Una diplomacia miope

Una partida de ajedrez siempre se debe planear con varias manos de anticipación y, de la misma manera, se deben contemplar diferentes escenarios antes de mover un peón. Eso es lo que les falta a los distintos gobiernos españoles en sus difíciles y desiguales relaciones con el reino de Marruecos.

Circunscribir las relaciones a dos actores en una frontera que, no separa (o une) dos países, sino que es hiato entre dos mundos, resulta tan simplificador como engañoso. En el juego de hoy en día no intervienen solo España y Marruecos, hay otros muchos actores que, convenientemente camuflados, generan influencias que hacen saltar todas las previsiones realizadas a corta distancia.

España limita con un vecino explosivo, un país donde la corrupción y las desigualdades ni siquiera se tratan de disimular. Lo paradójico es que, cualquier intento por cambiar de manera apresurada el sistema político de nuestro vecino puede derivar en algo aún peor. Las primaveras árabes han demostrado que con el derrocamiento de Gadafi no han cesado las violaciones de los derechos humanos en Libia, más bien estos abusos se han visto elevados exponencialmente. No digamos el caso de Siria, donde el intento por derribar la “dinastía” de los al-Ássad ha llevado a una guerra y a una oleada de refugiados que no parece tener fin.

La unión de trono y altar (rey y comendador de los creyentes) en Marruecos ha permitido a esta monarquía una pervivencia, de la que no queda otro rastro en todo en Norte de África. Pese a la situación de privilegio que posee S.M. Mohammed VI, esto no significa invulnerabilidad. Hoy Marruecos vive en una difícil encrucijada, todos los medios se hacen eco de la crisis económica derivada de la caída del turismo por la pandemia y, por tanto, no voy a profundizar en ello. Pocos medios, por no decir ninguno, relatan la difícil situación por la que pasa el país como consecuencia del nuevo repunte de violencia entre Israel y Palestina. Marruecos se encuentra en una situación incómoda, ha vendido su alma al diablo, en forma de reconocimiento diplomático del Estado Hebreo, a cambio del reconocimiento de EE. UU. de la marroquinidad del Sahara. En realidad, el país magrebí arriesgaba mucho con el envite, pues la RASD es hoy en día una causa perdida. No se entiende que el Majzen tomara esta decisión tan impopular, sin haber sido presionado desde su más firme aliado que es la dinastía Saud. Con lo que, de nuevo, hemos de elevar nuestra mirada si queremos comprender lo que está pasando en mi patria chica hoy en día.

El problema de Ceuta es que “Bibi” Netanyahu actúa en contra de los intereses del Estado Hebreo y a favor de su causa particular, que puede pasar por la cárcel. El recrudecimiento del conflicto palestino ha pillado por sorpresa a los países árabes en proceso de rendición ante Israel y el más expuesto de todos ellos es Marruecos; por ello el gobierno de aquel país ha planificado una pantomima publicitaria ante su pueblo. Por supuesto que se desprecia el peligro de los que han sido alentados a “saltar la valla”, ni que decir tiene, que el Majzen permanece inmutable ante una población ceutí angustiada.

González Laya no tenía previsto que los medios publicaran la presencia de Brahim Ghali en España. Como todo estaba pactado, salvo la publicidad, el gobierno marroquí protestó de cara a la galería y desde Santa Cruz no se dijo nada, porque hay un acuerdo a tres bandas: España, Marruecos y Argelia.

Ahora, fuera de guion, el gobierno marroquí pretende restar audiencia televisiva a lo que está ocurriendo en Gaza y ha inventado esta acción. La señora Laya debería haber previsto esta jugada y la respuesta; que no puede ser como la de Canarias, es decir, ninguna.

Desde mi ciudad angustiada se puede pensar que minusvaloro sus horas de tribulación, pero he de decir que yo fui un niño que vivió con total conciencia la militarización del perímetro defensivo durante la crisis de la Marcha Verde y que, por tanto, habiendo vivido algo peor que esto, empatizo al cien por cien con el estado de ánimo de los caballas.

El reino de Marruecos siempre actúa movido por los mismos intereses y de la misma manera a lo largo de la Historia. Siempre ha disfrazado sus agresiones como una acción de incontrolados y ha observado cual era la reacción española. En caso de ser contundente y proporcionada siempre se ha abierto al dialogo. En caso de no haber reacción, siempre ha sido el punto de partida para organizar un nuevo chantaje.

La respuesta ha de ser proporcionada, el gobierno marroquí ha minimizado el golpe, por eso no lo ha extendido a la ciudad de Melilla, ni ha lanzado una oleada de desesperados contra Canarias o Cádiz. Espera una respuesta decidida para dar marcha atrás y desligarse de lo acontecido; pero si desde el palacio de Santa Cruz no se hace un movimiento contundente, las consecuencias pueden ser funestas.

España no tiene muchas más opciones que expulsar a la “tierra de nadie” a todos aquellos que burlaron los controles aduaneros para entrar en nuestro país; Europa ya reconoció el derecho al rechazo en frontera. En paralelo, nuestro país no puede demorarse más tiempo en encontrar el modo de ayudar a los menores que desde el Norte de Marruecos miran a Europa como única esperanza de futuro. Crear centros de enseñanza y capacitación profesional en todo el Norte de Marruecos contribuiría a ofrecer a estos niños oportunidades de futuro, evitando el desarraigo de su país, de su cultura y de sus familias. Es más que posible que una instruida juventud marroquí ayudaría a cambiar lentamente las estructuras de aquel país, desde el convencimiento de que, mediante la amistad y la colaboración, Marruecos puede ganar mucho en sus relaciones con España. La evolución hacia una sociedad más tolerante, menos patriarcal y con respeto a los derechos humanos, puede y debe venir desde España. Estamos muy próximos físicamente y podemos colaborar, prueba de ello es que España ya desbancó a Francia como primer importador y exportador de productos de Marruecos, sin embargo, nuestra influencia cultural, no deja de disminuir día a día en nuestro vecino.