Una persona maravillosa, siempre con una sonrisa en la cara. Así era Dolores Flores Conde, quien a pesar de su gran fortaleza desafortunadamente se convirtió ayer en la nueva víctima del coronavirus, la 150 en Ceuta, dejando a su familia con el corazón roto, pero con los más maravillosos recuerdos de una mujer a la que todo el mundo quería.
Su familia, amigos y vecinos acababan de pasar por un duro golpe con la muerte del esposo de Dolores apenas el 20 de enero, tras un matrimonio de 70 años. La tristeza ahora es todavía mayor.
Nacida en Ceuta, el 17 de febrero de 1933, a Dolores la conocían también como ‘Lola Flores’. Vivió 30 años en la Junta Obras del Puerto, pero antes en la calle Canalejas 24. En todas partes la querían.
Una mujer que siempre estuvo para todos, “para sus hijos, para sus nietos, para sus sobrinos, sus yernos y todos”, cuenta su nieta, Mariló Carreto Cañete. Aunque solo tuvo dos hijas, ella decía que tenía cuatro hijos pues quería a sus dos yernos como tal. Lo mismo decía de sus nietos que eran cuatro, pero a la lista se sumaba el esposo de Mariló.
Dolores era una ama de casa que “hacía de todo”, que siempre estaba pendiente de todo el mundo, que a todos cuidaba y ayudaba.
“Su cariño, sus te quiero”. Eso es solo una parte de lo que su familia va a extrañar de una gran mujer “que siempre tenía la solución para cualquier problema”.
La de la eterna sonrisa. Así también la conocían, pues a Dolores no le gustaban los disgustos, siempre se mantenía positiva y se llevaba bien con todo el mundo. Y precisamente ser así le permitió ganarse el cariño de todos, siendo una muestra de ello la cantidad de personas que acudió ayer al tanatorio para acompañar a la familia en este difícil momento.
“Era mi mejor amiga, mi madre, mi abuela y mi todo”. Con la voz entrecortada, Mariló confesó que no se esperaban la partida de su querida abuela, pero que la mejor manera de rendirle homenaje es recordarle que todo el mundo la quería, así como lo hicieron para su cumpleaños número 86, una ocasión para la que invitaron a todo el mundo.
“En la Junta todos los vecinos están llorando porque la veían todos los días andando con su botellita de agua”, dijo Mariló.
Aunque en principio todo parecía marchar bien a pesar del diagnóstico de coronavirus, a los siete días de haberse contagiado, a Dolores la tuvieron que llevar al hospital, donde los pulmones comenzaron a fallarle. Durante cinco días su familia no pudo verla, pues no los dejaban entrar en el área de observación COVID; los últimos dos días la situación empeoró.
Ingresó en el Hospital Universitario de Ceuta el lunes 11 de abril con una neumonía bilateral que en principo pudo ser controlada. “El lunes, martes, miércoles, jueves y viernes estuvo bien, haciéndonos videollamadas, diciendo que no le dolía nada, que solo tenía tos, que no nos preocupáramos, pero ya el viernes por la tarde nos llamaron y fue la última viodeollamada que le pudimos hacer porque se quedó dormidita”.
Aunque Mariló siente alivio al saber que su abuela no sufrió al irse de este mundo, aseguró que “a nosotros nos ha dejado rotos”.
“Que la queremos, que la adoramos y que ha sido lo mejor junto al abuelo”. Así quiso despedir esta nieta a su adorada abuela.
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