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"La AEGC ha mostrado esta semana su repulsa por estos chivatazos y ha pedido respeto al trabajo de nuestros compañeros”
Cuando el paro azotaba brutalmente a los españoles; se recortaba en prestaciones por desempleo y en ayudas sociales. Cuando miles de familias sufrían ejecuciones hipotecarias y la desesperación los llevaba a perder la vida. Cuando el Defensor del Pueblo Andaluz, Pepe Chamizo, denunciaba que había niños que no comían tres veces al día por la maldita crisis. Cuando la pensión de los abuelos permite sobrevivir a los hijos y nietos. Cuando se cerraban hospitales públicos y el copago farmacéutico estrujaba un poco más a los pensionistas. Cuando la generación de jóvenes más preparada tiene que emigrar. Cuando uno de cada cinco hogares españoles está en situación límite, según la encuesta de 2016 del INE, y el 22,1% de la población está en riesgo de pobreza. Mientras esto ocurre en nuestro país, unos golfos traicionan a los españoles robando el dinero público.
Esta semana hemos conocido la detención del político madrileño, Ignacio González, en el entorno de la “Operación Lezo” por la comisión de los presuntos delitos de integración en organización criminal, blanqueo, falsificación, prevaricación, malversación y fraude. Su conocida obsesión por tener ingresos lo ha llevado directamente a la prisión madrileña de Soto del Real, donde podrá alternar con ilustres de similares obsesiones, entre ellos, el niño de Puyol, Mario Conde o Díaz Ferrán. En la prisión le podrán reprochar sus amigos no seguir sus consejos: “Quiere tener dinero, quiere tener dinero…Nacho, tranquilízate, pasa desapercibido…”. Una adicción que lo ha llevado a la cárcel.
Nadie duda de la dificultad que entrañan las operaciones contra delincuentes de trajes de chaqueta, corbata e influencias, porque disponen de asesores para ocultar el dinero y de compinches poderosos para protegerse de la acción de la justicia. Lamentablemente Eloy Velasco, juez de instrucción de la “Operación Lezo”, y los guardias civiles de la Unidad Central Operativa (UCO) han sufrido la influencia de este delincuente, porque fue informado de la intervención telefónica y más tarde de su detención. Esto es lo que se conoce, pero no perdemos la esperanza de poner nombre y apellidos a los chivatos para que paguen por su deleznable y delictivo comportamiento.
La Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) ha mostrado esta semana su repulsa por estos chivatazos y ha pedido respeto al trabajo de nuestros compañeros. Yo, añadiría, respeto a los que sufren el azote de la crisis, respeto a los niños que han pasado hambre; respeto a los padres que han sufrido al verlos; respeto a los que han perdido sus casas, en definitiva, respeto a los españoles y lealtad a España, porque si los chivatazos vienen de funcionarios o cargos públicos estamos hablando de una doble traición, de ahí el título del artículo.
De ahí mi asco, repulsa e indignación.