Todas las apuestas daban por favorito al Barça y este fue capaz de corresponderlas. La final de la Copa de Europa fue plácida para los culés en líneas generales, sobre todo durante la primera parte, ya que la segunda trajo consigo algunos sobresaltos que Leo Messi desbarató con su enésima jugada desequilibrante, al margen de ciertas decisiones arbitrales tal vez dudosas. Pese a ello, el Barcelona consiguió cerrar con su tercer título de la temporada la segunda tripleta de su historia tras la cosechada en la temporada 2008-2009, un hito inédito en el mundo del fútbol. Si bien el juego no ha sido ni tan brillante ni tan regular como el del inolvidable equipo de Guardiola, lo cierto es que, a largo plazo, ha resultado igual de efectivo, que es lo que de verdad cuenta.
Gracias a este espectacular éxito, el Barça se ha reafirmado como la mejor escuadra de este siglo y como el gran dominador del fútbol europeo. Desde que en el año 2006 la plantilla liderada por Ronaldinho venciera al Arsenal en la final europea de Saint Denis con un excelente Henrik Larsson, no ha habido un equipo capaz de alcanzar un número similar de triunfos, y aún menos a través de un fútbol de esa talla. El Barcelona continúa labrando su historia en este nuevo siglo a un ritmo que no posee parangón en ninguna de las grandes ligas europeas, especialmente si tenemos en cuenta los pocos años transcurridos desde que se inició aquel. Lo más sorprendente de este caso es que muchas de las piezas claves que han logrado concluir esta campaña histórica aún no han alcanzado la treintena, lo cual les concede un amplio margen para continuar ensanchando un palmarés ya envidiable y difícil de superar.
A pesar de todas estas victorias que han sido vitales para consolidarlo como el club más importante del siglo XXI y como uno de los más relevantes de la historia, el Barcelona ha demostrado una vez más que continúa anclado en su complejo de inferioridad con respecto al Real Madrid, al que no puede evitar aludir de formas muy desafortunadas ni siquiera en las celebraciones de sus títulos más gloriosos. Ya vimos lo que ocurrió con Samuel Eto’o hace unos años y hemos podido ver lo que, en esta ocasión, ha sucedido con Gerard Piqué, quien ha sido especialmente cruel no solo con el máximo rival sino también con un antiguo compañero de equipo. No cabe duda de que el “odio” de Piqué por el Madrid es uno de esos clásicos de este deporte que quedarán para la posteridad. Pero, sinceramente, jamás pensé que llegaría hasta el punto de preparar o improvisar un mensaje tan venenoso en los festejos de la segunda tripleta culé, una consecución única en el fútbol europeo. Con sus palabras, seguro que Piqué consiguió el objetivo que pretendía, aunque aquellas han producido un conjunto de efectos secundarios dañinos para su club que quizá no estimó. Por un lado, su intervención ha cubierto muchos diarios y debates deportivos robando buena parte del protagonismo al impresionante éxito azulgrana. Por otro lado, ha ofrecido una motivación extra a los jugadores del Real Madrid, a quienes, como suele ocurrir en estos casos, les llegará la oportunidad idónea para devolverle al central catalán su encantador recado, y con intereses.
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