Categorías: Opinión

Disertaciones sobre la sostenibilidad social

El problema del desempleo en Ceuta y Melilla lleva tiempo manifestándose en forma de conflictividad social. En nuestra ciudad, un grupo de parados han tomado la calle para llamar la atención sobre su situación y en la ciudad hermana hemos sido testigos de graves disturbios en algunas barriadas que concentran los niveles más altos de desempleo. Resulta evidente que la sostenibilidad social está quebrada, a pesar de la consolidación de medidas paliativas como los planes de empleo. Sobre este asunto, desde nuestra asociación,  hemos expresado en reiteradas ocasiones que creemos que ambas ciudades son incapaces de absorber tantos desempleados, debido a su escaso tamaño y la desproporcionada densidad de población. De igual modo, es evidente que muchas de estas personas  no son verdaderos demandantes de empleo, sino que buscan un salario que mejore sus condiciones de vida. Se da también la circunstancia que un elevado número de los parados ceutíes y melillenses no tienen formación por lo que aumenta su dificultad de inserción en el mercado laboral. En otros tiempos, toda esta mano de obra era absorbida por la agricultura, algo inexistente en Ceuta.
Todos los agentes sociales coinciden en afirmar que sin formación se reducen las posibilidades de encontrar un trabajo. Las circunstancias actuales no son las de hace cuarenta o cincuenta años, momento en el que se daban muchos casos de personas que no tuvieron la oportunidad de completar sus estudios básicos. Eso ha cambiado radicalmente en España: de ser un privilegio de los ricos, ha pasado a convertirse en un derecho y de un derecho a una exigencia de la sociedad hacia sus integrantes. Hoy día quien no estudia es porque no quiere. No obstante, es igualmente cierto que las circunstancias sociales y el entorno familiar pueden ser determinantes para el éxito educativo. Una regla que se cumple casi siempre es que de una familia cuyos padres tienen un bajo nivel de estudios, los hijos suelen engrosar el listado del fracaso escolar y, viceversa, a mayor nivel educativo de los padres, más posibilidades de éxito. El ambiente social es fundamental. Esto nos lleva a hablar de un círculo cerrado en el que caen muchos jóvenes que se ven atrapados en  la misma telaraña de exclusión social que sus padres. ¿Cómo se puede romper este círculo vicioso?. Quizá trabajando desde todos los frentes de manera coordinada. Un frente afecta al niño y jóvenes y tiene como escenario los centros educativos. Otro en el plano social, y como protagonistas los padres y hermanos mayores. Todo esto requiere grandes esfuerzos de la sociedad y el gobierno mediante el incremento de gastos en políticas educativas y sociales. ¿Cuál es el problema?. Primero, la voluntad política y la actitud general de la población: éste es el país del pelotazo y el trabajo fácil, ya sea poniendo ladrillos o sirviendo platos de paella en un chiringuito. Segundo, el dinero: no existen tantos recursos, y menos en tiempos de crisis como el que padecemos en estos momentos. Tercero, el tiempo: se necesita un esfuerzo continuado para notar resultados positivos. Y finalmente, la cuestión cultural: la inmigración y los frenos ideológicos o religiosos que se mezclan formando un cóctel difícil de digerir. Para facilitar su “digestión” hace falta que se acepte en el organismo social una cantidad moderada de inmigración. Al igual que  el cianuro, la inmigración en pequeñas dosis es un tónico y en grandes proporciones un potente veneno.
La cuestión cultural es especialmente delicada. Para bien o para mal, en Europa hemos seguido una trayectoria histórica que nos ha permitido evolucionar desde un pensamiento profundamente supeditado a la esfera religiosa, a un progresivo cambio ideológico que pasó del cristianismo medieval, con toda la intolerancia que ejerció la iglesia contra los contrarios a los dogmas cristianos (la cuestión de la herejía y la inquisición), y la consideración de los infieles, a una sociedad en gran medida secularizada.
A este respecto ha habido una gran diferencia entre la evolución de cristianismo y el islamismo: los concilios que han hecho avanzar a la iglesia católica desde hace siglos todavía no se han celebrado en el ámbito islámico. Según Georges Corm (2007) la derrota de la filosofía frente al dogma en el siglo XI, unido a la expansión Otomana, ahogaron las posturas más sensatas que postulaban por el abandono de la literalización del Corán. Volviendo al tema de la evolución del pensamiento occidental, vemos como desde el cristianismo ortodoxo se pasó,  gracias a la ilustración, primero al despotismo ilustrado y de ahí, tras las distintas revoluciones que acontecieron en países como Inglaterra y Francia, a la democracia, consolidada, al menos en Europa y América, tras las guerras que se libraron contra diversas formas de fascismo y regimenes totalitarios. Por su parte, los países árabes han fracasado en sus experiencias de modernización, tal y como ha afirmado Eugene Rogan, en su obra “Los árabes. Del imperio otomano a la actualidad” (Ed. Crítica, 2010). En estos países aún se dan importantes limitaciones en la libertad de los ciudadanos y las desigualdades sociales son muy pronunciadas.
La pregunta clave es saber si los europeos en orden a la proclama de la fraternidad y la tolerancia van a resistir las duras pruebas que les imponen aquellos inmigrantes que expresan una total falta de predisposición a aceptar los principios democráticos y el respeto a ciertas normas y comportamientos consolidados en Europa. Ángela Merkel  recientemente ha proclamado el fracaso de la sociedad multicultural en Alemania. Los más de cuatro millones de musulmanes, principalmente turcos, se han resistido a dar pruebas de su interés por integrarse en el país de acogida, como demuestra el hecho de que muchos no se hayan preocupado de aprender el alemán o romper con el carácter de gregario que practican llevándoles a concentrarse en determinados barrios de la ciudad en los que predomina la delincuencia y la falta de respeto a los bienes comunes y públicos.
La ética protestante de la que hablaba Max Weber tiene difícil encaje con el pensamiento musulmán. Pero la ética protestante ha sido muy fundamentalista desde el comienzo, como prueba el delito de traición con el que se condenaba en Inglaterra a cualquiera que siguiera la fe de Roma.  En muchos países de Europa con fuerte presencia inmigrante se viene apreciando que la combinación entre sociedad de acogida y los inmigrantes resulta tan difícil de combinar como el agua y el aceite. La disolución de uno en otro se aprecia imposible. La única solución que se nos ocurre es la búsqueda de un nuevo hombre, distinto a los demás, que se constituya a partir de lo mejor de cada cultura. Los obstáculos son terribles y la historia parece demostrar que al final siempre se impone una forma de pensamiento, aunque no del todo. Cuando una cultura impone su cauce, siempre siguen quedando afluentes, incluso aguas subterráneas que ya sabemos provocan peligrosas corrientes.
Hay cosas con las que Europa no debería ser bajo ningún  concepto tolerante, en cuanto a su cuestionamiento: el derecho de la mujer, la igualdad, el respeto a los más elementales derechos humanos, etc…Los musulmanes tendrían que tener un profundo cambio de mentalidad para encajar con la tradición europea: la mujer musulmana tendría que gozar de la misma igualdad que ha logrado la mujer occidental en su papel en la vida familiar y laboral. Una libertad que aún se le niega en muchos países árabes. Sin embargo, el cambio más radical estriba en la rotación del orden mental en el papel que juega la razón y la fe. Hasta que la razón no se imponga a las creencias religiosas difícilmente se conseguirá avanzar en esa ética universal a la que muchos aspiramos.
¿Se puede renunciar a una serie de aspectos de nuestras creencias religiosas, por el bien de la humanidad, sin dejar de ser musulmán, cristiano, judío o hindú?. Nosotros estamos convencidos de que sí. La mayor parte de las culturas han evolucionado sin dejar de ello de ser lo que eran. Tendemos a pensar que los cambios de pensamiento son tan inmediatos como el cambio de ropa. Los romanos no dejaron de ser paganos porque Constantino anunciará la conversión al cristianismo. Ni los hispanos se volvieron de golpe musulmanes en cuanto Ibn Tariq pisó la Península Ibérica. La evolución del pensamiento y las creencias son un síntoma de inteligencia, algo que no suele ser demasiado habitual en las principales religiones monoteístas. De esta evolución depende nuestro futuro.

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