El director de la Guardia Civil se pinta cual general de otro siglo sin ser militar
Los grupos de whatsapp de la Guardia Civil echan humo. El cuadro que se ha encargado el director general de la Benemérita, Arsenio Fernández de Mesa, es la última pincelada a una gestión que no ha gustado a los componentes del Instituto Armado. Son detalles más propios de otras épocas. “Al dictador también le gustaba que le pintaran e incluso que le hicieran estatuas que han ido cayendo poco a poco”, ironizan. En el seno de un Instituto Armado preñado de problemas, duele que su mandatario se haya preocupado en ser inmortalizado con todos los galones: la banda de la Gran Cruz Naval de lado a lado, la pechera repleta de medallas y el bastón de mando, cual general, pero sin serlo.
El retrato, a cuya fotografía ha tenido acceso El Faro, todavía no se ha oficializado pero ya se ha pasado de móvil a móvil acompañado de mensajes de indignación en cadena. Este cuadro tiene como destino la sede de la Dirección General, en donde están los demás retratos de quienes han mandado la Institución y que nunca han osado posar de esta manera. Aún no se sabe si el nuevo ministro de Interior seguirá confiando en Fernández de Mesa, de lo que sí se tiene constancia es de que en las altas instancias, y en las bajas, no gusta.
Por eso, su última pose ha causado tanta indignación, como la que también provocó su llegada a Ceuta en patrullera oficial, en plena convulsión por el 6F, o que se colocara el chaquetón de la Guardia Civil en el patio de la Comandancia mientras los agentes formaban sin ser miembro del Cuerpo. Después llegó su polémica intervención ante los medios de comunicación, insultante amén de hierática como su retrato, efectuando manifestaciones que no hicieron más que enturbiar el oscuro panorama que se vivía por aquel entonces en la casa cuartel de Hadú. A esto seguiría la utilización de los medios de prensa de la propia Dirección para enviar un comunicado a los medios con un único fin: insistir en que él no había ofrecido información equivocada en torno a este suceso. Fue el único comunicado enviado en un momento en el que la cascada de críticas no cesaba, la Dirección protegía al director no a los guardias.
Ahora, las altas esferas del Instituto Armado se sienten molestas por el retrato encargado, en el que lo civil y lo militar terminan confundiéndose hasta el punto de parecer que Fernández de Mesa forma parte, sin serlo, de los círculos castrenses, luciendo elementos de los que nunca echaron mano sus predecesores, que optaron por posar con traje y chaqueta, además de medallas que no ha ganado o bandas, como la de la Gran Cruz que no le corresponden ni puede lucir.
Fernández de Mesa, apadrinado por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hasta el punto de superar un escándalo como el del Prestige, que le manchó siendo delegado del Gobierno en Galicia, superó también otras embestidas en una carrera en la que se ha mantenido creyéndose incluso que el Partido Popular podía elevarlo a ministro de Interior, como el propio Confidencial Digital adelantó el pasado julio. La apuesta no fructificó, pero don Arsenio ha querido dejar su marca en un retrato para la posterioridad cual general de otro siglo.