La existencia de diversidad de opiniones, creencias, opciones culturales, políticas, económicas y sociales supone la constatación de una realidad plural, y aceptarla es lo que legitima esta diversidad, asumiéndola como un valor personal y social. Esto es Pluralismo. No me refiero al entendido como una carga a soportar o a ese pluralismo situado en la “tolerancia” de la diversidad. Ese es, simplemente, un artificio del poder, como también lo es el eslogan que ha dejado vacío de contenido la pluralidad real de Ceuta y la ha convertido en un mantra para las formulaciones e inventos de los responsables de turismo del Gobierno de nuestra ciudad, ese, el de “las cuatro culturas”.
Cualquier ciudadano o ciudadana, desde casa, puede hacer la prueba. Basta con ver la programación que nos ofrece la tele pública para comprobar que su contenido no se acerca ni lo más mínimo a la realidad social de Ceuta. Si colocásemos este canal en Fuengirola, por poner un ejemplo, pasaría perfectamente por un canal más de este municipio malagueño. Algo falla, ¿no creen? Y es que una televisión pública que no se distinga de las demás por su contenido –que, precisamente, fluye como reflejo de las especificidades culturales de la ciudadanía, de sus demandas y/o necesidades- es todo menos pública. El diputado de Caballas, el Sr. Maanan ya lo decía en el pasado Pleno: “la televisión pública adolece de pluralismo político y social”.
Es difícil creer que en una ciudad donde el cuarenta por ciento de la sociedad posee una lengua materna diferente a la institucional/oficial no encuentre ni un solo guiño en la tele pública; ¡ni uno! No es de recibo que la programación del ente público no recoja en su contenido ni un espacio que represente la diversidad cultural que caracteriza a nuestra ciudad, a excepción de algunos programas especiales que, como su propio tratamiento indica, no hacen más que ahondar en esa imagen amputada y estereotipada de Ceuta. Hasta la televisión privada se ha adelantado incluyendo en su parrilla un informativo semanal en árabe ceutí, algo que debería haber liderado precisamente la tele de todos, o también sirvan de ejemplo de normalización los informativos que emite en tamazigh la televisión pública melillense. El camino es la normalización, y no la excepcionalidad, como definición plural de nuestra sociedad.
Estas reticencias no responden más que al bloqueo por parte del núcleo duro de la derecha, que identifica estos espacios de pluralidad social como atentados contra la identidad común, de la que es abanderado el Partido Popular de Ceuta, jugando con las fobias en detrimento de mayores puntos de encuentro y, por ende, de libertad. No sólo niegan la realidad, sino que hacen imposible que esa pluralidad se convierta en un valor social. Así pues, son culpables del ostracismo de la diversidad.
Es necesario madurar y reclamar una televisión pública de todos, libre de injerencias, plural y fiel reflejo de esa diversidad de la que alardeamos, contribuyendo así a la legitimación de una diversidad que nos hace únicos en todo el panorama nacional. Perfeccionando el conocimiento y el respeto. Asimilando que somos diferentes pero que a su vez somos un único cuerpo social, todo pasa por liberar a la televisión pública del papel propagandístico y retórico que le ha encomendado el Gobierno, haciéndola emerger como reflejo de lo que somos, sin complejos, sin censuras.
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