Tengo la fortuna de contar con cuatro colegas en el trabajo con los que discutimos y discrepamos en asuntos políticos: estrategias, organización social, ideologías, líderes, sindicalismo, etc...
Pese a nuestras miradas contradictorias, utilizamos nuestros puntos de vista con respeto y tolerancia argumentando dialécticamente cómo debería funcionar la polis en su sentido más profundo.
Decidimos no etiquetarnos de progresistas o conservadores, derechas o izquierdas, comunistas, socialistas o liberales: somos, ante todo, docentes y librepensadores; nada ni nadie podrá mancillar nuestra camaradería y respeto.
Hace unos días me propuso una de mis compañeras que le aclarara la siguiente cuestión: “Una curiosidad: ¿cuál es tu ejemplo de país por su tipo de gobierno?”
¿Identificas ser conservador con ser afín al PP o a Vox. Se puede ser más dictatorial que los regímenes de los países comunistas? Los términos “conservador” y “progresista” han quedado antiguos. Hay valores que es preciso conservar y se puede ser de derechas y defender el progreso. Para mí no tienen ningún valor.
Y sí, en esta especie de órdago lanzado a mis posicionamientos en estas lides, decidí meterle mecha al cañón y lanzar uno introspectivo.
No tengo ejemplo de país por su tipo de gobierno. Es difícil que un traje quede bien si no pasa por los arreglos de un modista, este deberá tener en cuenta muchos aspectos como el momento, la ocasión, la urgencia y los gustos del cliente.
Los gobiernos platónicos ideales son más bien de idiosincrasia utópica: buenos en la teoría y nefastos en la práctica.
En educación estamos de acuerdo que hay que valorar el esfuerzo, el interés, las ganas de superación y la excelencia; invertir cantidades ingentes de dinero en alumnos disruptivos, desmotivados y boicoteadores, de cara a la galería se vende bien pero que los justos paguen a los pecadores debe sincronizarse en su término medio.
También firmaríamos acuerdos en una sanidad universal y de calidad aunque deberíamos limar asperezas si este derecho le corresponde a todos por igual se encuentren en una situación administrativa de ilegalidad o no.
En el derecho al aborto libre y gratuito sería harto complicado llegar a acuerdos. Nadie aborta alegremente y es la mujer la que debe tomar la decisión. Recuerdo un tema de mis oposiciones, “A persona humana”.
Firmaríamos la libertad religiosa, pero esa libertad debe ser para todas las confesiones primando las leyes que la sociedad se ha dado. De todos modos creo que la religión no debería tener cabida en la enseñanza.
Mi parecer en los temas de hacienda es que el la carga imposisitiva debería ser mucho mayor para garantizar servicios públicos impecables. Perseguir el fraude fiscal nos compete a todos. En este tema podrían remitirse a un liberalismo económico.
Sobre el tema Okupa, las pagas de las personas que viven en España, la delincuencia de inmigrantes en mayor proporción, tener preferencia de estas personas al acceso a la vivienda, necesitaría estadísticas reales y aprobadas por el legislativo y ejecutivo.
Estoy en la república más que en la monarquía, es diacrónica en los tiempos que corren.
De acuerdo absoluto en perseguir a los corruptos, también en controlar la ucronía (como sucede en Ceuta de una manera escandalosa) y que todos estemos bajo el imperio de la ley: rey, presidente del Gobierno, ministros, diputados, senadores, jueces y fiscales. También concordamos que una segunda vuelta para elegir al inquilino de la Moncloa sería más racional.
Perseguimos los favoritismos y “enchufes” que empobrecen la imagen de una nación moderna.
Sobre el feminismo y la violencia de género deberíamos consensuar la esencia del movimiento y no asirnos al ridículo de jovenes y jovenas, chicos, chicas y chiques, ley de paridad y otras zarandajas.
Entiendo y comparto que la inmigración es un tema de acuerdos a nivel mundial, pero también analizar las condiciones en las que viven muchos pueblos explotados a más no poder. Ponerle puertas al mar es hacer encaje de bolillos.
Sobre lo que está sucediendo con el gobierno de Pedro Sánchez: amnistía, cambios en los programas, tratos singulares, bajada de pantalones y otras metafísicas, seguro que izaríamos la misma bandera.
Lo importante es llegar a Roma (un sinónimo que utilizaré para políticas del pueblo), aunque tomemos varios caminos.
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