Somos los reyes de un comportamiento hipócrita que tenemos asimilado. Ante la situación sanitaria que vivimos, con la de muertes y contagios que se han sucedido, un amplio sector de la sociedad se muestra incapaz de demostrar una mínima responsabilidad para evitar que todo esto se vaya al garete. De cara a la galería, en nuestros comentarios de Facebook, en las charlas en determinados ámbitos, asoman los líderes de esas clases magistrales de comportamiento ejemplar que luego, en el día a día, son incapaces de aplicar. Nunca entenderé a qué obedece esa bipolaridad social. Mejor ser un negacionista reconocido, que como buen gilipollas niega lo que existe pero no se esfuerza en demostrar socialmente lo contrario, que ponerse el traje de la doble moral para, de cara a la sociedad, denunciar los comportamientos irresponsables del resto para, luego, en tu esfera privada emularlos.
Las informaciones no son buenas, no lo son sanitariamente hablando ni tampoco en otros ámbitos que dependen directamente del sanitario. Pero lejos de colaborar entre todos para conseguir que la situación mejore, un amplio sector social se empecina en todo lo contrario. El viernes pasado, los vehículos hacían cola en el puerto para embarcar en dirección a la Península. Colas y colas. Dudo que todos tuvieran un certificado médico que, justo el fin de semana más largo porque el lunes no hay clase, te ponga obligada una cita a la que no se puede faltar. Dudo que todos tuvieran su residencia fijada en la Península y dudo que todos tuvieran que emprender un viaje de negocios clave. Pero esas dudas se quedan en nada, porque falla, como siempre, todo. ¿Quién controla que se cumplan los decretos y las restricciones?, ¿acaso alguien da fe de que las salidas son las adecuadas y permitidas? Nadie lo hace, como nadie controla que los decretos que firma el consejero se cumplan en la calle. Bueno es darse una vuelta para comprobar que la mascarilla sigue siendo la ausente de las cafeterías y terrazas, que las reuniones entre no convivientes siguen superando lo establecido o que el toque de queda se burla de una manera muy especial y constante.
La famosa responsabilidad no existe, a pesar de que el día a día se nos llene de muertes, de ingresos y de dramas. No sé a qué juegan quienes no colaboran en que todo vaya a mejor, tampoco sé qué ganan conviertiendo la doble moral en su modelo de vida. Engañarse a uno mismo es lo peor.
Los culpables del desmadre de los irresponsables que tienen la doble moral son la Delegación del Gobierno y el Ayuntamiento