marruecos el general de división Dámaso Berenguer. Aparentemente, ambos mantenían muy buena amistad, pero no exenta de ciertos recelos y rivalidades, dado que Silvestre le había precedido en el escalafón y luego tenía que estarle subordinado. Berenguer era más partidario de avanzar en el territorio poco a poco, previa planificación de los ataques, utilizando preferentemente tropas nativas que conocieran bien el terreno y propiciando posibles acuerdos con los rifeños. Silvestre, por el contrario, se afanó en avanzar rápidamente estableciendo numerosos blocaos en un frente de 92 kms hasta Alhucemas, un total de 144 pequeñas guarniciones dotadas de 12 a 20 hombres, sin haber desarmado a las cabilas sometidas. El grueso de las tropas españolas eran reclutas del reemplazo de 1920, con escasa instrucción, sin apenas tener práctica de tiro y bajos de moral. Del 3 al 5-05-1919 reunió a prisa y corriendo 7.368 hombres, cuyo objetivo era envolver la cabila de Beni Said, y del 7 de mayo hasta junio de 1921 protagonizó un espectacular y exitoso avance en el frente que si bien lo hizo con autorización de Berenguer, éste no dejaba de advertirle que avanzara con más lentitud para poder ir consolidando el terreno ganado.
Berenguer tuvo que pararle los pies recordando a Silvestre que “él era el director de las operaciones”. También el coronel Morales, jefe de la Policía Indígena, perfecto conocedor del territorio y que conocía muy bien a Abd el-Krim, advirtió a Silvestre del peligro que suponía seguir avanzando tanto territorio con tan pocas tropas y sin cubrir bien la retaguardia, llegando a sugerirle que “no se diera un paso más hacia occidente dejando a la espalda un enemigo fuerte, con alta moral, que en un momento dado podría crearnos un conflicto, ya que el límite oriental de Beni Said no dista más de 32 kms de Melilla”. El mismo Silvestre era consciente del peligro que encerraba su operación relámpago, como él mismo admitió la última vez que estuvo en la Península, donde declaró: “La empresa que vamos a acometer está erizada de peligros y llena de dificultades casi insuperables. Pero para nuestro Ejército no hay nada que sea imposible”.
Por su parte, Abd el-Krim nació en Axdir en 1882. Era hijo de un alfaquí amigo de España. Con 24 años era director del suplemento en árabe del diario El Telegrama del Rif de Melilla. Con 25 fue nombrado Secretario de la Oficina de Asuntos Indígenas, dedicándose al asesoramiento sobre asuntos legales sobre redacción de escrituras correspondientes a los títulos de concesiones en las minas de hierro de Beni Tuzín. Con 26 años fue nombrado cadí jefe de la zona de Melilla. Después fue profesor de árabe en la Escuela hispano-árabe de la ciudad, dándose la paradoja de que a dichas clases asistía Silvestre, al que examinó dándole la nota de “Muy Bueno” en los dos primeros cursos. Su familia era partidaria de los alemanes que entonces también andaban por Marruecos tratando de explotar las minas. La casa del padre fue incendiada por algún enemigo de otras cabilas, entonces Abd el-Krim huyó a las montañas e invocó venganza.
Empezó a intervenir en política haciendo varias declaraciones en contra de España, al entender que nuestro país también estaba interesado en la explotación de las minas. Y se oponía a que nuestro país extendiera su dominio más allá de las plazas de soberanía, Ceuta y Melilla, que él reconocía que eran españolas. En 1917 fue encarcelado en Rostrogordo. Su cuñado le facilitó una cuerda con la que intentó huir, pero se rompió una pierna en el intento y quedó cojo. Pasó once meses en prisión y, una vez liberado, volvió a escribir en El Telegrama. Pero hubo un momento que creyó que España lo entregaría a los franceses. Solicitó 20 días de vacaciones en enero de 1919, y volvió a refugiarse en el Rif. Llamó a su hermano a Axdir. En septiembre de ese año falleció su padre, sospechándose que fuera envenenado por alguno de sus enemigos de Axdir. Entonces empezó a acumular armas creyendo que los europeos intentarían apoderarse de las minas y ocupar sus tierras. Sus hermanos no eran notables, pero todos tenían buena formación, habiendo alguno de ellos estudiado en Madrid; pero todos eran de espíritu rebelde.
Abd el-Krim era inteligente y se dio cuenta que Silvestre avanzaba mucho y con pocos hombres alargando sus líneas de abastecimiento. Hábilmente unió las distintas cabilas y tribus de la zona fomentando las relaciones diplomáticas, hizo reserva de alimentos, medicamentos y armas, que compraban con el dinero que les dieron los alemanes por las concesiones mineras. Predispuso a las tribus contra España, y engañó a los españoles pidiéndoles armas para luchar contra otras tribus enemigas, que luego utilizó contra los propios españoles. En cuanto Silvestre atacó su cabila, comenzó a actuar contra las tropas españolas. Pero incluso hasta 1921 siguió aparentando ser leal a España, a pesar de que ya estaba en rebeldía. Hizo algo muy positivo para los habitantes del Rif, y es que puso su empeño en sacarles de su atraso cultural. Abd el-Krim para 1920 había ya logrado reunir unos 4.000 hombres, armados con fusiles franceses y Mauser españoles procedentes de las numerosas deserciones de los “áskaris”, o policías indígenas al servicio de España. Y cuando se dio cuenta de que las tropas españolas habían caído en la trampa de avanzar tanto sin tener cubierta la retaguardia, fue cuando Abd e-Krim atacó las posiciones de Aberrán, Igueriben, Sidi Dris, Monte Arruí, etc,  que, pese al valor con que se defendieron los españoles, terminaron por sucumbir ante la imposibilidad de poder auxiliarles con suministros. Y así fue como coparon a las tropas en Annual, que al verse envueltas por los de Abd el-Krim, cundió en ellas el pánico y la desorganización, derrumbándose todo el frente español, ocasionando el “Desastre”.
(El próximo lunes: “Qué fue del general Fernández-Silvestre).

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