El Instituto de Estudios Ceutíes (IEC) concedió en su convocatoria de ayudas a la investigación del año pasado una beca para la realización de un proyecto titulado ‘Una exploración de la diversidad en un lugar intersticial urbano. La comunidad LGTBIQ de Ceuta’. La propuesta del gerente de Franciscanos de Cruz Blanca en excedencia, Pablo Núñez (coordinador de campo e investigador local), tiene al profesor de Política Comparativa del Medio Oriente de la Universidad de Leeds Hendrik Kraetzschmar como investigador principal y a dos compañeros de esa misma institución británica como compañeros de equipo.
Kraetzschmar ha completado esta semana junto a Andrew Delatolla, profesor de Estudios del Medio Oriente, y Richard Cleminson, catedrático de Estudios Hispánicos, su segunda visita a Ceuta para, mediante entrevistas en profundidad con lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y ‘queer’ residentes en la ciudad, analizar “los desafíos de su inclusión local”.
Los investigadores han realizado un total de casi 40 encuentros con miembros de esos grupos y representantes institucionales con el objetivo de desentrañar “las experiencias subjetivas, las actitudes y las circunstancias personales de aquellas personas que se identifican como LGTBQ y residen en la ciudad, así como del contexto urbano e intersticial en el cual viven”, según resume Cleminson.
“No distinguimos entre ceutíes y malagueños o marroquíes que viven aquí, pero no hemos entrevistado a refugiados ni a personas que residen en Marruecos y entran y salen de la ciudad, en primer lugar, por la fuerte base ética del proyecto, que exige superar muchos filtros para entrevistar a personas vulnerables”, añade el catedrático.
La investigación parte de que Ceuta “no solo representa un escenario periférico a la ‘escena gay’ de Madrid o Barcelona, sino que históricamente ha sido un ‘refugio’ para las personas LGTBQ provenientes de ambientes hostiles formando redes de sociabilidad caracterizadas por una dinámica transfronteriza”.
“Nos gustaría abarcar Melilla en un futuro porque podría haber diferencias, pero Ceuta nos ha interesado por su ubicación geográfica y porque aquí no se había hecho ningún estudio similar en el pasado”, abunda Cleminson. Desde el punto de vista de Delatolla dos diferencias fundamentales entre las ciudades autónomas son tanto la inexistencia aquí de una organización no gubernamental consolidada en el tiempo (el último referente local es ‘Y a ti qué?’, pero en Melilla AMLEGA existe desde 2005) como el mayor “aislamiento” de Melilla.
Una vez sobre el terreno, los investigadores han encontrado “dificultades”, reconocen, para encontrar entrevistados, sobre todo en la comunidad musulmana y entre las mujeres de sexualidad diversa. “Estamos intentando conocer cómo es ser una persona LGTBQ en Ceuta, cuáles son los mayores problemas, cómo han sido sus experiencias personales de discriminación o no, la inserción y aceptación de la sociedad, si se han topado con homofobia o violencia verbal o física, los inconvenientes para ‘salir del armario’ con la comunidad, la familia, los compañeros de trabajo o los amigos…”, resumen.
También han intentado profundizar en “cómo lo viven las personas LGTBQ en función de su edad” y ahí se han encontrado con mayores dificultades entre los jóvenes a la hora de declararse como tales. En otros de mayor edad no han percibido problemas sociales para llevar su homosexualidad, su bisexualidad o su carácter transgénero.
“Es difícil construir un marco porque hay muchas diferencias personales en función de la religión, la edad y la posición socioeconómica, un aspecto muy importante, ya que los más acomodados lo viven mejor y sin tanta preocupación: pueden viajar a la península, tienen casas en otras partes…”, disecciona Cleminson. Delatolla añade que “también hemos explorado cómo influyen en la identidad y la libertad de las personas la situación de Ceuta como una región en el norte de África: algunos sí se sienten más aislados y otros no, en función de las dificultades para viajar”.
“Hay quienes, por la falta de anonimato en Ceuta, reconocen que han tenido problemas por estar en un contexto tan pequeño, pero otros pueden viajar e ir a otra ciudad para encontrar menos presión comunitaria”, refiere.
“Hemos escogido Ceuta por su multiculturalidad; por su proximidad con Marruecos, donde la homosexualidad no se acepta como en Europa; porque es una mezcla de religiones y porque es un lugar intersticial para muchas cosas: está en el norte de África, pero pertenece a España; está en la UE y tiene Marruecos al lado; es un lugar pequeño, pero tiene otro país en torno. No es única, porque Gibraltar o Melilla tienen rasgos parecidos, pero nos pareció que merecía la pena analizar su singularidad por el impacto de esas circunstancias sobre la identidad LGTBQ y su manera de vivir aquí”, incide Cleminson.
Su hipótesis central es que todos esos factores son influyentes. Entre sus conclusiones provisionales está que “no hay una relación directa” entre las vivencias positivas o negativas de un gay o una lesbiana por el credo de su entorno. “Hemos entrevista a personas católicas o de familias católicas que lo han pasado sumamente mal para declararse y vivir en su entorno; como musulmanas... Hay cierta tendencia a que en esta comunidad sea más difícil vivir esa diversidad, pero no hay relación directa”, advierte Delatolla. Sí es más evidente, sin embargo, que a mayor nivel de religiosidad, sea cual sea la confesión, “más difícil es la ‘salida del armario”.
La “cultura compartida” por lazos familiares y otros entre la población árabo-musulmana local y Marruecos también “puede influir en las familias ceutíes y sus percepciones”. En ese aspecto sí han apreciado “una frontera que se vuelve borrosa y que permite una influencia de mentalidades que traspasa la frontera en términos de expectativas, no solamente de forma negativa”. “Por eso la noción de convivencia que se baraja aquí”, resalta Cleminson, “es muy interesante para nosotros a la hora de trazar cómo esas relaciones funcionan realmente para disolver tensiones y ver las dinámicas que facilitan un diálogo, una conversación y la apertura hacia experiencias nuevas desde posiciones subjetivas muy distintas”.
“La segunda consideración que hay que hacer”, aporta Kraetzschmar, “es sobre el aumento de la influencia de partidos de extrema derecha como Vox, que es una fuente de preocupación para las personas LGTBQ por las declaraciones que han hecho algunos líderes con hostilidad hacia la comunidad”. “No solo hay que considerar la religión, también el discurso homofóbico de partidos como Vox”, opina.
El informe final de la investigación estará listo “antes de que termine el año” y después las conclusiones del trabajo llegarán a revistas científicas, pero también habrá recomendaciones para la gestión de la diversidad sexual y su digestión social en Ceuta. “Muchos entrevistados han señalado que las personas LGTBQ no son visibles y que no existen servicios para ellas”, lamenta Cleminson.
Desde su punto de vista, por ejemplo sería muy importante una apuesta por la educación sexual en colegios e institutos, así como en la formación no reglada. Y aumentar la visibilidad de esos colectivos. “Hay que facilitar que se entienda lo que es ser LGTBQ, cuáles son las dificultades y los retos… En especial, según los entrevistados parece que el mayor problema es la cuestión transgénero... Se tiene más o menos conocimiento de LGBQ, pero la T falta, es la gran ausencia”, indican los investigadores.
Kraetzschmar estima que “haber más formación en colegios e institutos sobre la existencia de personas con otro tipo de orientación sexuales. Más diversidad. Eso también es un proceso que ayuda a abrir mentalidades porque los chicos muy jóvenes no tienen punto de referencia ni modelos fuertes y positivos”. “No pueden acudir a ningún sitio para tener más información sobre temas de identidad sexual, la confusión que a veces se experimenta en la adolescencia, o el VIH”, lamenta.
“Hemos encontrado”, resume Cleminson, “esa falta de sensibilización y visibilización para que las personas LGTBQ se sientan capacitadas para caminar por la calle abrazados o darse un beso en público, algo que una pareja heterosexual sí puede hacer sin reparos. Ese ambiente de libertad solamente existe un poco más en el centro de la ciudad, según nos han confesado... Existe tolerancia, pero hay que aspirar a más”.
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